Oppenheimer: El Oscar necesario para una industria en crisis
Más que preguntarnos por qué Oppenheimer no debió haber ganado (teniendo a siete películas superiores compitiendo en la misma categoría), su victoria, desde el punto de vista corporativo – mediático es una de las decisiones más correctas de la Academia en los últimos años. Y es que, analizado como el gran blockbuster que fue, representa a una especie de producción que está en peligro de extinción.
Ya sabemos que rara vez la mejor película hollywoodense gana en estas entregas, y que por lo general lo hace la opción óptima y adecuada al discurso político, mediático y/o comercial mucho más conveniente en ese momento.
Hoy la maquinaria de Hollywood opera de manera distinta a su modelo de hace algunas décadas; la mayoría de las películas comerciales son hechas de una manera prefabricada, basando sus guiones en estudios de mercado, teniendo a 5 guionistas trabajando en el mismo libreto, un director que tiene nula injerencia en el aspecto creativo y que prácticamente todo el control lo ejerce el productor que, en base a las tendencias comerciales, moldeará una película adepta a todo público para su consumo masivo y sin ningún distintivo autoral o artístico, como una comida rápida, como una hamburguesa de McDonald’s.
Atrás quedaron los tiempos dónde los productores depositaban la plena confianza en los creadores, dónde su idea era respetada y tenían injerencia directa en la representación final del producto. Eso es cosa del pasado, y personas como Martin Scorsese, bastión de la última generación dorada de cineastas americanos, lo han confirmado en variados medios etiquetando a este tipo de cine actual en Hollywood como “prefabricado”, atribuyendo a qué cada vez se siente que hay menos alma y autenticidad.
En este sentido, Nolan es quizá (y recientemente junto a Gerwig) de los pocos directores a los que se les otorga el 100% del control creativo de una película, que se les dan presupuestos enormes para materializar sus ideas y que tienen la capacidad de atraer al público. Una especie de combinación entre cine de autor y película comercial poco vista en el actual de Hollywood.
En ese sentido, el “Barbenheimer” representó un fenómeno no solamente mercadológico sino un rompimiento del esquema tradicional de los últimos 5 años, donde dos con pleno control creativo de sus directores y que no sean basadas en una cinta de superhéroes o franquicias, recauden más de mil millones y que, en el caso de Oppenheimer en particular, sea más especial porque es un biopic del creador de la bomba atómica con una duración de 3 horas. Prácticamente rompe todos los moldes de manual que el productor de Hollywood tradicional tiene en su cabeza.
Y es que con todo y los defectos que Nolan pueda tener (especialmente a nivel de guionista), no cabe duda de que es uno de los mejores directores a nivel técnico y que sabe cómo hablarle al público común (aquel que quizás no es tan clavado en el cine) dentro de una estructura tan caótica como lo vive el cine actual y el entretenimiento con los servicios de streaming, Youtube y Tik Tok. Que un cineasta tenga la capacidad, desde el punto de vista narrativo (y con ciertos atisbos de calidad), de atraer a las masas al cine es una habilidad que debe ser valorada.
Nos guste o no, gente como Christopher Nolan es necesaria para el estatus del cine actual, con obras decentes, auténticas y que aún con todo y sus viscitudes, se note que lo que estamos viendo es la perspectiva desde el cerebro y corazón del autor, y no como un producto prefabricado y robótico.
La Academia ha sido clara en su mensaje y ha decidido premiar al fenómeno Oppenheimer y ponerlo como un modelo a seguir dentro de una industria que está en crisis, donde la perspectiva extranjera cada vez le come más el mandado (Godzilla y la Sociedad de la Nieve es un ejemplo), y donde sus blockbusters, con contadas excepciones, son en su mayoría malas películas que ni siquiera llegan a completar el presupuesto. En este panorama quizás es hora de que, como dijo Codd Jefferson en su discurso de aceptación por el guion American Fiction, dejen de invertir 200,000 MDD en el próximo gran hit Taquillero y empiecen a invertir 1000 o 5000 en cineastas con potencial, pues sino lo haces de esa manera, ¿Cómo encontrarás al próximo Scorsese, Spielberg, Nolan? Quizás momento de dejar de darle las llaves a la tendencia y al producto chatarra y le des el asiento del conductor al director, al guionista, a aquel que desde su silla y su laptop tiene algo que decir, un discurso, una visión. Nolan salió al mundo con una cinta llamada “Memento” y ahora con Oppenheimer ya te demostró ganar millones de dólares y unos cuantos Oscars ¿Cuál es el miedo?
Esperemos que el Oscar de Oppenheimer sea el parteaguas de un boom de directores(as) en Hollywood, que sea punta de lanza para ver nacer a una cuna de cineastas distinguidos y enterrar la época fantasmal de los productos prefabricados, de los 5000 reboots y remakes. Que el sacrificio de darle todo a Oppenheimer, siendo el mejor “Blockbuster”, pero no la mejor película de un año con gran calidad fílmica, sea aprovechado, porque si no todo habrá sido en vano. Que Oppenheimer sea y pueda ser considerada en unos años una de las ganadoras más correctas del Oscar desde la perspectiva histórica, pues de lo contrario, el trabajo de Nolan podría verse condenado por la retrospectiva en esa lista clásica de ganadoras injustas.
Solo el tiempo dirá dónde estará Oppenheimer en la lista de ganadores del Oscar. Nos vemos en 2025.
PD: Otra manera de entender la victoria de Oppenheimer es que al final del día son americanos premiando su propio cine. En ese sentido, Oppenheimer es la película más americana del 2023 pues no hay nada más gringo que bombardear una nación y luego sentir culpabilidad y autocompasión por lo que hiciste.