Selva Trágica: Magia, oscuridad y folclor en un western selvático
En un hecho que casi se puede calificar surreal, tal y como lo marcara la propia esencia del cine mexicano en su época de oro, hoy en día coexisten en distintas plataformas pero un mismo universo dos cintas que no solo resaltan dentro de la escena nacional de los últimos años, sino que también se erigen como dos de las mejores propuestas fílmicas hasta ahora en 2021 en la antesala de los regresos festivaleros de Cannes y Venecia.
Ambas, participantes previas en dichas competiciones europeas e internacionales del 2020, han encontrado la distribución justa y necesaria para poder ser apreciadas por un público desgraciadamente cada vez más idiotizado por las repulsivas y burdas idioteces de los Derbez y compañía, en un esfuerzo respetable y que necesita ser replicado por sitios y lectores como nosotros, ávidos buscadores y amantes del buen y verdadero cine.
Una en Netflix, la otra aún en cartelera, hablemos ahora de la disponible en la plataforma streaming… Selva Trágica
Yulene Olaizola se toma su tiempo en su cuarto largometraje como director; astuta y calculadora, la joven cineasta sabe que nos tiene cautivos en Netflix y que su factor sorpresa llegará tarde o temprano. Esta espera de manera obvia le acarrea en su primer arco y acto introductorio varios problemas, principalmente a nivel narrativo, optando por el letargo de sus escenas “contemplativas” sin indagar en su folclor o personajes, pero en complemento a esto cuenta con dos armas para mantener el mínimo interés necesario durante esta desfachatez visual: el primero, una hipnotizadora fotografía de la selva maya responsabilidad de Sofia Oggioni; la segunda, la electrizante y sensual presencia de la novata actriz Indira Andrewin, que desde Belice se convierte en ese selvático y oscuro objeto del deseo que llevará a una serie de hombres y su entorno a rendirse ante ella y un mortal destino.
En el corazón de la selva maya, un grupo de chicleros (extractores del chicle) encuentra a una misteriosa joven a punto de morir, víctima de un terrateniente inglés que le dio cacería al no querer casarse con él. Al despertar la chica ya no es la misma, pero su presencia desatará los deseos, conflictos y celos en este grupo de hombres. Con la selva como aliada, al parecer “Agnes” ahora es algo más de lo que fue antes de ser herida por la bala.
El concepto es tan atractivo como innovador, sirviendo como una metáfora vengadora en contra de la violencia y opresión masculina, pero a su vez como una fantasía oscura y llena de folclor sobre la leyenda maya de la Xtabay, una divinidad – mujer que embruja a los hombres para perderlos o matarlos.
A pesar de que Olaizola deja bien explícito su primer objetivo, es durante la primera mitad de su metraje donde el lenguaje visual no le alcanza para dar trasfondo a su “mito” o folclor, dejando que este surja de manera más automática que eficiente conforme la película va mejorando su ritmo y tono definitorio, el cual se queda a la mitad entre un thriller de tonos surreales y un western, uno selvático y trágico; accidental o propositiva en su objetivo, lo que no hay duda es que para ese momento el exterminio del hombre se ha asentado, la Xtabay se ha revelado y la cacería ha comenzado en un marco de mayor diálogo y estructura hacía con su mito, el cual se ve materializado en la narración del más inocente y menos culpable de aquellos: el chiclero Jacinto, consciente de la presencia de aquella entidad entre ellos y una imposible y traicionera odisea.
Con los elementos del western, la directora y guionista se da la libertad de fomentar esa unidimensional estructura entre sus personajes, dejando que la voz off dé un trasfondo más acorde a los surreales eventos suscitados en pantalla. Así mismo Olaizola va creciendo en complejidad técnica y narrativa al posicionar un par de poderosas secuencias que van construyendo un literal caminito hacía un final lleno de tensión y magia oscura. Primero, con una secuencia típica de vaqueros pero ambientada de manera fresca dentro de aquella selva, surtiendo los valores y capacidades de Olaizola, pero también redimiendo de cierta manera su propio argumento; y segundo con un cierre fastuoso, una secuencia que esclarece su esencia surreal y que ensalza sus dos más grandes virtudes, la mencionada fotografía y la belleza de su protagonista.
A pesar de las fallas en su ritmo y cierta estructura de su folclor, Selva Trágica se levanta como una pieza muy peculiar y de una propuesta fresca frente y detrás de las cámaras, con el hecho de estar prácticamente construida en tres pilares femeninos: directora – guionista, fotógrafa y actriz. Sobreviviendo su desperdicio de narrativa en sus primeros 36 minutos (para ser exactos), usted encontrará en esta cinta un conjunto de elementos ciertamente inquietantes, emocionantes y tétricamente preciosos,.
Presentada en el Festival de Venecia del 2020, la cinta se llevó el premio “Sorriso Diverso” a la Mejor Película en lengua extranjera, además de conseguir otros tres galardones internacionales en su paso por Varsovia y Mar de Plata. Disponible en Netflix, no la deje pasar