No Other Land: La película que Hollywood no quiere que veas
Hace no menos de un año, en su discurso al recibir el Oscar a Mejor Película Extranjera por The Zone of Interest, su director Jonathan Glazer expresó cómo la deshumanización puede llevar a ignorar conflictos donde personas inocentes están muriendo, como sucede con la ocupación en Gaza. No hace falta decir que, a raíz de estas declaraciones, recibió una fuerte ola de críticas.
A estas alturas, sabemos que los discursos en la meca del cine estadounidense sobre causas político-sociales suelen ser selectivos. Pueden producirse cientos de películas sobre el Holocausto o documentales sobre la guerra Rusia-Ucrania (desde la perspectiva ucraniana), pero respecto a Palestina, ni pio. Los motivos son claros: una gran parte de productores y figuras influyentes en Hollywood son de origen judío, lo que explica, en parte, su silencio sobre el tema. La polémica ha resurgido este año con el documental No Other Land, que aborda la ocupación israelí en una zona de Gaza. A pesar de ser considerado uno de los mejores documentales del año, de ganar múltiples premios y de ser nominado en varias categorías importantes en varios círculos de critica (incluyendo mejor dirección), no ha logrado asegurar un distribuidor destacado, lo que sugiere un posible caso de censura.
No Other Land ha sido incluso acusada por políticos alemanes de antisemitismo, aunque uno de los directores, de origen judío, ha señalado que el antisemitismo fue precisamente lo que llevó al exterminio de su familia ¿Es esta acusación cierta?
No Other Land se puede catalogar como un documental de denuncia. A través de varios materiales estilo cámara en mano, sus directores documentan la destrucción de Masafer Yatta, una zona de Cisjordania. Al estar cerca de un área militar israelí, comenzó a ser desmantelada poco a poco, lo que resultó en la demolición de miles de hogares y el desplazamiento de sus habitantes, quienes terminaron viviendo en cuevas o, en muchos casos, sin techo.
El joven activista Basel Adra, originario de Masafer Yatta, se dedicó a filmar estos abusos y a organizar protestas contra las acciones de la milicia israelí. Estas protestas desencadenaron represalias que incluyeron el encarcelamiento de su padre, ataques a la comunidad y la muerte o incapacitación de varios de sus habitantes.
A pesar de estar filmado en un 50% como un footage, No Other Land demuestra la potencia que puede tener una imagen. La crudeza de su fotografía es una denuncia clara de los abusos cometidos por el ejército israelí, que en este caso (y en otros) despoja a personas inocentes de sus hogares, obligándolas a vivir en condiciones deshumanizantes. Esto contrasta con la narrativa de la prensa local, que los presenta como una amenaza nacional. En este punto, la película podría limitarse a ser un documento visual periodístico sobre la ocupación, mostrando, como diría Glazer, la deshumanización extrema que deja localidades desiertas. Sin embargo, lo que eleva a No Other Land es la narrativa personal de sus directores.
Basel Adra fue apoyado en la realización del documental por Yuval, un periodista israelí que contribuyó a dar visibilidad mediática a la situación en Masafer Yatta. Este enfoque añade una dimensión única a No Other Land, que trasciende lo periodístico para convertirse en cine. La colaboración entre Basel y Yuval, dos personas con visiones diametralmente opuestas por sus contextos étnicos y culturales, refuerza el mensaje de que, a pesar de las diferencias, es posible construir puentes.
No Other Land no evita mostrar los conflictos, tensiones y prejuicios derivados del hecho de que el propio pueblo de Yuval está destruyendo el lugar de origen de Basel. Esto genera cuestionamientos sobre la autenticidad del apoyo de Yuval y sobre cómo las diferencias culturales y sociales han moldeado sus realidades. Aun así, la película destaca cómo, a través de la convivencia y el respeto, es posible encontrar humanidad en medio del caos.
Esto distingue a No Other Land de otros materiales. No solo refleja la deshumanización de una situación devastadora, sino que también propone un contraste a través de una narrativa personal. Aunque podría parecer un mensaje trillado de “Stop War, Make Peace”, evita el cliché al presentar un camino crudo, lleno de segregaciones y dificultades. Sin embargo, muestra que, mientras el respeto y el cambio sean el objetivo, las barreras socioculturales pueden superarse. El documental no sobre explica las situaciones ni subestima al público. La simple imagen de una escuela destruida, la frustración de Basel y su cansancio mientras una excavadora avanza al fondo, transmite perfectamente la gravedad de un conflicto que diariamente cobra vidas y degrada la dignidad de muchos otros.
Calificaciones
Guion: 4.1
Dirección: 4.0
Extras: 0.5
Calificación total: 8.6
No Other Land está lejos de ser una película antisemita o propagandística. Es un documental que pide un alto a la deshumanización provocada por la guerra. Promueve el respeto por la dignidad humana, independientemente de las posturas políticas, y muestra que, a pesar de las diferencias, podemos convivir. A pesar de lo crudo de su relato, su parte final deja un aire de esperanza: la posibilidad de que un conflicto de casi 100 años llegue a su fin. Sin embargo, también nos invita a reflexionar: conmovernos no es suficiente; debemos actuar.
Recomendada no importando su postura política en este conflicto, especialmente porque es más que un reportaje de denuncia, es un testimonio de la unión entre polos opuestos hace la fuerza. Hay cine que es necesario ver y difundir. No Other Land pertenece a esa categoría.
“-Creo que la gente necesita descubrir como generar cambios, esa es la cuestión. Alguien ve algo, se conmueve ¿y luego qué?
-Eso es.
¿Qué podemos hacer?
-Ojala podamos cambiar está realidad de mierda
-Ojala”