Oscar 2025: Reflexiones de una carrera de premios polémica

Otro año y otra ceremonia de los Oscar con un ganador un poco anormal; una película indie alrededor de la prostitución que parece una fusión de Mujer Bonita, Dulce Caridad, After Hours y Uncut Gems, con un estilo propio amoral de su director, Sean Baker.

A sabiendas de cómo es la Academia, tener “esa” discusión sobre que “tal película debió ganar” ya es pelear con un molino de viento. Si uno se fija en toda la historia de este premio, casi siempre ha existido esta controversia, y al menos con Anora gana, no la mejor película del año, pero sí una dentro de las 10 mejores, lo cual ya es ganancia considerando que hace unos años atrás ganó algo como CODA. Si bien “Anora” representa un upgrade comparado con las ganadoras de los últimos 4 años (Nomadland, EEAAO, CODA, Oppenheimer), el resultado no exime el hecho de reflexionar muchas cosas sobre la configuración de los gremios que se dedican a otorgar los premios. Por eso, aquí algunos puntos interesantes a destacar sobre lo polémica que ha sido esta carrera al Óscar.

Emilia Pérez y lo que vino a exhibir

La temporada de premios 2025 estará marcada, y para mal, por sentar un precedente pésimo con la cinta Emilia Pérez. Una última conversación que se debería tener alrededor de esta película es: ¿cómo es que llegó tan lejos teniendo una calidad paupérrima en guion, con elementos técnicos poco rescatables, incluso siendo considerada una de las peores películas nominadas a este premio?

Para explicar este fenómeno tomaremos como referencia una de las películas que más habla acerca de los círculos intelectuales que se dedican a premiar el arte: American Fiction. ¿Se acuerdan de que en esa película nuestro protagonista de origen afroamericano no conseguía tener éxito hasta que escribió una novela que apela a todos los estereotipos alrededor de su etnia y que demostraba que incluso estas élites intelectuales que se dedican a otorgar premios, aun con su bandera de inclusión, demostraban ser más racistas que los más segregacionistas?

Pues es más o menos lo que este año vino a exhibir Emilia Pérez que, añadiendo sus errores en todos los aspectos provenientes de su falta de coherencia, termina siendo homofóbica y xenófoba, apelando a todos los estereotipos posibles que se tienen alrededor de los mexicanos, latinoamericanos y LGBT. ¿Pero cómo es posible que una Academia de Artes que tiene la pinta de ser demasiado “inclusiva” o “sensible” no haya podido ver esto? La respuesta puede ir en dos vertientes:

Como demostraba American Fiction, este tipo de individuos vive tan metido en su burbuja de privilegios que no alcanza a dimensionar la causa social en la cual están abanderando. Entonces, como diría el meme: “Como tienen la perspectiva de la realidad bien alterada”, manipulan cualquier cultura o representación a su propia y limitada visión, por lo que solo basta con que una cinta se etiquete como transgresora o progresista para abanderarla.

Otra opción, más cruel, es que a una gran parte de los artistas y realizadores no les interesa para nada las causas sociales. El ejemplo perfecto lo tuvimos en Jacques Audiard, que poco o nada se interesó en investigar la cultura latina y únicamente la aprovechó para ganar premios. Pero, así como este individuo, lo mismo hizo hace poco Peter Farrelly con Green Book (que hasta hizo enojar al mismo Spike Lee) y podríamos seguir con una enorme lista. El punto es que estas causas se utilizan como una manera de conseguir fácilmente un galardón, sabiendo incluso cómo se maneja el criterio de estos gremios. Así que, para estas personas, no importan los medios o formas, sino el fin.

Emilia Pérez vino a exhibir toda esta combinación de ignorancia y cinismo, porque fue aún más notorio que nunca, tanto por las declaraciones de la directora de casting (que dijo que no encontró artistas latinas que pudieran interpretar el papel) como por su director, que estúpidamente dijo que el idioma español era de pobres.

Pero lo peor es que, aun con estas declaraciones, la Academia y los medios americanos siguieron promocionando la película con “bombo y platillo”, hasta que se descubrieron tweets de Karla Sofía Gascón que insultaban a otro tipo de etnias y se metían directamente con la Academia. Es por demás vergonzoso esta segregación, que debería empezar a cuestionar muchas cosas, desde que deberíamos tener cuidado cuando un círculo de estos únicamente vende una película, hasta el hecho de que, por desgracia, muchas veces esta “inclusión” ya no solamente va primero que el arte, sino que incluso tiene tintes maquiavélicos y de explotación.

