Olmo: El “coming of age” mexicano que Todos necesitábamos
En “Olmo”, su primera película luego de 12 años de ausencia, el cineasta Fernando Eimbcke vuelve a acometer los sentimientos y emociones que emanan del ente adolescente, en este caso del personaje principal con el mismo nombre que el título de la película, joven instalado en un contexto fronterizo al final de los años 70’s y presa de esos laberínticos instintos que derivan de la edad de la punzada y de las piernas de una muestra femenina que venenosamente vive a unas cuantas casas de la suya. Es así como Olmo, con ayuda de su amigo Miguel (uno que todos quisiéramos tener), debe encontrar la manera de dejar solo por una noche a su padre (Gustavo Sánchez Parra), aquejado por una esclerosis múltiple que le impide moverse, para asistir al llamado convenenciero de su “tentación” llamada “Nina” con quién se ha comprometido a prestarle una tornamesa para su prometedora fiesta, desobedeciendo además las órdenes de su madre camarista.
Y es que lo que pudiera sonar como una muestra más de la obsesión que tiene el otrora director de videos musicales con la edad adolescente, “Olmo” despunta de una forma insospechada para conformar fotograma tras fotograma un encantador “coming of age” donde temas como la incomunicación entre padres e hijos, el desamparo de las enfermedades físicas, el veneno de la tentación sexual y por supuesto la camaradería de la amistad y la hermandad, conviven sin empachar nunca al espectador, pues la película, por profunda que pudiera ser, nunca pierde ese aire esperanzador y carismático que siempre deja sembrado el cine de Eimbcke en el espectador.
Profunda sin ser aburrida, conmovedora sin llegar al melodrama y divertida sin perder la brújula de lo que quiere contar, “Olmo” es uno de los relatos más carismáticos del 2025, apoyado enteramente en una actuación estupenda de Sánchez Parra (por si a alguien se le había olvidado el gran actor que es), quién imposibilitado a moverse, y solo con su voz y gestos nos transmite la exasperación y la impotencia psicológica de un ser no sólo aquejado por una enfermedad que lo limita físicamente, sino también por uno de los peores males de la vida adulta: la imposibilidad de relacionarnos y comunicarnos con los hijos de la forma que quisiéramos.
Mención aparte también para el casting juvenil que no pudo ser más acertado, pues al terminar “Olmo” uno no se imagina a otras caras interpretando a estos seres entrañables repletos de anhelos y esperanzas.
En suma, Eimbcke mezcla el carisma-amistoso de “Temporada de Patos”, con la nostalgia y profundidad de las relaciones padre-hijo de “Lake Tahoe; lo adereza con esas madres “encantadoramente defectuosas” que ya mostró en “Club Sandwich” y complementa todo con una selección musical de los más ecléctico y la “onda chicana” rondando en todo momento. El resultado: pedirle al director que no vuelva a tardarse 12 años en filmar.