Parthenope: La Calle de las Sirenas
Si bien todo director tiene un estilo particular (razón por la que todos conectamos con algunos en específico y los tenemos de favoritos), tarde o temprano el trance desaparece y llega el momento en que uno se cuestiona: ¿qué esto que estoy viendo no es lo mismo que vi antes? De ahí la importancia de saber renovarse después de cierto número de entregas, pero sin abandonar qué es lo que nos atrajo en primer lugar. Pues bien, este es el inconveniente de la nueva película de Paolo Sorrentino “Parthenope”, estrenada en el pasado Festival de Cannes, que comienza a caer en la repetición que tanto le costó evitar.
Hay que ser justos, Sorrentino con Parthenope sigue fiel a sus principales temáticas como la reflexión a la condición humana, el significado de la belleza y ciertos toques abstractos que, aunque añaden momentos lúcidos, también denotan un apego a la realidad. La fotografía hace un excelente trabajo al plasmar un estudio social sobre la indiferencia e hipocresía de la ciudad de Nápoles, incluso vislumbrando varios atisbos de insolencia hacia la sociedad napolitana. También se da la libertad de meter muchos desnudos femeninos que nunca rozan el morbo (en ningún momento la protagonista aparece sin ropa frente ante la cámara), siendo más una alabanza hacia la mujer para luego convertirse en una exploración de la bendición y maldición que significa la belleza física.
No obstante, el poderío visual de Parthenope no oculta la redundancia en la que el guion cae por priorizar la apariencia física. Por mucho que se agradezca el enaltecimiento a la figura femenina, pronto el erotismo que pretende mostrar se convierte en fetiche y la constante repetición de planos llega a cansar. De hecho, es inevitable sentir que esto no es más que un reciclaje de sus obras previas (“La Gran Belleza” en la temática principal, desarrollo y la etapa adulta, “Youth” en la metáfora que pretende evocar y “Fue la Mano de Dios” en la aproximación pseudo-biográfica de la etapa juvenil).
Aunado al característico ritmo lentísimo de Sorrentino, hay una mayor apreciación de los valores sociales y religiosos dentro de la composición de imagen, pero también hace desordenado su desarrollo. No es de extrañar que se perciba cierta pretensión en Parthenope al desbocar en compulsiones con ciertos atisbos de vacuidad.
Lo que conserva la calidad son las actuaciones, en particular Celeste Dalla Porta como una mujer extremadamente bella, sexy e inteligente que, por medio de su crecimiento, explora las decisiones de la vida, los deseos del alma humana, la depresión causada por el duelo y la hipocresía social y eclesiástica. Hay que añadir que la labor de maquillaje, peinado y vestuario hacen que la joven actriz envejezca con gracia para que Stefania Sandrelli tome el rol en el último trayecto. Pese a esto, Parthenope funciona más como una metáfora de las temáticas principales y no tanto como un personaje, por lo que está lejos de ser de los más complejos que ha escrito Sorrentino (más escenas con su hermano, ahondar más en los efectos que le causa su ausencia o desarrollar mejor en su personalidad hubieran venido bien). También destaca la breve aparición de un genial Gary Oldman en una clara repetición de Toni Servillo.
Parthenope es a ratos solemne y tiene mucha naturalidad en la pregunta principal que propone. ¿Qué es la antropología? ¿Por qué es tan difícil de estudiar o llegar a una conclusión? ¿Cómo estos aspectos indagan en la vida romántica y pensamientos de cada uno? Como estas, tiene muchas ideas interesantes, pero también es errática, caprichosa y muy dependiente de su bellísima puesta en escena para comunicar su mensaje. Es claro que a los fans del director les gustará, cuenta con un público fiel que celebra su estilo, pero es un bajón después de la maravillosa “Fue la Mano de Dios”. Si no están acostumbrados a este tipo de películas o al estilo contemplativo del director, mejor absténganse, porque les parecerá un comercial de perfumes o una guía turística con mucho presupuesto (o de plano correrán el riesgo de dormirse). Aunque infravalorada por la crítica internacional, también es entendible por qué pasó desapercibida. Tiene muchas fallas, pero tiene su público objetivo garantizado, y claro, ella está libre de pecado original.