Saturday Night: Luz, Drama, Acción
Tras el éxito de “Thank you for Smoking” y “Juno”, todo apuntaba a que Jason Reitman se volvería un referente directivo a futuro. Nadie imaginaba que decaería en los consecuentes años con productos prefabricados y que en la mayoría de los casos eran carnadas de Oscar que pasaron sin pena ni gloria. Después de 5 fracasos fallidos seguidos, tal parece que el director se recompone con este homenaje a uno de los programas de televisión más importantes de la televisión estadounidense: “Saturday Night”, la cual tristemente es una de las más grandes olvidadas de la finalizada temporada de premios, porque tiene algunos detalles con los que pudo competir y vale la pena resaltar.
Si hay algo que aplaudirle a Reitman es que sabe hacia dónde llevar la historia gracias a la edición y un trabajo de cámara envidiable: planos secuencia, una hiperactividad que va de un lado a otro sin descanso y un balance entre todo el elenco que permite que todos se luzcan. De esta manera, por más que haya un alboroto en pantalla (muy en el mood de Saturday Night), siempre toma en cuenta el lema “La obra debe continuar”. Ya sea que caigan partes del escenario, se lastime un actor o falte un técnico, el espectáculo no puede acabar hasta que la cámara se apague. Llega un momento en el que los constantes gritos y la información son abrumadores, pero el ritmo frenético hace que nunca baje de intensidad.
Así, esta dinámica coral muy reminiscente a Paul Thomas Anderson y Robert Altman sabe emanar un divertido humor negro de las interacciones entre la enorme cantidad de nombres involucrados. Es por parte del equipo detrás de cámaras que también refleja una buena crítica hacia la producción televisiva, desde los ejecutivos rechazando ideas novedosas y con potencial en aras de ganar más dinero o priorizar los ratings hasta los actores novatos que están preocupados y muertos del miedo por regarla en su primera oportunidad. Esta exploración que Saturday Night hace sobre lo que ocurre tras bambalinas es más enriquecedora si uno ya ha trabajado en alguna producción de este tipo, lo que vuelve a la coreografía más auténtica y envolvente.
De hecho, Saturday Night es responsable de hacer creer a muchos de que los Oscares ya deberían abrir una categoría que premie al mejor reparto. Es mejor tener un equipo de desconocidos que sepan congeniar entre sí que juntar a muchas estrellas sin nada en común, esto lo sabe el director y se hace de los servicios de muchos actores más especializados en televisión con tal de que la comedia sea más natural (los más conocidos son Willem Dafoe y J.K. Simmons). Los personajes como tal no tienen mucho desarrollo, pero comparten muchos momentos especiales, destacando a Rachel Sennott como Rosie Shuster. De hecho, resulta irónico que Gabriel LaBelle (que interpreta a Lorne Michaels), siendo el protagonista, sea el eslabón más débil del elenco (que esté demasiado joven para el papel tampoco ayuda).
Dicho todo esto, Saturday Night no se libra de tener problemas, con el mayor inconveniente de que es imperativo conocer algo previo de SNL para poder entenderla y disfrutarla por completo, ya sea el nombre de todos los involucrados, su personalidad, el tipo de humor que cada uno maneja o hasta la historia del programa. Aunado a que le sobra metraje y para el final del segundo acto el caos comienza a agotar, da la sensación de que es un producto hecho para fans. No hay nada de malo en verla sin saber nada anterior, pero limita mucho el público que puede divertirse con ella.
Saturday Night no será la mejor comedia de la historia, pero Jason Reitman se recupera, capta la esencia de lo que hizo (y hace) especial aquel programa y lo procesa en una sincronización perfecta que escenifica hora y media de caos bien organizado. Quedará como un remanente y complemento muy digno sobre el origen de este show de medianoche, la comedia tipo Stand-up, el desenfreno de la generación X y un homenaje a la televisión. Yendo más lejos, simboliza el apoyo de ambos medios audiovisuales, alguna vez enemigos, y su alianza contra su voluntad por la amenaza del streaming, y si quieren sobrevivir, deben trabajar juntos.