 

2 – Los miembros de la Academia no ven las películas

La cantidad de noticias que salieron alrededor de que los votantes no vieron las películas, especialmente por la duración de The Brutalist de 3:30, es por demás preocupante. Y se notó, por ejemplo, en los SAG Awards, cuando no se incluyó ni a Felicity Jones ni a Guy Pearce en las categorías de reparto. Se entiende que, quizás, por la carga de trabajo (porque recordemos que todos los miembros de la Academia se dedican a hacer cine), algunos terminen cansados y sin espacio para poder ver películas, pero si no tienes el tiempo para dedicarle mínimo a ver, aunque sea las que se encuentran en el radar, entonces abstente de votar.

Incluso he llegado a tener la teoría de que solo los académicos se guían por las listas de los críticos a lo mejor del año o por si alguna película tiene algún tema social de moda, y esa es la lista con la que arman la terna sin ni siquiera haber visto el 50 % de las películas. Con esto, se comprueba que cualquier entrega de premios donde un jurado determina a los nominados o ganadores a raíz de la observación y comparativo para poder determinar el valor de los competidores, tiene mucho más prestigio en términos de arte que los premios de la Academia.

¿Cuáles son las conclusiones?

El Oscar sigue siendo un premio importante (especialmente en categorías técnicas), para lograr un impulso a una carrera y con esto obtener mejores oportunidades económicas. Esto es algo positivo, especialmente en disciplinas como VFX, donde los trabajos son exigentes y los sueldos bajos. Desde el punto de vista humano, podemos darle ese crédito e incluso alegrarnos por aquellos que hoy ganaron el Oscar y que ahora tienen una llave para una mejor estabilidad económica.

Pero en términos de apreciación del arte, queda claro que es un premio que no sirve para medir o premiar el valor artístico. Ni siquiera una parte de sus miembros hace el ejercicio comparativo de ver las películas, sesgado por sus propias ideologías limitadas y se guía más por el contexto mediático.

Dudo mucho que esto cambie, especialmente porque vivimos en una época en la que, por desgracia, la portada cada vez vale más que el contenido.

El problema es que, aunque ya sabíamos que el Oscar iba por ese camino, recordemos que Emilia Pérez tuvo su impulso en el Festival de Cannes, ganando el Premio del Jurado y Mejor Actriz (que terminaron dándoselo a las cuatro actrices principales). También vimos cómo The Brutalist y I’m Still Here fueron ignoradas en Venecia, cuando claramente deberían haber ganado el León de Oro. Si no fuera por su gran calidad técnica y una campaña decente, probablemente habrían quedado fuera del Oscar ¿será que los festivales más prestigiosos (Cannes, Toronto, Venecia) también están siguiendo los mismos vicios?

Es quizás en este momento de la historia fílmica cuando más que nunca hay que reforzar las bases y el concepto del quehacer cinematográfico. Es difícil en un arte tan subjetivo, pero no imposible, y especialmente, hay que dejar de valorar las películas únicamente por su posición en la temporada de premios. Este criterio, por desgracia, sigue siendo determinante para muchos.

El gusto por el cine es subjetivo, pero la técnica del séptimo arte no lo es. Tenemos que empezar a repetirnos esta frase para poder distinguir, al momento de hacer una comparativa, qué tiene calidad y qué no. Todo esto con el objetivo de evitar ser víctimas de la marea mediática, de caer en los sesgos de círculos que cada vez se fijan menos en la calidad de una cinta y más en su discurso o en si apela a cierta tendencia (tomando en cuenta que algunos lo hacen solo para llamar la atención y no porque realmente les interese).

Pero, sobre todo, debemos apelar al uso del sentido común para evitar que el argumento de “la subjetividad” se convierta en una excusa que permita que los vicios de estos gremios creen más fenómenos como Emilia Pérez.

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Acerca del autor

El Cine Actuario   @maxpower_ar?s=09   facebook.com/dvclocblog

Actuario/Economista, Amante del Cine, Devoto de Dios, Intuitivo, Curioso, Rockero de corazón, Fanático de los Libros y del deporte de las tacleadas, quesero, colchonero, diablo rojo. "Las estadísticas son la forma en que las matemáticas cuentan las historias" "El arte es una ciencia y el trabajo del critico al igual que el del investigador es exponer sus axiomas y teoremas al mundo" "Estar de acuerdo, en no estar en desacuerdo es saludable"


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