Momento Favorito Del Cine: ¡Si te mueves te rompo tu pinche madre, cabrón!
“…Faltaba, claro, el Gólgota de las redes sociales. El territorio donde toda vileza, toda ruindad, tiene su asiento impune. Allí, la crucifixión de Carla fue completa. Insultos, calumnias, coro de divertidos tuiteros que, como tiburones, acudieron al olor de la sangre…”
Extracto de Esas Jóvenes Hijas de Puta.
Arturo Pérez-Reverte
Enero, 2015
El Bullying o Acoso Escolar, sencillamente, me enferma. Recuerdo que cuando estaba en edad escolar prácticamente se decía que “molestar” y/o “ser molestado” era, para fines prácticos, requisito indispensable para la formación académica. Básicamente, si no “buleaste” o fuiste “buleado”, no tuviste infancia.
Pero en aquellos ayeres el “molestadero” era inocente, hasta gracioso. Lejos de los límites escalofriantes que vemos hoy en día. Niños castrados, incapacitados, asesinados o bien cometiendo suicidio gracias a las bromas de sus “inocentes compañeritos”. Todo, por supuesto, puntualmente grabado y “compartido” por la red. Y nadie siendo castigado por ello. Con criminal hipocresía, luego de haber causado o propiciado la muerte de un compañero, comienzan los homenajes gilipollas en plan de “no te olvidaremos”, páginas de facebook pidiendo “likes” para que “se obtenga justicia” y demás estupideces.
El texto citado al principio da cuenta del suicido de una joven llamada Carla, que era cobardemente martirizada por sus compañeras escolares a causa de su estrabismo (ya saben, afección ocular que desvía los ojos de forma asimétrica). Ni en su hogar encontraba la paz, pues en las redes sociales continuaba la persecusión. Eventualmente, la casi niña no resistió más y se suicidó lanzándose al vacío. Las compañeras señaladas como principales instigadoras del acoso recibieron una sanción casi simbólica, para mayor vergüenza de la humanidad. Son jóvenes y, por ello, intocables.
En lo personal, el Acoso Escolar me causa una rabia sin límites. Aquello de maltratar a otro por mera diversión y casi como un “derecho” (por que los “bullies”, eso sí, se indignan si se les reporcha su actitud) me parece un sinsentido infame que desata en mí los peores instintos. Ya saben mi opinón de los sociopatas: Algún día me tocará castigar a uno de esos hijos de su reputa madre…
Por estos motivos me había resistido a ver Después de Lucía (Michel Franco, 2012), un crudo retrato sobre el acoso escolar que fue reconocido en el prestigiado pero no siempre acertado Festival de Cannes. Sabía que no resistiría la trama, que es un detallado y morboso relato del martirio que sufre una joven a manos de sus “compañeritos” de la “prepa” y, en el obvio entendido de que al verla desearía moler a golpes al primer “chavo buena onda” que se cruzara por mi camino, peferí abstenerme.
No obstante, tuve ocasión de leer una reseña que revelaba de más. Sin empacho, el autor del escrito detalló el final de la película. Como éste me resultaba satisfactorio, decidí ver el filme y con él obtuve uno de mis Momentos Favoritos del Cine.
Advertencia: SPOILER.
Después de Lucía nos cuenta la tragedia de Alejandra (Tessa Ia, hija de la actriz Nailea Norvid), quien comete la suprema gilipollez de dejarse grabar mientras sostenía relaciones sexuales con el “chavo carita” de su escuela (Gonzalo Vega Jr, diametralmente diferente a su recio padre). El video, desde luego, es difundido por la preparatoria y Alejandra sufrirá un insostenible martirio por parte de “muchachos” acosadores, quienes ejercerán “justicia” en contra de la “puta”.
Puesto que recién perdió a su madre (La Lucía del título) y encontrándose su padre en una profunda depresión que motivó la mudanza de ambos desde una ciudad costera a la inefable Ciudad de México, Alejandra opta por sufrir el acoso en silencio para proteger a su padre de más penas.
Tras una larga e insoportable cadena de injusticias (casi me salgo de la sala), Alejandra logra escapar de sus torturadores durante un viaje escolar a la playa. Comete nuevamente un serio error, cuando secretamente huye a su ciudad de origen, haciendo creer tanto a su padre como a sus compañeros que ha muerto.
Roberto (Hernán Mendoza), el padre de Alejandra, recibe de forma anónima una copia del video sexual de su hija. Y es aquí donde ocurren los momentos más indignantes de la película. Confrontados ante las autoridades escolares y otros padres de familia, ni el carilindo galán ni la panda de rufianes torturadores de Alejandra (entre ellos un odioso “flaco de pelos desparpajados” y el “gordito simpático” , típicos perdedores convertidos en divertidos victimarios) admiten sus culpas. Incluso la principal instigadora femenina del acoso se atreve a decir que Alejandra sencillamente “extrañaba mucho el mar” y en consecuencia corrió hacia él, presumiblemente ahogándose en el proceso. Sólo el “gordito simpático” admite que desde que el galancito envió el video no “pararon de chingarla” (no sin antes haber abusado de ella sexualmente durante el mencionado viaje).
Sin pistas sobre el paradero de su hija ni el menor apoyo por parte de las autoridades, toda vez que el bullying carece de figura legal), Roberto ha de hacer justica por su propia mano. Sin frases gradilocuentes ni juramentos de venganza, en silencio sigue al mocoso que causó la desgracia de su hija y, sin armas o la menor estrategia, lo secuestra practicamente en las narices de su padre. Cuando el galancito intenta gritar, Roberto lo calla con la sonora amenaza que da título a este texto…
Mientras el enclenque ruega por su vida, un silencioso Roberto lo ata de pies y manos y lo lleva, oculto en su caminoneta, a un sitio costero no especificado. Allí, con una expresión carente de emoción, conduce una lancha hasta mar adentro con el “chavo buena onda” y , sin más, lo aroja maniatado al agua. Sin siquiera quedarse a mirar su obra, Roberto conduce de regreso a la playa.
Lo confieso: Ver a uno de esos “jóvenes hijos de puta” recibir su merecido dibujó en mi rostro una sonrisa macabra, que sólo se borró al desear que los demás acosadores también fueran debidamente castigados. Arrojados todos por un barranco o enterrados vivos, yo que sé, pero pese a que es un Momento Favorito, la verdad me dejó con ganas de más sangre.
Conclusión
Si eres bully, ruega a Dios o a quien sea que le reces por que yo no te encuentre. Te va a doler…