No estábamos preparadas(os) para Parásitos

Algunos de los problemas estructurales de los que más se hablaron en 2019 fueron el capitalismo tardío, la división de clases sociales y los conflictos que se derivan de la combinación de estos dos. En cines, varias películas del año intentaron lidiar con estos temas tan complejos con resultados variados, desde las comedias que satanizan a las familias adineradas (Ready or Not) hasta películas de supervillanos que quieren verse más profundas tocando temas superficialmente (Joker), pasando por películas sobre crimen que se pierden en la exposición (Hustlers) y brillantes dramas que exploran a un personaje sumido en el aislamiento laboral (La camarista). Dentro de esta temática está la octava película del sudcoreano Bong Joon-ho, Parasite, una fuerte sátira sobre la forma en la que todos nos explotamos mutuamente en el presente.

Kim Ki-woo y su familia, todos desempleados y viviendo en un departamento semi-subterráneo, toman un interés particular con la adinerada familia Park, infiltrándose en su casa y sus rutinas cotidianas. El guion de Bong y Jin Won Han se encarga de delinear bien a todos los personajes y hacerlos moralmente grises, de tal forma que, aunque se pueden comprender los motivos, no se justifican sus acciones; a diferencia de las películas estadounidenses, sí profundiza en los “antagonistas” de clase alta, de tal forma que también les conocemos y podemos entender su punto de vista y motivaciones. Más allá de buscar generar controversia al retratar una eterna lucha de clases con una visión binaria, Parasite presenta las complicadas y co-dependientes relaciones entre las personas, las dinámicas entre clases y las luchas dentro de individuos dentro de las mismas clases sociales. Hay tanto qué apreciar y analizar que vale la pena verla más de una vez; hasta la segunda vez que la vi entendí, por ejemplo, que el personaje de Moon-gwang, la antigua ama de llaves de los Park, era de clase media venida a menos.

Los temas en la historia son reforzados tanto por el diálogo como con el uso de símbolos, olores y texturas para que tengan mayor resonancia; los giros narrativos profundizan en los personajes y sus filosofías de vida, mientras que las diferencias en el tono entre la primera y la segunda parte de la película, que balancea la comedia y un oscuro thriller con riesgos cada vez más altos, son hilados impecablemente gracias a la edición de Jinmo Yang. Las actuaciones son magistrales, en especial las de Kang-ho Song, frecuente colaborador de Bong, y Woo-sik Choi; la cinematografía de Kyung-pyo Hong es bellísima y fluye como el agua, mientras que la banda sonora de Jaeil Jung es una de las mejores del año.

Aprovechen el regalo de Navidad de las distribuidoras mexicanas y disfruten Parasite en alguna sala de cine. Es, sin duda, una experiencia única, que rara vez llegamos a ver en nuestras salas.

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