Momentos Favoritos del Cine: Babylon

La reciente huelga que está azotando Hollywood me ha hecho pensar en que muchas cosas no han cambiado, y como han dicho mis compañeros en varias transmisiones, la historia es cíclica y tiende a repetirse. Hay una gran y dulce ironía que Hollywood y sus estudios se hayan fundado bajo circunstancias similares a las actuales. Thomas Edison poseía muchas de las patentes de las tecnologías necesarias para hacer películas y fue muy restrictivo para mantenerlas. Por eso los fundadores se fueron a California y crearon Hollywood en 1911, porque creyeron que el asunto de abuso de control se estaba saliendo de las manos. ¿No les suena familiar?

Décadas después, los estudios son los que quieren ejercer el control sobre actores y guionistas (que simplemente están pidiendo mejores condiciones laborales, mejor pago y respeto hacia su persona, ya que son los responsables de que la industria se mantenga viva), quienes han dejado claras sus intenciones: si no se corrige el rumbo y no hay cambios significativos verdaderamente importantes, el imperio caerá. Y de pasar esto, todo implica que empezará una nueva etapa en la historia del cine. Y tal como pasó con la llegada del sonido en los 30, el nacimiento del blockbuster en los 70 y el comienzo del auge del streaming en los 2010, habrá una transformación que se apegará a las reglas básicas de la evolución: adaptarse o morir. Lo cual me lleva a recordar el subtexto de la cinta “Babylon”, que pese a no decir nada nuevo (es la versión oscura de “Singing in the Rain”) y ser la cinta más débil de la filmografía de Damien Chazelle, es probablemente una de las películas más sobre devaluadas de la historia, pero todo indica que será revalorada como una obra de culto con los años.

Si hay algo bueno que puede decirse de esta obra, es que no deja a nadie indiferente. A nivel técnico, musical y estético, es increíble, a través de un excelente diseño de producción, es capaz de crear escenas con planos secuencia y momentos que manejan un excelente ritmo y tensión. Hay que agregar el dinamismo de la banda sonora de Justin Hurwitz y unos actores comprometidos con sus roles (aunque a Diego Calva no se le entienda bien a veces por su voz aguda). Entonces, ¿qué fue lo que hizo que Hollywood la odiara? Simplemente que les dijo sus verdades, de ahí que empezó a haber una especie de boicot para sabotear la cinta y tacharla de carnada de Oscar (lo cual no está alejado de la verdad, pero fue demasiado).

Algunas de estas críticas son válidas (una trama episódica e inconexa, demasiado larga para lo que quiere contar, una dirección que apela al morbo y personajes un tanto vacíos y otros sin importancia metidos en la historia), pero la corrupción del alma debido al lado oscuro de la industria (que ha estado presente desde sus inicios) no es mentira ni exagerada. Critica la vacuidad cultural, las bases podridas de Hollywood (no es de extrañar que el principal productor luzca como Harvey Weinstein) y la bipolaridad moral de los ejecutivos, un día son unos depravados y al otro, unos santurrones que imponen una moralidad que jamás practican.

Sin embargo, también es un In Memoriam a todos esos artistas que el tiempo olvidó, aquellos que hicieron a Hollywood lo que es hoy, que sacrificaron sus vidas para tocar el alma de las personas, inspirarlas a ser mejores y ayudarles a escapar de la carga que es la vida. Que estuvieron aquí hace de 100 años, y que a través de su amor al arte, seguirán aquí, una retrospectiva para entender por qué llegamos a este punto y hacia dónde nos dirigimos. Y esto nos lleva al momento favorito de hoy, que es justamente la escena final: un sueño convertido en pesadilla donde todos somos desechables, somos otro engranaje en la máquina que puede reemplazarse cuando falla. Pero, por otro lado, nos hará dejar un legado en este mundo por los siglos de los siglos (o hasta que se extinga la humanidad, lo que suceda primero).

Más allá del homenaje oculto a Cinema Paradiso (y que dejó material para crear nuestros propios montajes finales en este mismo estilo), también puede interpretarse como una reflexión sobre la hipocresía en la que vivimos, un recordatorio de que las calles no son de oro, sino están repletas de los cadáveres de aspirantes sin remedio que creen que van a alcanzar la fama. Todos queremos llegar a la cima de la pirámide, pero pocos lo lograremos. Y si llegas a la cima, no puedes quedarte en ella para siempre, porque hay miles como tú esperando entrar. Una cinta de momentos, donde las escenas individuales funcionan mejor que la suma de sus partes, pero cuando las piezas embonan, logra capturar la majestuosidad, la depravación y el desenfreno que es en realidad Hollywood.

Por años, Hollywood ha estado equivocado con respecto a lo que los destruiría, y cada vez que una supuesta nueva amenaza aparece, si eliminarla no funciona, lo más lógico es usarla para unir fuerzas. Esto es la prueba de que lo único que puede destruir a Hollywood es Hollywood. Porque aquí está el detalle: no vamos a desaparecer. Cada uno de los que formamos parte de la industria del entretenimiento (y en su caso, que son parte fundamental de la meca del cine) aportamos algo vital, por más pequeño que sea, y cada intento por eliminarnos nos hace más fuertes. Pase lo que pase, siempre se encontrará la forma de divertir, elogiar, criticar, satirizar y educar. Ya sea que estés en el negocio por pasatiempo o te dediques de lleno a él, es algo a lo que todos nos debemos mantener unidos, porque los cambios ya están ocurriendo. Hollywood todavía puede redimirse, pero tal como le pasó a la ciudad de la que esta cinta toma su nombre, se le está acabando el tiempo. Tiene un serio daño de control que arreglar y debe comenzar a repararlo ya.

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Acerca del autor

Uriel Salvador     twitter.com/UrielSalvadorGS

Escritor, analista, crítico, gamer, investigador, actor (especializado en doblaje), fotógrafo. Pero ante todo, soy un amante del cine.


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