Pinocho de Guillermo del Toro: Humillando a Disney
La versión de Pinnochio de Del Toro parecía encaminarse al desastre por los siguientes elementos:
- Es la enésima versión de un cuento que ha sido reciclado tantas veces como cubre bocas de tela.
- En el asiento del conductor tienes a un hombre que ha dado un bajón de calidad en sus trabajos en los últimos años.
Sin embargo, parece que nuestro “gordito consentido” ha vuelto a recuperar un poco de esa mística que lo catapultó a la fama y ha hecho la reinvención de un cuento clásico que parecía agotado.
Cambiando la perspectiva (Muerte en lugar de vida)
La mayoría ya conocemos el cuento clásico de Pinocho, por lo que repetir una vez más la misma rutina sin cambiar la visión hubiera sido perezosa.
El discurso central de las versiones anteriores eran los elementos morales para considerar que alguien era real, todo desde la perspectiva de la vida; Guillermo modifica esto, haciéndolo desde el punto de vista de la muerte. Esta narrativa no es gratuita, ya que los primeros minutos de la película se aprovechan para dibujar un contexto a Gepetto (poco explorado anteriormente) y desglosar su tragedia paternal (la pérdida de un hijo) trasladada a un contexto bélico sumamente caótico (la cinta es trasladada a la Italia de Mussolini) que añade mucho más impacto a la historia. Desde esos primeros planos se nos dice que la base de madera de este Pinocho se recargará en el dolor por la pérdida un ser querido, pues Gepetto, en un arrebato por reemplazar a su hijo finado, construirá un muñeco de madera que más por capricho “El Hada de la Vida” le concederá un alma prestada.
No es una cinta con un planteamiento hermoso o edulcorante (incluso en su final no deja de ser demasiado triste por sus planteamientos existenciales) y a pesar de una estética impresionante, está lejos de ser visualmente atractiva. Incluso el diseño de Pinocchio no es “bonito”, pues es un pedazo de madera poco trabajado y que apenas tiene la figura de un niño, y que a pesar de su inocencia, es un niño malcriado y destructivo con el cual lejos de ser lo que esperaba comienza a ser un “dolor de cabeza” para Gepetto.
Desde estos cimientos, la construcción de la fábula comienza a transformarse de manera justificada; Pinocho ya no está buscando ser un niño de verdad, sino cumplir el objetivo de llenar los zapatos de un “fantasma” (el hijo de Gepetto), lanzando uno de los mensajes más poderosos de la cinta(y que prácticamente es para los adultos), la expectativas de los padres hacia los hijos que muchas veces termina por ser una carga y afectar su individualidad, con una reflexión profunda de como las palabras pueden marcar a un infante de por vida. La historia se ha metido tan profundo en estos temas que más que ser una película con moraleja para los niños, mas bien termina siendo para los adultos.
En una segunda línea, Del Toro tiene otra premisa fuerte con una de las preguntas existencialistas clásicas ¿Qué nos hace humanos?, la respuesta que nos plantea la película es la fragilidad de nuestra mortalidad y la comprensión de la misma, así el camino hacia la humanidad no se logra a través de una serie de valores morales, sino de aprender amar a los que se encuentran a nuestros alrededor teniendo como base el entendimiento de la vulnerabilidad de su y nuestra existencia (un respeto a la vida respetando a la muerte). De esta manera Guillermo termina por conectar el mensaje paternalista con este planteamiento alrededor de la muerte.
El contexto de la Segunda Guerra Mundial no está introducido al “chilazo”, sino que refuerza los mensajes, aprovechando una atmósfera bélica de tensión, ruina y de la creación de personajes inhumanos (justificado completamente por el contexto) que terminan por ser un perfecto antagónico (Podesta y el Conde La Volpe son el ejemplo). Aparte de que aprovecha este tema para hacer una dura crítica al fascismo de manera cómica (incluyendo un acto de burla hacia Mussolini sumamente gracioso).
Sin embargo, lo que añade a qué el guion no sé quede en un panfleto o en un sentimentalismo barato es el diseño de personajes, destacando la preocupación de Guillermo por dotarlos de un contexto. De hecho este aspecto termina siendo importante para la historia, Pinocho de a poco comienza a dejar de ser un niño malcriado cuando el resto de los personajes comienzan a mostrar mayor empatía y lo ayudan (ejemplo Candlewick y Spazzatura), otorgando un crecimiento sumamente humano (el apoyo y la fraternidad como el contrapeso de la oscuridad de un mundo cargado por el fascismo), por lo que la cinta ya no solamente es entrañable por sus momentos conmovedores o su premisa paternalista, sino que también promueve ideales tan benévolos que es imposible permanecer indiferente ante la sinceridad y calidez de su mensaje. Y en esto radica el mayor valor de la cinta, pues intenta ser conmovedora de manera orgánica a través de sus personajes, y no escupe sus mensajes de manera directa a la cara del espectador para salirse con la suya a través de la manipulación. Bien ahí por el guion.
A pesar de esa escritura hecha con mucho corazón, la película no se salva de tener algunos “plot holes”; el más claro es el desarrollo cognitivo del personaje, que cuando conviene para la trama no sabe de ciertos conceptos porque literalmente “acaba de nacer”, pero cuando se requiere, prácticamente por “osmosis” ya tiene el conocimiento de ciertas abstracciones. El final termina por no ser tan efectivo como el resto de la cinta, teniendo algunas conveniencias para llegar al “acto final de la ballena” poco orgánicas, aparte de que el cierre del arco de la academia militar se siente desperdiciado.
Regresando a la fórmula del éxito.
Si bien Del Toro, a pesar de tener malas narrativas nunca ha perdido esa pulcritud estética, Pinocho es quizás la que se siente más de su autoría, y es que el estilo oscuro-mágico (respetando un poco el neorrealismo italiano plasmado en cine plasmada en 1945) termina por ser enriquecedor visualmente, y lo más importante se siente como una creación original de Guillermo, cosa que por ejemplo en Shape of Water o Nightmare Alley se sentía como que estaba emulando un estilo que no era el suyo.
La creación de estos escenarios, que van desde lo barrocos hasta lo bizarro, conjugado con la técnica stop-motion, otorgan una fantasía de cuento de hadas pero con un sabor a clásico generando una sensación de calidez a pesar de estar contada en un tono más oscuro. Esto permea ya no solo en el aspecto narrativo, sino en el sensorial, reforzando de manera orgánica la emotividad de la cinta. Añadan que tiene una fotografía bien cuidada, que contribuye a que quedemos eclipsados por esta logro visualmente espectacular. Definitivamente la necedad de Del Toro por hacerla en stop-motion está más que justificable, está atmósfera no creo que se pueda recrear en computadora.
Calificaciones
Guion: 2.9 – Tiene algunos huecos, pero su perspectiva única a comparación de otras versiones de Pinocho le da bastante plus
Dirección: 3.3 – El formato stop-motion no solo es un capricho se convierte en parte importante de la narrativa
Actuaciones: 1.6 – El trabajo de doblaje cumple
Extras: 0.5 – Alexandre Desplat se vuelve a lucir con un score maravilloso.
Calificación 8.3 – Buena
Con algunos bemoles, Del Toro ha conseguido lo que quizás sea la mejor película animada del año. Una fábula bonita, pero a la vez triste y oscura que ha cautivado los corazones del espectador, pero no de una manera manipuladora emocionalmente, sino orgánica y honesta.
Y de paso en un mismo año le ha acomodado una chinga al ratón Miguelito, haciendo aún más añicos esa versión insulsa live action de Robert Zemeckis. La neta nuestro gordito se la rifó.