Qué ver y qué no ver en Netflix
Feliz viernes a todos y bienvenidos de nuevo a su sección favorita de cada viernes. El fin de semana ya empezó y Netflix nos espera.
Y sin más, empecemos con lo bueno y lo malo que tenemos para ver en la comodidad de nuestra cama, sofá o suelo, que con este calorón, apenas para estar adentro de una alberca.
La mala
Al terminar de ver Los bañistas tuve un sentimiento extraño, dice un amigo que es el mismo sentimiento de cuando a uno lo chamaquean. No supe qué decir. Una hora y 24 de no saber para dónde apuntaba la chancla y al final, es como si a uno lo pararan en seco, como si de nada hubiese servido ver toda la historia, como su nada tuviera sentido.
Sofía Espinoza sigue actuando si actuar a ser una chava rara inadaptada que como diría mi marido “Va de guay por la vida.” Y en esta cinta no es la excepción. Y mientras trata de hacer mancuerna con el gran Juan Carlos Colombo, una historia con muy poco sentido transcurre. Una chavita que se fue a la capirucha a estudiar quiénsabequé, se queda sin lana y sin clases porque hay una huelga y termina refugiándose en el depa de su vecino, un señor mayor con el que trata de hacerse la cool.
Una verdadera pérdida de historia, porque habría podido haberse hecho algo mejor y todo se quedó en buena intenciones.
La buena
Netflix tiene mucha paja, un chingo de películas de relleno que uno ve de reojo y dice: ¿Qué chingados es esto y por qué Netflix lo tiene aquí? Me pasó alguna vez con una cinta cubana por demás mala y absurda, pero el domingo pasado me quedé maravillada con una cinta colombiana, sí, dije colombiana. Se llama El soborno del cielo, y no sabe qué cosa más buena.
Porque además, está basada en hechos reales. Un pueblito colombiano vive bajo la desgracia del suicidio de muchos de sus pobladores y con un párroco anterior, no había bronca, porque dejaba enterrarlos a todos en el campo santo después de su respectiva misa, pero cuando el párroco cambia, todo se va al carajo.
Un nuevo suicidio será el detonador que marcará un parteaguas entre el pueblo y su parroquia. ¿Se imagina un pueblo sin iglesia? Y peor aún, ¿un pueblo que se revele contra ésta?
De verdad, véala. Vale muchísimo la pena, se le va a ir rapidísima y le va a encantar.
Nos leemos la siguiente semana.