Momentos favoritos del cine: Showgirls
“La única… vez en los últimos veinte años que un estudio importante hizo una película de explotación completa, gigantesca y de gran presupuesto”. Quentin Tarantino.
“Una de las sátiras más honestas de los últimos años”. Eric Henderson.
“Verhoeven puede ser el satírico más valiente y seguro de Hollywood, en la medida en que logra hacer grandes películas de género que nadie sabe si tomar en serio o no”. Michael Atkinson.
Paul Verhoeven es uno de los cineastas más importantes de la historia, respaldado por obras como “Robocop”, “Total Recall”, Starship Troopers” o “Basic Instinct”. Sin embargo, no todo en la vida es perfecto, algún día tarde o temprano vas a tropezar, y mientras más alto llegas, más dura será la caída. Y tristemente este fue el caso del cineasta neerlandés, quien en 1995 estrenaría la peor película de su carrera: Showgirls.
Un thriller erótico con toques de drama que, incluso en su estreno, fue criticado fuertemente por la enorme cantidad de desnudos y escenas sexuales dentro de una historia que, a simple vista, no es más que un retrato del engaño que es el Sueño Americano y la deshonestidad dentro del proxenetismo y el trabajo sexual. Aunque pudo haber sido apropiado y entendible en la temática de la película, el erotismo resultó ser tan incoherente y exagerado que terminó comparándola con cualquier producción XXX. Si ese hubiera sido todo el problema, hablaríamos de un producto que al menos cumple con lo que promete, pero no. Entre un guion infantilizado, una caracterización de personajes que califica como misógina y unas actuaciones irritantes (sobra decir que este proyecto acabó con la carrera de Elizabeth Berkley y la hizo refugiarse en la televisión), fue nominada a 13 premios Razzie (récord que se mantiene hasta la fecha), de los cuales ganó 7: Peor Película, Peor Actriz, Peor Director, Peor Guion, Peor Nueva Estrella, Peor Pareja en Pantalla y Peor Canción Original.
Sin embargo, y a pesar de todos estos problemas, con el paso de los años ha ganado cierto culto, y no tanto como un gusto culpable o de esas “tan malas que son buenas”, sino de gente que genuinamente la defiende y cataloga como incomprendida (Jim Jarmusch, Adam McKay y Quentin Tarantino están a la cabeza del club de admiradores). Se ha dicho que, entre el tono ridículamente extravagante (o campy, según su definición en inglés), sus llamativos números de baile, sus desnudos excesivos, sus diálogos risibles y sus actuaciones exageradas, “esconde una sátira que sabe tomarse en serio como un cuento de estrellas nacidas moralmente en bancarrota de Hollywood”, “una alegoría vitriólica sobre Hollywood y venderse al sistema, como un lugar tanto de fascinación como de lucha y utiliza el melodrama como un medio excelente para exacerbar la crítica social”, llegándola a comparar con “All About Eve” o “A Star is Born”.
Estos mismos fans declaran que la cinta ha sido malinterpretada y la sátira pasada por alto porque “la película carece de las coordenadas y señales habituales para una crítica del vicio y la locura humana proporcionados por el sarcasmo, la ironía y el ingenio cáustico”.
Quizás también parte de esa admiración radica en que Verhoeven ha sido una de las pocas personas en recibir su Razzie en persona, y no es para menos, se necesitan muchas agallas, una autocrítica introspectiva y un sentido de la auto ironía bien marcado para ir y aceptar ese premio (que dentro de sus limitantes y falta de seriedad, es un galardón más honesto que todos los demás).
Y esto mismo aplica para Elizabeth Berkley, quien se atribuyó la responsabilidad de que su actuación no convenciera a nadie luego de que el director le exigiera actuar así. Fue un intento de querer ser tomada más en serio en la industria y deslindarse de su papel de “Salvados por la Campana”, pero el resultado final más bien da la sensación de que está en otra película. Nuevamente, sus defensores han dicho que su actuación es “la definición de un giro de estrella: absolutamente singular y cargada de una electricidad descontrolada”. Y esto es precisamente lo que nos lleva al momento favorito de hoy, quizás la escena más recordada de la película y que sea la razón de sus alabanzas secretas.
Según las palabras de Hugh Montgomery de la BBC: “Se beneficia de la metaautenticidad que proviene de una joven artista que hace todo lo posible para su oportunidad en el gran tiempo, interpretando a una joven animadora que hace todo lo posible por su oportunidad de triunfar. Pero más allá de eso, es una actuación emocionantemente surrealista y abrasiva, en la que los gestos y las expresiones se exageran hasta un nivel inhumano”. Catherine Bray añadió: “No se puede criticar la actuación por no ser realista. Eso es como mirar una pintura de Andy Warhol y decir ‘bueno, esos colores no son reales. Es una caricatura pop-art’”.
Tan grande es su culto que hasta logró procrear una secuela que es incluso peor que la original. Viniendo de la influencia que tuvo “The Rocky Horror Picture Show”, puede que también terminara influyendo en otros proyectos futuros cuya admiración estamos viendo (este fenómeno lo repetiría Tom Hooper 25 años después con “Cats”, que pese a ser una cagada, por lo menos se le aplaude por arriesgarse a entregar algo diferente). Quizás este experimento de encontrar pequeños trozos de oro entre la mierda sea necesario para la industria, porque así como las mejores películas no deben olvidarse, las peores tampoco, tal vez los más grandes admiradores puedan hallar valor más allá de lo evidente (sólo no anden por ahí convenciendo a la gente de que el producto es bueno).