Red Rocket: El “otro sueño americano” sin filtros y sin azúcar.
Teniendo como marco las elecciones de EUA en 2016 Clinton vs Trump, Sean Baker nos lleva a Texas City, una pequeña ciudad petrolera de Texas y a donde vemos llegar a Mikey “Saber”, un carismático ex-actor porno regresando de California notablemente derrotado y sin dinero, pero que se valdrá de su carisma y labia para aprovecharse de toda persona con la que se va encontrando. Pero esa personalidad y la empatía que logra proyectar con todos, son una fachada para sus delirios de grandeza e inmadurez, simplemente se dedica a vivir con el mínimo esfuerzo, cometiendo un tropiezo tras otro sin sentir la más mínima responsabilidad y sin importarle nadie más. Una vez que lo vas conociendo es lo que comúnmente llamamos “una fichita” que vuelve a su lugar de origen, simbólicamente para encontrar sus glorias perdidas.
El guion coescrito por el mismo Baker y su compañero Chris Bergoch, logra relatar una historia que pareciera simple y cotidiana, sin embargo está llena de dramatismo y humor negro, con diálogos que aunque contienen palabras y lenguaje callejeros, son intensos y dinámicos y ayudan a orquestar muy bien el ritmo de la película. Como es costumbre en anteriores trabajos de esta dupla, por ejemplo, en Tangerine (2015) o en The Florida Project (2017), aquí también muestran a una sociedad estadounidense corrompida y marginada que poco se ve en películas más comerciales.
Pero quien se lleva todas las palmas es sin duda Simon Rex, su personaje es muy complicado de interpretar y sin embargo lo hace excelente. Te hace empatizar con él, sintiendo a veces cariño y hasta lástima, pero vas descubriendo que es alguien muy oscuro, y sus intenciones nunca son buenas, sin rumbo y con acciones compulsivas conforme avanza la película va siendo chocante e incómodo seguirlo, pero a pesar de eso al mismo tiempo sigue siendo magnético. Su actuación es simplemente brillante y no en balde ganó el premio Independent Spirit Award.
Y justo, volviendo al personaje de Mikey, donde se va volviendo más complejo e incómodo de verlo es cuando “descubre” a Strawberry, una chica de 17 años que trabaja en una tienda de donas, precoz y ambiciosa, que impacta por completo a nuestro protagonista, pero sus intenciones hacia ella son muy oscuras, y hará lo imposible para conseguir lo que él quiere de ella al grado de irla manipulando y engañando para controlar todas sus decisiones. Obviamente no pasó desapercibida la diferencia de edades entre ellos, él 40 y ella 17, y entre eso y otros delitos que va cometiendo su personaje, no se ha escapado de ciertas controversias, pero esto más que restarle a la película y hacerla caer en esas polémicas trilladas, sirven para enfatizar lo miserable, patético y humano que resulta ser Mikey. Suzanna Son tampoco se queda atrás como Strawberry, su personaje como el detonante de muchas de las acciones de Mikey, lo lleva a la perfección con esas expresiones entre inocencia y picardía. Y además, demuestra que lo del canto también se le da bien.
La película estuvo nominada a la Palma de Oro en Cannes 2021, y aunque no ganó fue muy bien recibida por la crítica. Lo único malo es que por momentos es muy repetitiva y que es ese tipo de películas que no llegan a una mayor público, desgraciadamente. Pudiera no estar al mismo nivel que Tangerine o The Florida Project, aunque eso no la demerita y es una buena aportación a la filmografía de Baker. La fotografía está a cargo de Drew Daniels, quien logra unos contrastes hermosos y todo filmado con luz natural. Con un final simple donde no hay lecciones ni invita a juzgar las acciones del protagonista, estoy segura que la disfrutarán y saldrán tarareando aquella canción de N*Sync “Bye, bye, bye”.