Nosferatu: Más romántico, pero da menos miedo

Hay que admirar algo de Robert Eggers, y es la valentía que ha tenido para, sin miedo, hacer una adaptación a su propio estilo de una de las películas más legendarias del género de terror y un patrimonio cultural del cine: Nosferatu. Un resultado que, si bien es valiente, no deja de tener irregularidades.

El primer acierto de Eggers es intentar construir una historia de origen diferente, siendo en esta versión la protagonista principal, Ellen Hutter. En un primer acto parecido a The Witch, Ellen se convierte en la llave que le abre la puerta al mal, personificado en Nosferatu: un alma inocente que, en busca de compañía, termina recurriendo a los demonios antes que a los ángeles.

Por desgracia, pareciera que la cinta opta por otro camino y comete el error de seguir viviendo a la sombra de la mítica obra de 1922, replicando, con algunas variaciones, la misma estructura narrativa. Es como querer emular un platillo clásico, proponiendo algo nuevo, pero sin crear una estructura diferente.

Considerar este enfoque “Eggersiano” quita peso a la parte del terror, volviéndolo más espiritual, psicológico e incluso dramático. La poca tensión que se genera proviene de las consecuencias de la entrada de Nosferatu en la vida de Ellen (el mundo de los espíritus), pero la causa (el vampiro) queda relegada. En esta mezcla más lógica que fantástica, Eggers no encuentra la manera de equilibrar ambos elementos con la misma sensación de peligro, y por ello, el terror pasa a un segundo plano, especialmente porque Nosferatu es retratado como un vampiro y/o espíritu enamorado y obsesionado, más que como una fuerza de la naturaleza inevitable. Como consecuencia, el personaje pierde cierta aura de miedo.

Por otro lado, da la sensación de que, fuera de unos cuantos personajes, el resto está consciente de este “mundo oscuro”. Uno de los detalles que hizo que Nosferatu de 1922 fuera impactante fue la incredulidad, especialmente de los personajes principales, y cómo la llegada de Nosferatu los tomaba por sorpresa. Aquí, ese impacto se pierde por completo.

Un ejemplo es Thomas Hutter, quien, al carecer del elemento del “Libro de los Vampiros” que guiaba a los personajes hacia la anulación de su incredulidad, se convierte en un personaje gris cuyo único propósito es firmar el contrato con el Conde. Su rol es tan prescindible que, incluso sin su presencia, los hechos habrían ocurrido de la misma manera y probablemente de forma más rápida. Es lamentable que Eggers no encontrara otro propósito para él al intentar replicar la misma estructura.

Otro detalle es la cantidad de referencias al mundo vampírico que se omiten: ya no es necesario llevar la tierra de origen y, sobre todo, lo que más incomoda es la eliminación de la regla de que una virgen debe distraer al vampiro con el canto del gallo. Este elemento, al desaparecer, rompe el símbolo principal de la maldad siendo atraída por la inocencia y viendo su derrota en la pureza de la misma, reduciendo la caída del villano a una simple calentura.

Aunque Eggers siempre ha manejado un tono entre el terror y la comedia negra, aquí la historia se toma demasiado en serio, lo que genera un choque tonal. En The Witch, esto funcionaba por las características de los personajes, y en The Lighthouse ayudaban los momentos surreales. Sin embargo, en Nosferatu, el enfoque estoico termina resultando discordante.

Fuera de la parte narrativa, estéticamente es una película bien fotografiada, destacando el excelente manejo de luces, que permite retratar la oscuridad del relato mientras mantiene la verosimilitud de la época. Es una de las propuestas más cercanas al estilo gótico de Drácula y, sin embargo, la forma de encuadrar las escenas, así como la manera de retratar los rituales oscuros y el uso del color, siguen imprimiendo un sello de autenticidad cercano al folclore gótico.

La actuación de Lily-Rose Depp podría considerarse un top del año, especialmente porque representa dos perfiles: el dramático, al vivir atormentada por las consecuencias de la entrada de Nosferatu, y el físico-espiritual, al reflejar los atisbos de adentrarse en un terreno intangible y desconocido. Una vez más, Eggers saca lo mejor de sus actores.

Calificaciones:

Guion: 2.3

Dirección: 2.9

Actuaciones: 1.8

Extras: 0.3

Calificación final: 7.3

La propuesta de Eggers encuentra su valor en la parte estética, pero su tibieza al intentar no parecerse a la propuesta de 1922, pero calcar el 90% de su estructura, genera vacíos que no supo llenar para solidificar esta mezcla. Se entiende la pesada sombra que Eggers tenía sobre sus hombros, y quizás su miedo al rechazo lo llevó a retroceder en un giro narrativo. Un enfoque completamente diferente habría elevado esta película, solidificando su propia voz en lugar de intentar caminar sobre las huellas de un clásico intocable.

Dejando de lado lo crítico y solo como fanático de la obra original, una pieza fundamental del séptimo arte, le quiero “romper el hocico” tan solo por pensar en hacer un remake de una película atemporal que sigue funcionando. La sola presencia de Max Schreck en 1922 sigue siendo escalofriante, mientras que Bill Skarsgård está lejos de alcanzar ese nivel de impacto, siendo uno de los mayores puntos débiles de esta versión.

Ese es el problema de Nosferatu (2024): bello en estética, pero falto de sustancia; hipnotizante, pero poco espeluznante. Este vampiro es más espiritual, más dramático y más romántico, pero menos terrorífico.

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Acerca del autor

El Cine Actuario   @maxpower_ar?s=09   facebook.com/dvclocblog

Actuario/Economista, Amante del Cine, Devoto de Dios, Intuitivo, Curioso, Rockero de corazón, Fanático de los Libros y del deporte de las tacleadas, quesero, colchonero, diablo rojo. "Las estadísticas son la forma en que las matemáticas cuentan las historias" "El arte es una ciencia y el trabajo del critico al igual que el del investigador es exponer sus axiomas y teoremas al mundo" "Estar de acuerdo, en no estar en desacuerdo es saludable"


3 Comments

  • Obvio tenia que salir el lacayo chilloncito del fett a quejarse de todo solamente por generar polémica barata y sin sentido, de esa misma de la que tanto se quejan!!

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  • No será porque; al igual que le pasó a Del Toro con su Cumbre Escarlata, alguien vendió esta Nosferatu como un película de terror cuando realmente no lo es, sino más bien un relato «gótico».
    El «terror» de Eggers siempre se ha caracterizado por ser uno más folk y lo que más te deja no es una sensación de miedo sino de un wtf (por manejar algo más coloquial) y por no decir: «No entendí». Textualmente: todas las películas de Eggers que he visto (algunas mas de dos ocasiones) en compañía, las y los acompañantes en turno han dicho que al final no entendieron.
    Coincido prácticamente en todo lo que has expuesto pero también es importante señalar que Eggers nunca ha mostrado ser tan convencional y le guarda respeto (en este caso demasiado) a su fuente de inspiración

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