Nadie nos va a extrañar… ¿o sí?

Yo también trafiqué con mi conocimiento en la prepa. Hacía los ensayos de Filosofía y Literatura, ya no me acuerdo cuánto cobraba. Mi profe Margarito se dio cuenta, así que un día me mandó llamar y me dijo: Del Toro, sólo espero que estés cobrando algo que valga la pena por lo que haces… pero déjalos pensar también a ellos, yo sé que sí pueden y sé que tú también.

Dicen que la adolescencia es universal y que las desgracias son personales (lo que para mí puede significar el fin del mundo, a ti te puede dar risa), pero hay algo en “Nadie nos va a extrañar” que la hace particularmente mexa.

Más allá de las notas de Caifanes salpicadas por gotas de un jugo Boing de triangulito, hay detalles que sólo en esta tierra cobran relevancia más allá de los argumentos de una historia entre 5 chavos que el destino se encarga de convertir en amigos; una piel morena con nombre náhuatl, una belleza que escapa a los cánones, un güero galán y cero amanerado descubriéndose gay, un sobrepeso femenino que jamás incomoda (todo lo contrario) y un fresa sin la más mínima intención de serlo.

Arquetipos perfectamente construidos en una realidad que no podría ser otra más que la de aquellos convulsos años 90s. Donde ser el raro no era la moda, la carrilla era el pan nuestro de cada día, salir del clóset no era un éxito, el sexo era un tabú, la gordura una gracia y el suicidio un sacón de onda tremendo. ¿Años maravillosos? Juzgue usted mismo.

La magia de “Nadie nos va a extrañar” radica en los detalles de la nostalgia. En una fotografía que embellece planos cotidianos que van desde un Video Centro hasta un uniforme, en actuaciones pueriles (aunque por momento un tanto acartonadas) pero que saben y huelen a esos años… a las plumas de colores, al salón después de receso, a paleta de semáforo o los ‘nerds’ de importación. Mención aparte lo de la maravillosa banda sonora que pasa lo mismo por Duncan Dhu que por Proyecto Uno, Magneto, Neón o el guiño más tapatío a Cuca, además de dos piezas joya y clave de esa década, Annabelle Ferreira y la Maestra Jimena, todo un acierto.

Aquel lejano DF del error de diciembre, de la crisis, de la muerte de Colosio, el levantamiento del EZLN y otros sucesos convulsos que marcaron a la nación azteca, son el caldo de cultivo perfecto para enmarcar en silencio la historia de los super amigos, esos que pudimos ser usted o yo.

Todo está muy bien, pero… dígame que no soy la única que más allá de la desgracia que desgaja (de alguna forma) esa historia, no merecía un final más redondo. No digo que una sentencia en forma de “y vivieron felices para siempre” pero sí algo que diera un cierre o el último de los casos, un continuará.

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Cat Movie Lee    


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