Momentos Favoritos del Cine: Searching for Sugar Man
Soy de esas personas que le gusta ir al cine y sentir algo. Cada quien tendrá sus respetables razones; hay quien va porque le gusta comer palomitas, hay quien va porque busca algo para reirse y entretenerse o hay quien va porque le gusta apreciar los planos fotográficos. Y comienzo con esto porque generalmente no buscaría un documental para generar algún tipo de sentimiento, tal vez porque es un área cinematográfica poco explorada por mí y la que ignorantemente consideré por muchos años como poco atractiva.
Pero de repente llega un día, en que algo (o alguien) te hace cambiar de opinión sobre cierto tema, en este caso, el tema cine documental. No recuerdo con exactitud, pero creo recordar que alguien de este blog me lo recomendó por chat hace aproximadamente 4 años; y así estaba yo, un domingo cualquiera en el que me decidí a ver este filme del cual no tenía idea absoluta; no sabía ni de qué trataba y tampoco me había molestado en buscar la sinopsis o siquiera un trailer.
Entonces comenzó y fue desde la primera escena que me atrapó. Y es que la premisa era tan misteriosa: un cantante del que nadie sabía nada, que había tenido un éxito apabullante en Sudáfrica pero pasó desapercibido en su natal Estados Unidos, llevándolo a un suicidio tan inminente como escandaloso. La historia se convirtió más en una especie de película de ficción donde todo era tan inverosímil que iba aumentando su estatus de leyenda a cada minuto; desde sus vagos encuentros con sus productores, sus profundas letras de una calidad indiscutible que pasaron inadvertidas, su éxito abismal en un país sudafricano y una falta de información impresionante sobre el origen o incluso la vida del cantante.
Todos estos elementos son conjugados de manera ideal para involucrarnos en el mito del que era parte Sixto Rodríguez, el músico y genio olvidado que escondía una cantidad de enigmas camuflados en solamente 22 canciones. No fue necesaria la más grande producción, pues su fotografía es prácticamente olvidable y aunque sus animaciones son entrañables, son algo simples; pero fue su inmortal historia suficiente para conmover e incluso hacerse del Oscar a Mejor Documental en 2013.
SPOILERS a continuación. Dejar de leer si no la ha visto porque ¡debe verla!
Y aquí llega nuestro momento favorito de este post, aquel que se traslada después de descubrir la emocionante realidad, (en uno de los plot twist más alucinantes de los largometrajes documentales) donde todo era un cuento, un disparate que había alcanzado proporciones inconmensurables y la realidad era que Rodríguez estaba vivito y coleando. Y también había vivido bajo la ignorancia, no estaba consciente de la fama que poseía en Sudáfrica (ni el dinero que esto suponía), continuando sus días como un modesto trabajador que dejó olvidada su “fallida” carrera musical.
Pero es justamente esos minutos iniciales de su primer concierto en Cape Town lo que me pone al borde de la lágrima; la inquietud y conmoción de los asistentes trasmina la pantalla para llegar al espectador y ser casi parte de ese mágico momento, ese que tal vez Sixto esperó toda su vida y finalmente llegó. Un extraño caso de éxito retrasado, no por ello menos trascendental, pero sobretodo ÚNICO, del que podemos sentirnos prácticamente parte y compartir esa felicidad extraordinaria y sincera que se siente por otra persona; sí, por un desconocido.
Fue en ese momento cuando conocí cuánto me podía hacer vibrar un documental y desde entonces es que estoy más inmiscuida en el género. Uno de mis happy endings.