Roma: Expiatorio de la Frustración

A los mexicanos nos fascina una cosa: la polarización. Parece ser que el antagonismo entre grupos rivales que realmente solo lo son en la imaginación está escrito en nuestro ADN.  El apabullante éxito de la película Roma (Alfonso Cuarón, 2018), para variar, ha dividido a la opinión nacional en extremos que resultan francamente jocosos.

La película ha levantado una polémica sin igual. Desde la jocosa confusión de cierta presentadora televisiva que pensó que la película versaba sobre la antigua capital del poderoso imperio, cuna de la civilización occidental, hasta de no ser más que un vehículo para que la Academia se lave las manos de cualquier acusación de racismo. Columnistas de orientación conservadora tildan a la película de buscar denostar a la clase media alta para forzar una ideología izquierdista, pero la misma izquierda no parece estar muy contenta, pues voces de dicha orientación acusan a la película de embellecer la calidad de servidumbre: Siempre que sea tratada “como un miembro más de la familia”, es correcta la explotación laboral de quienes ejercen el servicio doméstico, habitualmente con mínimos salarios y sin prestaciones. Total, parece que nadie está contento.

De las diez nominaciones a los premios Oscar que ha recibido, un logro monumental, la que más ha levantado ámpula entre la mafia pseudointelectual nacional es la postulación a Mejor Actriz para la protagonista Yalitzia Aparicio, histrión debutante. La nominación para nuestra también compatriota Marina de Tavira y que la misma película haya logrado ingresar a la terna tanto para Mejor Película como Mejor Película extranjera son detalles que han pasado desapercibidos ante la presencia de la joven maestra de preescolar de origen indígena entre los grandes de Hollywood, y no precisamente para bien.

Parafraseando al caricaturista de sátira política Paco Calderón, a los mexicanos nos encantan los extremos en lo que se refiere a nuestros pueblos originarios: En la ortodoxia oficial auspiciada por la SEP, los indios son semidioses y los blancos una vil escoria.  En la vida real… bueno, el trato dado a los indígenas dista mucho de ser el que recibiría una deidad. Y Yalitza, de padre mixteco y madre triqui, es un ejemplo claro de este absurdo del auto antagonismo que tanto parece gustarnos.

A un indio zacapoaxtla muerto lo tenemos como el mayor héroe nacional, pero a una indígena viva y exitosa la queremos ver comer tierra. De la joven maestra y ahora actriz se ha dicho de todo: Que solo ha tenido éxito por corrección política al tratarse de una “india”, que no merece codearse con leyendas como Glenn Close o de talla internacional como Lady Gaga, que su actuación en realidad no lo fue por carecer de “matices” y blah, blah, blah.  Otros miembros del gremio artístico han cuestionado no solo la continuidad de la carrera de Yalitza sino su sola presencia. “No es su vocación”, han dicho, como si hubiesen analizado su psique. “no es bonita”, dijeron también, como si las nominaciones al Oscar fuesen una pasarela de belleza.

En la muy humilde y no experta opinión del escribiente, la polémica sobre el éxito de Roma en general y de su protagonista en particular es un mero circo sin fundamentos y está motivado más por la derrotista y envidiosa idiosincrasia nacional que por razones cinematográficas. Aquí expongo mis motivos… y no, no lo hago por ser mexicano ni por solidaridad, solo por objetividad (y claro, porque los gilipollas me molestan demasiado).

Para empezar ¿Es Roma una obra sobrevaluada y su éxito se debe a la agenda pro “diversidad”?  De entrada, la película es una obra maestra en su género. Una Opus Magna del cine costumbrista, tan minuciosamente construida que raya en el documental. Hasta el más mínimo detalle fue cuidado, desde la ambientación hasta el lenguaje y manerismos de los personajes.

Quienes tenemos memoria para recordar los años 80 vivimos un verdadero viaje en el tiempo. Claro, la película se ubica en 1971, durante el doloroso sexenio de Luis Echeverría, pero recordemos que las subsecuentes crisis económicas tuvieron una curiosa consecuencia: Ya bien entrados los años 80, la arquitectura, los automóviles y los electrodomésticos de los años 70 seguían en el uso corriente. Quienes fuimos niños entonces recordamos vehículos setenteros en las calles y vimos televisión en aparatos de 10 o 20 años de antigüedad. Así que Roma nos transportó de vuelta a esos locos años.

Mención especial merece la escena en la que Cleo (Aparicio) da a luz a un bebé que por desgracia fallece: La secuencia fue filmada con un rigor casi documental. Sin duda la más realista representación del que hacer médico en una obra de ficción.

Siguiendo la misma línea ¿La actuación de Yalitza es plana y sin emociones, como se ha dicho? Posiblemente lo sea, pero es precisamente lo que su papel requería. De nuevo, se trata de un cine costumbrista, de modo que las actuaciones han de ser lo más naturales posible, de la forma en que reaccionaría una persona real. Seamos sinceros: aquellas desgarradoras secuencias dramáticas que tanto fascinan son en realidad exageradas si las comparamos a lo que ocurriría en la vida real. Yalitza se limitó, literal, a cumplir las órdenes del tipo de cine en el cual participó.  En efecto, no tiene la belleza física propia de una estrella de la actuación, pero los Oscares no premian la belleza. Guárdense las debidas distancias, pero una de las consentidas de la Academia, Meryl Streep, no es ninguna modelo de Victoria’s Secret y ella misma recuerda haber sido rechazada para cierto papel precisamente por no ser lo suficientemente hermosa. Así que aquí no hay punto que valga. Por otra parte, compite contra una leyenda de la actuación como Glenn Close, pero eso no es una desproporción; el premio es anual, se reconoce una actuación en un momento dado, no una trayectoria, por lo que no es una cuestión de méritos acumulados.

Ahora bien, es verdad que Roma es una película para gustos selectos. El género costumbrista suele ser poco apreciado justamente por su ausencia de carga dramática. Yo mismo tildaría de aburrida a esta cinta por la sencilla razón de que no gusto del costumbrismo. En mi adolescencia me vi obligado a leer Madame Bovary (Gustave Flaubert, 1857), obra maestra de la novela costumbrista, y créame que fue una experiencia agonizante. Pero la falta de factor de entretenimiento, digamos, popular, no resta a Roma su calidad de obra maestra en su género, y eso es precisamente lo que premia la Academia: La trascendencia cinematográfica.

Cierto, Roma podría parecer plana y aburrida al gran público, pero la discrepancia entre la opinión masiva y la de la Academia es bien conocida a lo largo de su historia. En este caso, se ha abocado a reconocer a una película que representa lo mejor en su género y eso es aplaudible.

Regresando a Yalitza ¿Tendrá una carrera actoral después de este éxito descomunal?  Eso dependerá de su deseo y de sus decisiones al respecto, pero mucho me temo que precisamente nuestra idiosincrasia, experta en la auto victimización y en el auto sabotaje, será lo que le ponga el pie: Pese a que la SEP nos enseñó a divinizar a nuestros indígenas, en la vida real Yalitza corre el riesgo de terminar relegada a papeles de precisamente de “chacha” por su aspecto físico, y eso no sería culpa de Hollywood sino de nosotros mismos y nuestra necedad.  Su mejor oportunidad la tendría en todo caso apegándose al cine, y si fuese fuera de México, mucho mejor.

Por eso, me atrevo a cambiar el famoso dicho: No tiene la culpa el indio, la tienen los idiotas… que son muchos.

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Acerca del autor

Dr. Dark    

Médico de profesión y cinéfilo de corazón. Amante del buen cine y destructor del que no lo es.


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