Pole Dance: Maryse Sistach vuelve con “Nadie te cree”.
En aquella época de principios del milenio, donde aún se encumbraba el llamado “Nuevo cine mexicano”, aparecieron nombres de directores disruptivos, dispuestos a exponer tramas feroces, basadas en la situación social y económica que se vivía en esos tiempos. Uno de los que más resonaba era el de Maryse Sistach, antropóloga y cineasta que impactó a la audiencia y a sus colegas con la multipremiada ‘Perfume de Violetas’ (2001).
A esa desgarradora película le siguieron ‘Manos Libres’ (2004) Y ‘La Niña en la Piedra’ (2006), integrando así lo que hoy se conoce como la Trilogía de la Crueldad. Su conexión y los conceptos en cada una, reflejados en los subtítulos Nadie te oye, Nadie te habla y Nadie te ve, son un reflejo claro de lo que la realizadora quiere representar en su cine: es casi imposible escapar del horror al que día a día estamos expuestos en este país, especialmente si somos adolescentes o mujeres.
Después de varios años de haber desaparecido de la pantalla grande, la directora regresa con una premisa que bien puede formar parte de ese compendio. ‘Pole Dance’ tiene como protagonista a Magda (Gimena Gómez), una joven madre que se encuentra divorciándose de un alcohólico en recuperación. Dispuesta a rehacer su vida, comienza a salir con Jaime (David Calderón), un hombre a quien conoce el gimnasio y trabaja como chofer. Lo que comienza siendo una ilusión para Magda se convierte en pesadilla cuando éste demuestra su carácter iracundo y las perversidades que está dispuesto a llevar a cabo para retenerla a su lado.
‘Pole Dance’ tiene como amarga inspiración el incremento en los casos de violencia doméstica que sufre la población femenina, que llegó a tener picos exacerbados en la pandemia, época donde precisamente se rodó la cinta. Podemos ver en su desarrollo el uso de mascarillas y gel para manos, la distancia entre individuos y el saludo con los codos, que nos remiten a esos periodos en los que el desconcierto y la incertidumbre eran el pan de cada día. Cuenta Maryse que una buena porción del ya de por sí escaso presupuesto se invirtió en los protocolos sanitarios, complicando aún más la filmación, que ocurrió en un lapso de tres semanas.
Sin embargo, este gasto no demerita la hechura del largometraje. Tiene a bien desplegar una cotidianeidad aterrizada, con personajes que escenifican de manera adecuada a las familias mexicanas promedio y sus dificultades monetarias, los negocios y sus baches, las actividades recreativas que tienen oportunidad de disfrutar. Gimena Gómez se vuelve el rostro de cualquier muchacha que alguna vez haya deseado ascender a una mejor vida por mérito propio y trabajo arduo, mientras que Arcelia Ramírez, quien funge como su mamá, es el retrato de esas madres esforzadas e imparables que hacen equipo con y por los suyos. Complementando con locaciones como Xochimilco y Garibaldi, y enalteciéndolas con la típica música de mariachis, ‘Pole Dance’ redondea un trabajo que dignifica muchas de las características de la idiosincrasia nacional.
Aunque se enriquece de estos elementos positivos (y de apariciones de actrices destacadas de nuestra industria como Delia Casanova, Itatí Cantoral o María Rojo), el guion de José Buil no da tregua al momento de entregar el doloroso mensaje primario de ‘Pole Dance’: En una sociedad patriarcal que aún juzga y culpa a las mujeres por las intimidaciones que reciben, las manos parecen estar atadas a la hora de buscar ayuda en una situación de acoso. Observamos a Magda queriendo denunciar y recibiendo insultos y negativas, a una pequeña en peligro de ser grabada, a un hombre lastimando físicamente a la menor provocación, y a un entorno que normaliza todo esto como si no existiera otro remedio. Sistach utiliza incluso el título del filme, que es una actividad que se efectúa como deporte pero que el simple mote remite a lo sexual y transaccional, para crear conciencia en el público y que éste esté dispuesto a escuchar a las víctimas y apoyarlas en lo posible, antes de denigrar o minimizar, como suele hacerse en esta diurna ola de terror.