Monos: Un salvaje coming of age

En medio de la oscuridad de la selva, por un sinuoso camino a lo lejos se ven las luces de un carro. En la sombra, ocultos entre los arbustos se encuentran tres sujetos, que camuflados con pintura negra y lodo, observan cómo las luces se aproximan hacia ellos, armados con rifles de asalto y armas militares emboscan al auto. La escena corta a un prado verde en medio de la selva, y un grupo de adolescentes todos pintados de negro y lodo hacen una extraña danza, mientras de fondo la música va in crescendo. Si bien solo por este fragmento de la película podría decirse que sería una nueva versión del “Señor de las moscas”, Alejandro Landes toma ciertos elementos de la misma para dotar a su historia de un elemento muy importante para el desarrollo. Landes construye un relato que al principio podría parecer muy pequeño, una cinta sencilla con la ventaja de estar rodeado de una increíble naturaleza y sin invertir en grandes sets; pero que al final, la película si llega a una manufactura grande y compleja, que en términos visuales se ve y se siente impresionante.

En lo alto de una montaña un grupo de adolescentes se encuentra entrenado a la voz marcial de su comandante; ellos forman parte de “La Organización” y su misión arriba en la montaña rodeados de una densa selva, es el de mantener cautiva a “La Doctora”; ellos se autodenominan”Monos” y funcionan como la retaguardia de toda una “Organización”. Su otra misión es el de mantener con vida a una vaca de nombre Shakira; así estos ocho monos pasan sus días entrenando y sus noches en medio de peleas, bailes, juegos, con el alcohol pasándolo entre todos y dejándose llevar por las hormonas como cualquier otro adolescente.

Sin una pieza eje en la historia, Landes hace de la historia una película coral donde no hay protagonista que lleve sobre sus hombros la trama, al contrario, va pasando su cámara de personaje en personaje para irlos conociendo; sin nombres reales, todos usan apodos y sobre todo imitan el chillido de un mono poniéndose la palma de la mano sobre la boca, este sonido como uno de guerra, uno en el cual los va despojando de toda humanidad, hacia su lado más salvaje; y es eso lo que Landes hace con los “Monos”, quitarles su humanidad, pues siendo adolescentes deberían de estar preocupados por tareas y ensayos, en lugar de estar escondidos en lo más profunda de la selva funcionando como un ala paramilitar de una organización.

Esta adolescencia perdida se siente más en la segunda parte de la película, donde por causas ajenas a ellos se ven obligados a luchar contra el enemigo. Con esto su misión cambia y los superiores los mandan al otro lado de la selva protegiendo a la “Doctora” cautiva. En este punto ellos ya no son los que eran cuando estaban arriba en la montaña. Algo ha cambiado, y se ve perfecto en el tono, los paisajes de fondo, pero sobretodo entre ellos, pues lo que pensaban que era como una extraña familia, se desmorona enfrente de sus ojos y los lazos se rompen, y así todos irán pagando uno a uno por las atrocidades que hicieron en su pasado.

Lo mejor de la película es la atemporalidad que maneja; si bien es por los acentos de los personajes que nos indica el posible país en el que están, el espectador puede a la perfección acomodar la situación y el espacio para decir que estamos en Colombia con jóvenes pertenecientes a las FARC; lo interesante de esto es que no necesariamente son las FARC, ya que por lo lamentable de la situación mundial, está historia puede estar situada en cualquier parte del mundo, tan atemporal podría decirse que solo por el vestuario inicial de algunos personajes muy estilo punk usando corazas y faldas tipo escocesas, la película bien podría ser futurista, pero el director no está interesado en mostrarnos eso, y por un lado la película tampoco lo necesita.

Lejos de los convencionalismos del género bélico, Landes logra todo un viaje denso, caótico y sobre todo salvaje a lo más profundo de la psique humana. Tomando los mejores elementos del “Señor de las Moscas”, “Pelotón” o el mismísimo “Apocalypse Now” y hasta lo hecho por Mel Gibson en “Apocalypto”, la película va subiendo su apuesta como un drama bélico. El estilo visual de la película en parte se debe al uso de escenarios naturales y el uso de luz natural haciendo que la fotografía de Jasper Wolf luzca de forma preciosa (la secuencia donde tres personajes comen hongos alucinógenos es una joya). Sobre todo con la música que va muy de la mano, Mica Levi se en carga de realizar un score lleno de leit motifs que acompañan a los personajes a lo largo de la película, usando sintetizadores, tambores, instrumentos de viento la música se vuelve hipnótica.

Siendo el tercer largometraje de Landes, el director entrega un coming of age salvaje y decadente, con una cámara en movimiento constante y que gracias a su audacia visual y sonora, logra que una historia sin un guion claro te mantenga al borde del asiento.

 

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