Momentos Favoritos del Cine: Redención y perdición al ritmo de danzones
Hay algo en el ambiente del arrabal que seduce, que exalta el espíritu y llena de sabor el ambiente. En Salón México vemos esto y más. Los melodramas nacionales que ensalzaron las pantallas y dieron gloria al cine de la esplendorosa época de oro, las actrices de belleza inconmensurable, los actores de porte y gracia, los paisajes más oníricos captados por el ojo genio de Gabriel Figueroa y su maestría para mostrar las tonalidades más variadas entre el blanco y el negro de unas nubes, unos ojos o una sombra…
Los 90 minutos de esta película con tintes de cine Noire son en parte culpa de Emilio“Indio” Fernández, quien por aquella época andaba viendo lo que se estilaba en el Hollywood también dorado y de repente se inspiraba dando resultados tan memorables como en esta cinta en donde Marga López regala una de sus actuaciones más memorables dando vida a Merceditas, una puta por necesidad, ésa que le obliga a mantener a su hermana Beatriz (Silvia Derbez)en un internado “bien” (bien caro, bien mocho y bien lleno de señoritas decentes y honorables). Así, mientras la joven estudia para luego casarse, su hermana busca desesperadamente las carteras de los hombres que le entran al bailongo, el chupe y la hilaridad en el mítico Salón México.
Esta mártir del danzón, tiene como toda puta sacralizada, su ángel y su demonio. Lupe (Miguel Inclán) el policía fiel, servidor y cumplidor de todos los deberes, quien intenta sacarla de su mísero destino y Paco (Rodolfo Acosta), un ladrón que le amuela la vida cada que aparece ante sus ojos.
Escenas para elegir hay un montón, créame, estamos ante una de las cintas con más carga simbólica del cine mexicano de todos los tiempos. Pero hay en lo particular una que para mí se convierte en mi favorita y es, la de la posada navideña en el Salón México.
Ahí, en el salón de la perdición y los excesos, donde la Noche Buena cambia su significado por uno mucho más amplio y generoso; entre borrachos y putas que comparten soledades nocturnas, el tradicional acto de representar la venida al mundo del salvador de la humanidad, tiene cabida. Más allá de lo festivo, es el momento (un tanto carnavalesco) donde todos se redimen. Donde una de las ficheras se viste de Virgen María, un borracho de San José y un tierno bebé (muy probablemente de alguna de las prostitutas en cuestión) es el niño dios.
Es además, el momento donde la verdad se devela, Mercedes se da cuenta de que entre la concurrencia VIP a ése espectáculo rocambolesco se encuentra ni más ni menos que su futuro cuñado, un integrante de las fuerzas aéreas y representante del heroico escuadrón 201. El mismo ante el cual ella se presentó como una dama copetona, sofisticada y de buenas costumbres. ¡Imagínese!
Y tras la huida de Mercedes, quien vuelve a lo alto de su divina vecindad entre lloros y lamentaciones y la impotencia de Lupe López, su fiel policía protector, el show debe continuar. El baile prohibido suena, las trompetas retumban y los tambores hacen vibrar los cuerpos pecadores de aquella casa de ritmos y pasiones desbordadas.
Los santos peregrinos están dentro, ha nacido el salvador, que suenen mambos y danzones, todo mundo a bailar.