Momentos Favoritos del Cine: Full Metal Jacket
El silencio juega un papel fundamental en esta secuencia, una plataforma tan limpia y lúgubre de fondo para que solo la voz de R. Lee Ermey (fallecido el pasado domingo y al cual le dedicamos este momento) retumbe y surta el impacto necesario en aquella trascendental apertura del infierno bélico, donde los insultos son solo el acto introductorio de aquella perdida de la humanidad, de aquella conversión emocional y espiral de destrucción, concebida mucho antes de la batalla y diseñada para un objetivo: enajenar y persuadir a la mente para que esta transforme en una máquina de guerra.
Definitivamente tuvo que existir un talento histriónico distintivo en aquel real sargento instructor del cuerpo de marines; sargento de pelotón en Vietnam y en Okinawa, tras la guerra el también ex criminal juvenil se alistó para la que sería su última y más importante misión, la de ser actor, estudiando arte dramático en la Universidad de Manila. Tras algunos papeles secundarios, fue contratado por Stanley Kubrick como asesor para el actor que en un principio interpretaría al legendario Sargento en Full Metal Jacket, sin embargo al ver las pruebas de Ermery, Kubrick quedó tan impresionado que no solo le dio el papel, sino lo colmó de elogios dejándolo escribir algunas de sus líneas, improvisar (lo cual era casi imposible a la orden de Kubrick) y refiriéndolo como uno de los mejores actores a su cargo, haciendo solo de dos a tres tomas por cada una de sus escenas, promedio bajísimo cuando se habla de la obsesión del maestro Stanley.
Retomando la escena, la combinación de planos secuencia de un minuto en promedio, junto a la habilidad simétrica de Kubrick regala a Ermey un dominio total de la escena. El miedo, la intimidación y hasta ese incomodo toque de humor son sensaciones que su personaje recorre y recrea en todos los inexpertos marines, resaltando por supuesto la interacción con los 3 ejes de la historia (Arliss Howard, Vincent D’Onofrio y Matthew Modine), concibiendo el hilo narrativo y química de aquel escenario mortalmente mecánico (a Kubrick le encantaba infringir mecanismos de intimidación para moldear el comportamiento de sus personajes).
Poética incluso en su vulgaridad, la habilidad oral, naturalidad y presencia militarizada de Ermery dieron como resultado a la que sin duda fue, es y será el icono en cuanto a los roles de sargentos instructores se refiere en el cine; Hartman es por antonomasia, el estereotipo perfecto que todo aquel que interprete un rol similar quiere alcanzar o equiparar (y que hasta la fecha no se ha conseguido).
Recordemos a R. Lee Ermery, nominado al globo de oro por este papel, con un currículo de más de 120 créditos entre cine y televisión, y fallecido a los 74 años el pasado 15 de abril por complicaciones de neumonía. Larga vida al único e insuperable Sargento Hartman. Que descanse en paz.