Momentos Favoritos del Cine: The Little Mermaid
Originalmente iba a escribir una reseña sobre la nueva versión, pero luego de leer las críticas de mis compañeras(os), la verdad es que no tengo nada que decir que pueda aportar algo diferente a lo que han dicho. Así que, en vez de ser redundante y repetir lo mismo que los demás, creo que sería mejor aprovechar el momento para recordar por qué la película original nos enamoró y siempre será recordada (mientras que la nueva no sobrevivirá en la memoria colectiva más allá de su año de estreno).
Tras sufrir muchos fracasos taquilleros e incluso una nula relevancia en más de 30 años (Disney se acercó al borde de la extinción, tanto que estuvo a punto de cerrar su estudio principal de animación), al estudio finalmente se le ocurre hacer otra película con una princesa de protagonista, y con la ayuda de Ron Clements y John Musker en la dirección, rememorando cómo fueron hechas en el pasado, no le quedó de otra más que rehacer todo desde los cimientos.
Por primera vez, Disney enfoca el cuento como si estuviese protagonizado por personajes reales, humanos. Ariel es un personaje mucho más moderno y que finalmente tiene personalidad en comparación con sus predecesoras, lo que no sólo la llena de vida, sino que la hace más proactiva al poder tomar sus propias decisiones ante el conflicto que atraviesa. Mirándola fríamente puede dejar entrever a una niña mimada, caprichosa e inmadura (y no niego que lo sea), pero esa sensación de aventura la hacen sentir empática y real hacia el público (incluso el romance resulta más creíble de lo visto hasta entonces, pues a pesar de que se enamoran y se casan en 3 días, esta vez es creíble porque hay contacto, química, miradas).
Adoro la forma en la que el agua está animada en sus diferentes formas, como está trabajada la iluminación y la forma en la que las burbujas son usadas para separar la superficie del mundo marino. También tiene el honor de ser la última película de Disney en usar el sistema de la cámara de múltiples planos, despidiendo al acetato y al pincel para abrirle el camino al mundo digital. La música de Howard Ashman y las canciones de Alan Menken se convierten en auténticos números musicales que ayudan a contrastar las situaciones que abarcan la melancolía, la vivacidad y el suspenso. Lo que nos lleva al momento favorito de hoy (dejo ambas versiones para que puedan disfrutarse).
El resultado es digno de aplauso, asombro y brillantez, pues mientras sus predecesoras gritaban a los cuatro vientos y a la audiencia sus aspiraciones, pero no hacían más que esperar a que esos anhelos tocaran a su puerta por azares del destino, Ariel sale a buscarlos por su cuenta. Muestra la determinación a la que llega, al punto de renunciar a todo con tal de conseguirlos, esa curiosidad que tiene por el mundo humano y los deseos que alberga en su corazón. El hecho de que sea capaz de tomar sus propias decisiones ayudó a la compañía a configurar a sus personajes clave y le abriría a muchos otros nuevos (sin mencionar que sus acciones proponen ciertos caminos dentro de la historia).
Al igual que las voces de esos seres mitológicos, embelesa de inicio a fin por la puesta en escena bien cuidada del universo planteado, por la música que enmarca las acciones de los personajes, y por una protagonista que moderniza el arquetipo de princesa, pero permanece fiel sus orígenes (algo que parece que a muchos parece avergonzarles hoy en día).