Pinocchio de Matteo Garrone: Un títere al que se le olvidó ser un niño de verdad
Todos conocemos el cuento de Pinocho, ya sea por la obra original de Carlo Collodi o por algunas de sus adaptaciones en cine, o televisión; es uno de los cuentos que nunca pasa de moda, la historia por sencilla que es y su moraleja final sin duda sirve perfecto para aleccionar a todo ser humano en las primeras etapas de aprendizaje; una de las versiones definitivas y que vive en la psique de la mayoría es la versión de 1940 producida por Disney.
62 años después, Roberto Benigni a capricho propio haría su propia versión del célebre cuento, confiado tras su éxito internacional con él lacrimógeno drama “La Vida es Bella”, pero los resultados serían desastrosos en todos los sentidos, era 2002 y el público ya empezaba a ver con ojos desconfiados a adultos actuando como niños (cringe en su máxima expresión). La película fue un gran fracaso que casi sepulta la carrera en ascenso de Benigni, que ahora es recuperado por Matteo Garrone para que dé vida a un personaje de su edad, al viejo carpintero Geppetto.
Casi 20 años después, en una era donde Disney nos hostiga y nos mete a la fuerza cada una de sus adaptaciones de los clásicos al live action, se agradece una mirada diferente y fresca a uno de los cuentos clásicos universales de la mano del italiano Matteo Garrone (Gomorra), el cual trae a la vida a este títere con una producción y un estilo visual impresionante. Esta nueva adaptación tiene el acierto de tomar aquellos elementos oscuros del cuento original y que otras adaptaciones han decidido dejar de lado.
Garrone se sumerge en el neorrealismo para mostrarnos desde la primera secuencia la vida de un pobre y viejo carpintero (Roberto Benigni) que busca hasta por debajo de las piedras a alguien que lo emplee en su oficio, la fotografía de Nicolai Brüel resalta este aspecto al mostrarnos lo gris de su entorno; pero una vez que crea a Pinocchio todo en su vida cambia, un poco de color deslumbra en la imagen gracias al fuego de la chimenea y Geppetto sonríe por primera vez en la película, anunciando con bombo y platillo por todo el pueblo que ha sido padre, comienzando a educar al recién nacido Pinocchio (Federico Lelepi).
A partir de aquí las locas aventuras del pequeño títere empiezan y es cuando Garrone toma los mejores elementos de la obra original para dotarlos de vida, nota ejemplar para Dimitri Capuani (Gangs of New York) como el responsable del diseño de producción, mezclando escenarios naturales y el CGI como el sueño donde Pinocchio ve el árbol de monedas de oro, o el palacio de justicia donde se encuentra al juez Gorilla, o cuando es tragado por el gran tiburón. Así Pinocchio en su aventura se topa con los ladrones Volpe y Gatto que constantemente estarán engañando y abusando del pequeño títere, pero que será salvado en muchas ocasiones por el hada azul (Marine Vacth) y cuidado por la caracola institutriz (Maria Pia Timo).
La magia está presente, la fantasía neorrealista también y eso se refuerza con los acordes que Darío Marinelli (Pride&Prejudice, Bumblebee) compone para la película, usando la guitarra española y demás instrumentos de madera para crear melodías alegres, sin embargo la narración carece de sentimiento al tornarse episódica y perdiendo un poco el hilo conductor de la historia, además de que se alarga en su narración sobre todo al principio. Si bien Benigni logra reivindicarse con su Geppetto, es a la hora del reencuentro con Pinocchio dentro de la panza del tiburón en la que no hay ni pizca de emoción entre padre e hijo. Otro aspecto que por un momento la película se olvida de la idea reafirmada en otras adaptaciones, es de convertir a Pinocchio en un niño de verdad, en pos de alargar escenas y apariciones de personajes que no añaden nada nuevo a la narrativa, es hasta el final cuando este elemento se retoma y se mete con calzador, como si en la sala de escritores se les hubiera olvidado que tenían que convertir al personaje principal en un niño de verdad.
Sin embargo la película se disfruta y se aferra a sus elementos técnicos para deslumbrar al espectador, con la ya mencionada puesta en escena pero sobre todo la metamorfosis de sus personajes, animales en papeles humanos y humanos convirtiéndose en animales, todo gracias al ganador de la academia Mark Coulier (Star Wars, Suspiria), todo un maestro en cuanto a maquillaje y uso de prostéticos para crear personajes espectaculares y visualmente deslumbrantes, además de que se uso una capa de efectos digitales para realzar el realismo sobre todo en el personaje de Pinocchio, que requería de un trabajo de tres horas para lograr el resultado perfecto.
Si bien son pequeños detalles los que entorpecen la película, Matteo Garrone logra elevar la apuesta con su visión del clásico cuento, tarea difícil para Robert Zemeckis que se encargará de la adaptación del clásico para Disney y Guillermo del Toro que hará lo suyo para Netflix con una propuesta hasta lo que se sabe será en animación.