Rutger Hauer y La Leyenda del Santo Bebedor
Corría el año 1988 y el prestigioso director italiano Ermanno Olmi, recordado por clásicos como El Empleo, y El Árbol de los Zuecos, se animaba con la adaptación de la novela del escritor austriaco Joseph Roth, La Leyenda del Santo Bebedor, escrita en 1938, y publicada en 1939, siendo la última obra realizada en vida por Roth, que no llegaría a verla editada. Si bien el paso del tiempo no favoreció esta acertada adaptación, la razón seguramente fue que ese año Giuseppe Tornatore estrenaría Cinema Paradiso, sin dudas una de las películas emblema del cine italiano, y esto opacó claramente a la producción mencionada, que quizás en otro contexto hubiera tenido otra repercusión.
Con Rutger Hauer como protagonista, la historia trata sobre Andreas, un vagabundo que duerme bajo los puentes de París, y un buen día se encuentra con un desconocido que le ofrece 200 francos, a cambio de que devuelve esa suma de dinero a la santa Teresa, y en el momento en que le sea conveniente. El carácter de honrado no carece en el espíritu del protagonista, que no solo advierte al desconocido de que no es recomendable que le preste ese dinero porque duda en poder devolverlo, sino que una vez con este en mano, considera en usarlo, sin olvidar que no le pertenece, y que debe devolverlo pronto.
Como una especie de odisea, la casualidad juega un rol importante, tanto en la obra de Roth, como en la fiel adaptación de Olmi, ya que casi de inmediato, en el primer bar al que se sienta a tomar una copa, a Andreas le ofrecen trabajo, y una remuneración idéntica a la suma inicial; Andreas no lo duda, eso le permitirá usar más relajado el dinero, y ese mismo domingo acudir a la iglesia en cuestión, para solventar esa deuda. No obstante ese domingo aparecerá un viejo amor del protagonista, que le impedirá el ingreso a la iglesia, pidiéndole ir a tomar algo, y saber en que anda y cual es su vida.
A través de las dos horas de metraje, Andreas se verá aquejado al complicársele en todo momento abonar la suma y cerrar con algo que sin dudas lo inquieta, y le molesta; la suerte no le es esquiva, pero quizás peque de cierta inocencia, de cierta permisividad y hasta de momentos de bondad, que le terminarán jugando en contra, y estirando una especie de agonía, porque tras los buenos momentos, en dónde recae en su máxima debilidad, el alcohol, esa falta previa vuelve en sueños, o visiones, y esto lo acongoja, lo corroe, los va desgastando lentamente en su interior.
Si vamos a la historia original, se sabía que Joseph Roth tenía problemas con el alcohol, por lo cual era imposible no relacionar la ficción con la vida misma de su autor, que ni siquiera pudo llegar a ver publicada su obra, ya que fallecería en mayo de 1939, meses antes de la publicación. Es por ello que encierra cierto misterio, ya que no se termina de saber el punto de inflexión real que tuvo Roth al escribirla. Los análisis póstumos, tanto del relato de Roth, como la adaptación cinematográfica de Olmi, hablan sobre una historia de redención y dignidad personal. Sin dudas también juega el factor de la influencia, que a veces nos dejamos llevar por caminos que no nos convencen del todo, y que en el azar, lo bueno y lo malo confluye sobre el terreno en que nos situamos,
Si bien La Leyenda del Santo Bebedor no obtuvo Premios a Nivel Internacional, tuvo su debido reconocimiento en los dos Festivales más importantes de Italia; obtuvo el León de Oro a Mejor Película en el Festival de Venecia, y arrasó con 4 premios en la ceremonia de los David de Donatello, ganando como mejor película, mejor director, fotografía y montaje.