Momentos Favoritos del Cine: Stagecoach
No es ninguna casualidad que cineastas de la talla de Kurosawa, Scorsese, Spielberg, Eastwood, Truffaut, Bertolucci, Godard y Welles se hayan declarado en su momento ser influenciados de gran manera por la obra de John Ford. Más allá de ser uno de los maestros teóricos y técnicos del lenguaje cinematográfico, el Almirante, pese a su actuado despecho por el arte y el apego a lo que llamaba un “simple trabajo”, fue un revolucionado narrativo y visual que asentó a través de sus western muchas de las bases de desarrollo argumental y estéticas que se extendieron más allá del género, llegando hacia el cine de aventuras, ciencia ficción, samuráis, thrillers y de romance, por nombrar algunos.
Apenas platicaba ayer con mi colega y amiga Kim Tobías sobre las reglas de fotografía (Ella estaba viendo La Dolce Vita y yo la película en cuestión de esta columna), de cómo Fellini basaba su estética en la regla de tercios y otros como nuestro Dios Kubrick preferían de cierta manera la perspectiva a punto de fuga y la simetría en sus escenas. Quizá Ford no fue tan pulcro o estricto consigo mismo en su estilo, sin embargo su paleta de variantes, juegos de planos e incluso el posicionamiento del plano americano le ayudaron a ser uno de los primeros objetos de estudio y culto dentro de la historia, no solo usando las mencionadas técnicas, sino proveyendo a sus films de un manejo de la iluminación tanto creada como natural excepcional que compensaba el caminado y debilidad histriónica de un John Wayne para que este luciera imponente mientras se acercaba, bajo la luz de la luna, hacia su recién conocida y amada Dallas, o bien, descubriéndose de entre la oscuridad para acabar su venganza en contra de los hermanos Plummer.
Stagecoach de 1939 es nuestro foco de atención hoy y responsable de esas y otras muchas secuencias icónicas y fundamentales dentro del cine. Sin duda el primer gran western y aquel que no creó, pero si institucionalizó el conocido plano americano mientras Ringo Kid (Wayne) detiene a la vertiginosa diligencia. Ford tomó una idea original de Ernest Haycox (Bajo el guion de Dudley Nichols) y la convirtió en una odisea trepidante donde destacó por qué fue, es y será uno de los grandes almirantes del cine.
9 extraños (Un doctor alcohólico, un sheriff, el conductor, un vendedor de whiskey, un banquero, un jugador, un prófugo, una mujer que busca a su esposo y otra de dudosa procedencia) deben atravesar peligroso territorio bajo la amenaza de los ataques de los apaches de Gerónimo para así llegar a su destino y objetivos, los cuales son varios y se contraponen en ideologías mientras dentro de la diligencia y en los puertos donde paran a provisionar, las personalidad y sus misterios salen a relucir. Ford tiene un manejo magnifico del drama, romance, suspenso, acción y comedia al ensamblar a este equipo actoral en lo que resulta ser una de las químicas más entrañables del cine, personajes tan dispares y encantadores que solo se encuentran buscando un lugar y un nuevo sueño en esa peligrosa diligencia y que el cineasta sabe cómo estructurar y equilibrar.
Nuestro momento favorito, entre muchos ¡Demasiados! En esta cinta, es la persecución final a la diligencia, en el exacto instante cuando todos pensamos que esto se trastornaría más en un solo suspenso y una tragicomedia de variantes; un buen guiño de Ford, que decide posicionar este momento clímax en su último acto sin ser el cierre (Esa emotividad llegará solo minutos después ya en el pueblo) y que dispara el ritmo de la cinta también coronando la tensión sembrada a lo largo del film.
Retomando nuestra plática de la técnica visual y la fotografía, por favor presencien la dirección monumental de esta secuencia en donde LA DILIGENCIA será nuestro punto de perspectiva para desatar la acción sembrada en un plano panorámico asombroso (Y dentro del montaje aquellas típicas escenas de plano general a primer plano para dar detalle a los personajes y la acción de estos), adelantado a su tiempo y obra de un mítico director que solo “se dedicaba a trabajar”.
Para destacar un dato curioso. Años después se realizaría una renovación de la cinta a color, una horripilante decisión que lastimó de manera grave la fotografía en blanco y negro, repito… fastuosa
4 Comments
A propósito de la regla de los tercios, hay una anécdota que cuenta Spielberg sobre la vez que conoció a John Ford. Ford le enseñó unos cuadros y le preguntó qué veía en ellos; el joven Spielberg respondió que unos indios, unos caballos… y el veterano director lo mandó a callar. Entonces le dijo: “Cuando entiendas por qué el horizonte está arriba o abajo de la imagen, y no en el centro, puede que seas un muy buen cineasta. Y ahora vete al carajo”.
Respecto a la Diligencia, es una película que sigue asombrando, no me extraña que Orson Welles afirme haberla visto 100 veces antes de hacer Kane. Mi momento favorito es quizás el mismo que mencionas, aunque también tengo grato recuerdo de las escenas que comparten Ringo y Dallas, como aquella en el que el bandido es el único que se digna a darle agua.
Buen dato mi estimado, gracias por compartirlo
Totalmente una joya, quizá la mejor química que tuvo JOhn wayne en pantalla, todas sus escenas son memorables
Saludos mi estimado
Siempre me ha chocado que “coloreen” innecesariamente las películas. Los que hacen eso han de pensar que el cine a color no lo “inventaron” hasta el cine de ficheras. Y que todas las sombras que hay en las películas en blanco y negro es porque Alba Edison daba los focos muy caros. Estúpidos
Totalmente de acuerdo con usted estimado, se pierde esa unica cualidad de la fotografia blanco y negro