Momentos Favoritos del Cine: Silence of the Lambs

“The Silence of the Lambs” (El silencio de los inocentes), cinta dirigida por Jonathan Demme, tiene muy bien ganado su lugar en los anales de la historia del cine, no sólo por los cinco Premios Oscar que se llevó en la ceremonia de 1991 (Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor, Mejor Actriz y Mejor Guion Adaptado), sino por brindarnos uno de los personajes más carismáticos y más temidos del cine, el Dr. Hannibal Lecter, magistralmente interpretado por Anthony Hopkins.

Sin embargo, este momento no está dedicado a él, es más, ni siquiera aparece en esta escena que no deja de ser una de las mejores de la película. Mi momento está dedicado a asesino serial Jame Gumb, mejor conocido como “Buffalo Bill”, interpretado también de manera maravillosa por Ted Levine.

Este hijo de la mala madre que lo parió se dio a la tarea de secuestrar a mujeres “robustas” o con “obesidad mórbida” (tal fácil que es decir gorda y ya, pero ya ven la corrección política) y matarlas de hambre, ¡de hambre! ¿Hay acaso muerte más cruel en este mundo? Ahí las tiene en un hoyo sin comer, pero eso sí, muy bien humectaditas para que la piel no se le reseque y su traje le quede muy bonito.

En su macabra alucinación por pasar de polilla a mariposa, “Buffalo Bill” sonoriza su metamorfosis con “Goodbye Horses” que interpreta Q Lazzarus. Desde esa escena de baile, el Sr. Levine dejó plasmada su imagen en la canción, no hay manera de escucharla sin traer a la memoria a ese personaje que fue creado de la “piel” de seis diferentes asesinos seriales de la vida real.

El Dr. Hannibal Lecter se roba la historia a pesar de no ser el asesino a perseguir, pero el complejo personaje de Jame Gumb tiene todo para ser memorable. Su perverso propósito quedó un poco confuso en la cinta ya que da la impresión de querer “transformarse”, no de querer crear una mujer para que lo ame, ya que según el Dr. Lecter, Gump no es un transexual verdadero.

Pues será el sereno, pero el fin no justifica los medios, mira que andar matando de hambre a mujeres adeptas al buen comer y bailar de esa forma para celebrar, no tiene perdón de Dios.