No voy a pedirle a nadie que me crea: Sátira al mundo de las ideas y letras
Fernando Frías (“Ya no estoy aquí”) había demostrado en su ópera prima ciertos elementos que lo atribuían como uno de los directores mexicanos más prometedores. El grado de ejecución en la película “No voy a pedirle que me crea” termina por ser mucho más alto, dado que adaptar el lenguaje literario al cinematográfico no es un trabajo sencillo, especialmente cuando la obra tiene como base el absurdo. Afortunadamente sale bien librado, y desde sus secuencias iniciales (que incluyen la presentación de los títulos a través de escenas pornográficas), sabemos que en este microcosmos todo será posible.
Cine negro a la mexicana
La historia va de un joven aspirante a escritor que recibe una beca en España y que, por accidente, termina viéndose involucrado en una red criminal en la cual estará obligado a seguir las órdenes del jefe de la misma a cambio de proteger a sus seres queridos. Dentro de este enredo, se involucra su novia Valentina.
El relato que se nos cuenta es bastante oscuro y trágico, con tintes al cine negro, deconstruyendo en su paso algunos arquetipos, desde nuestro protagonista, un pusilánime, hasta el rol de la mujer (Valentina), quien se convierte en el conductor entre la audiencia y el público y que termina siendo la verdadera protagonista de esta historia, como la perspectiva íntima de todo este caos. Otro detalle de la película son las diferentes perspectivas de un personaje a otro, haciendo distinción en una narrativa más intimista (como la de Valentina), el tono jocoso de la novela escrita por Juan Pablo, y el tono en tercera persona de los secundarios.
El salvavidas del humor
A pesar de que está anclada al thriller, la película introduce pinceladas de sátira social principalmente cargada contra el mundo de la literatura y el ámbito académico. En este punto, podría pasar que la comedia se coma a la película, pero es todo lo contrario, pues la cinta utiliza el humor solo como recurso, incluso haciendo referencias al estilo clásico y noir de Hollywood de los 40.
Así como con el libro, el objetivo es hacer una crítica punzante hacia el exceso de pretensiones intelectuales de muchos autores, que más allá de ser una abstracción de la realidad, terminan por estar (a veces) más alejados de la misma. Por eso, el foco principal de la parodia está en las formas de los escritores para generar la discursiva, así como en las principales corrientes de pensamiento y en el mundo académico-activista. Sin embargo, nadie está a salvo de esta crítica ácida, pues incluso aprovecha para burlarse de todos los estereotipos socioculturales (el clasismo, españoles, argentinos, la gentrificación, el esnobismo).
¿Cuál es el objetivo de hacer un thriller con tonos autorreferenciales a la literatura, farsa, parodia y crítica? Como el mismo protagonista de la cinta lo dice: “La risa surge de la idea de superioridad del que ríe porque, en el fondo, sabe que él está a salvo”.
El relato que cuenta es pesimista, al punto de que tiene que usar el “reír para no llorar” y condensar el tono para hacer que el público se sienta a salvo; en otro sentido, intenta plasmar temas sociales como el machismo, mestizaje, racismo, como desconstrucción global para hacer sentir a todas las partes que, bajo la mirada aguada del humor, ninguno está a salvo, un arma de doble filo que probablemente no caiga bien a todos. Quizás uno de los defectos del guion, a pesar de ser su cualidad, es que abarca demasiadas ideas e irónicamente podría desechar algunas y aligerar la carga de este barco.
Quizás toda la disertación sería inútil si no fuera por el excelente trabajo técnico de Frías y su equipo, quienes, gracias a los distintos enfoques de cámara, así como los diferentes tonos en luz y color que maneja la fotografía, logran distinguir y marcar la pauta de un género a otro. En la parte del thriller, el encuadre es más cerrado, como si estuviera introduciendo una cámara escondida en la escena. Las escenas de comedia son más abiertas y dan la oportunidad de respirar después de la tensión. Ninguna de las secuencias está sobrepuesta y el ritmo de la película es excelente.
En cuanto a las actuaciones, Yazbek está en un papel acorde a su perfil, pero quienes se llevan las palmas son Natalia Solian y sorprendentemente Alexis Ayala, interpretando al antagonista principal, quien demuestra que fuera de las telenovelas puede lucirse.
Calificación
Guión: 2.8 – Su historia es interesante y se aplaude su mezcla de thriller y farsa, pero a veces su discurso intelectual puede sentirse excesivo.
Dirección: 3.3 – Frías y su equipo se lucen técnicamente.
Actuaciones: 1.8 – Alexis Ayala y Natalia Solian son los MVP.
Extras: 0.5 – Buen sonido y buen diseño de producción.
Calificación: 8.4
“No voy a pedir a nadie que me crea” es un experimento arriesgado al llevar la literatura a la pantalla grande y, aunque durante el proceso existan detalles, gracias a la habilidad técnica de Frías es una buena adaptación cuyo objetivo principal no es tomarse tan en serio, utilizando el humor y la autocrítica como bálsamo. Es ahí donde la película se siente sincera, pues cuando uno aprende a reírse y bromear.
No pediremos que nos crean, pero al menos que la vean.