Salut, Madame Varda!
Esta nota iba a salir originalmente en marzo, cuando nos llegó cierta noticia devastadora: Agnès Varda, extraordinaria directora y artista feminista francesa, pionera en sus áreas, falleció a los 90 años por complicaciones con el cáncer de mama. Varda nos dejó un legado increíble, sumamente humanista y capaz de generar esperanza y empatía. Pero ya es 30 de mayo, su fecha del nacimiento, y es mejor celebrarla este día. Después de todo, nos tocó compartir, brevemente, tiempo con ella.
La primera vez que supe de la existencia de Madame Varda fue durante la prepa, cuando descubrí que mi amor por el cine era más que sólo ver películas y a la Nouvelle Vague, con mis clases de francés. La Nouvelle Vague voló mi cabeza, pero por disponibilidad de la videoteca de la prepa (y universidad), sólo pude ver algunas películas de Truffaut y Godard (nota aparte: sé que existe la piratería pero no soy muy fan de ver películas pixeleadas, de fuentes dudosas que pudieran poner más en peligro mi pobre laptop). Gracias al servicio de streaming Mubi fue que, hace poco más de 2 años, vi por primera vez Cléo de 5 à 7 (1962), después Les Glaneurs et la glaneuse (2000). Desde entonces, mi perspectiva sobre el cine y la vida cambió radicalmente: sus documentales me presentaron nuevas perspectivas sobre cómo nos relacionamos con otros, despertaron una sana curiosidad por ver el mundo de otra forma, y avivaron energías que creía perdidas por salir a filmar y hacer cine, no sólo escribir de él.
Como sus filmes, la vida de Varda fue extraordinaria: la tercera de una familia con cinco hijos, Arlette Varda nació el 30 de mayo de 1928, pasó la II Guerra Mundial en un barco con su familia, a los 18 se cambió el nombre a Agnès y se graduó de la carrera de literatura y psicología en la Universidad de París. Después, estudió historia del arte en la École de Louvre, con la intención de ser curadora de museo, para después enfocarse en fotografía. A mediados de los años 50 se volvió una figura central dentro del grupo Rive Gauche, y debutó como directora con La Pointe Courte, realizada en 1955, años antes de que se consolidara la Nouvelle Vague. Después de esta película, la directora realizó varios documentales cortos antes de realizar su siguiente filme, Cléo de 5 à 7, la cual se enfoca en dos horas de una cantante pop mientras espera los resultados de una biopsia. En 1958, conoció a Jacques Demy, director francés, al año siguiente se mudan juntos, y estuvieron casados de 1962 hasta 1990, cuando él falleció. En 1977 funda su propia casa productora, Cine-Tamaris, para poder tener mayor control sobre la filmación y edición de sus películas.
Además de su carrera fílmica, Varda fue una ardiente activista feminista. En 1971, fue una de las 343 mujeres que firmaron el Manifiesto de las 343, en el que protestaban por la legalización del aborto en Francia. A través de sus filmes, presenta historias desde perspectivas femeninas, abarcando temas desde el aborto (Une chante, l’autre pas), la independencia femenina absoluta (Sans toit ni loi), la mortalidad y perspectiva de una misma (Cléo de 5 à 7), y la precariedad y trabajo (The Gleaners and I), por mencionar algunos temas. Con sus cortometrajes, presentó una radical respuesta hacia la pregunta “¿qué es una mujer de verdad?” (Réponse de femmes: Notre corps, notre sexe), reflexionó sobre el proceso del embarazo (L’opéra-mouffe), dio un vistazo a lo que fue la Revolución Cubana y lo que prometió en su momento (Salut les cubains), y capturó la lucha del grupo Panteras Negras en Estados Unidos (Black Panthers). Asimismo, con sus documentales reflexionó sobre su vida (Beaches of Agnès y su último filme, Varda par Agnès, estrenado durante el Berlinale de este año), y realizó bellos homenajes (Jacquot de Nantes, sobre la infancia y juventud de Demy, y Jane B. par Agnes V, sobre la actriz y cantante Jane Birkin) a quienes la rodeaban. Varda, visionaria, se adaptó con rapidez al cine digital, y en sus últimos años se fue enfocando en realizar exhibiciones artísticas. Su penúltimo filme, Visages Villages, fue un éxito internacional, y gracias a él -y con la ola del (re)descubrimiento del cine hecho por mujeres- comenzó a recibir el reconocimiento que tanto merecía.
Tomemos nuestras copas de vino, y celebremos la vida y obra de Agnès Varda, quien nos abrió camino y demostró, a pulso, que aún hay esperanza por el futuro.