Shame: la vergüenza de estar vivo
“Todos hemos tenido nuestra porción de infierno en esta vida” dijo una vez Germán Dehesa. Un paseo por cualquier ciudad nos permite explorar y admirar los logros que como sociedad hemos alcanzado en términos económicos y sociales que reciclan día a día el concepto de éxito y propician su confusión con el concepto de lo que es felicidad, que justifican el uso de medios maquiavélicos para ascender socialmente y posicionarse en la cima con aire triunfalista, que no triunfante, para autoproclamarse rey de un universo que a menudo se traduce en desdicha y soledad acompañado por una lucha eterna por acallar la voz de una conciencia, un universo en el que las apariencias ayudan a sobrevivir al abandono voluntario que busca en raíces inútiles para fines propios del triunfo un vestigio de voluntad para reencontrarse y dar sentido a las metas alcanzadas.
Brandon Sullivan (Michael Fassbender) ha logrado consolidar una carrera exitosa, tiene todo, si tener todo significa estabilidad económica y la libertad para hacer lo que le plazca con su vida. Pero también es un recipiente vacío que busca ser llenado en cada relación sexual que no involucre un compromiso, la búsqueda de placer es un medio para paliar un dolor que se engendra en la falta de identidad, raíces y una negación consciente a ser feliz. Michael Fassbender se entrega a una espiral hedonista que supone su propia autodestrucción, está dispuesto a tocar fondo para coger impulso hacia la superficie, sin embargo no es consciente que el fondo se halla cada vez más profundo.
Llena de escenas provocativas y estimulantes, Shame construye un discurso dramático que se enfoca en la disyuntiva moral y ética en que oscilamos al vernos obligados a cumplir con los estándares que dicta la sociedad actual y el terrible desequilibrio emocional que esto supone cuando la moneda de cambio es nuestra propia vida. Poco queda por hacer como individuo en un mundo donde el placer carnal ha alcanzado su máxima expresión a costa y a pesar de nosotros mismos. Al tocar el fondo más profundo en su vertiginosa caída Michael Fassbender se refleja confuso, distorsionado e irreconocible aún para él mismo, solo, mientras el castillo de naipes que ha construido a su alrededor se desmorona, mientras las barreras se rompen y lo único que busca es placer, vaciarse mientras embota sus sentidos.
La visita inesperada de su hermana pone en perspectiva su propio abandono y lo que al principio parecia proporcionar un brevísimo alivio a su vida sólo sirve para mostrar que su caso no es un hecho aislado, que toda la sociedad que le rodea ha perdido el rumbo y ha optado por un abandono cínico y desesperado que se sostiene por pequeños momentos de placer, que al tener las mismas reacciones químicas que una droga, se vuelve adictivo y demanda cada vez mayor intensidad y frecuencia.
Con una edición impecable y musicalización perfecta Shame se sostiene con excelentes actuaciones en ocasiones acentuadas por escasos y brevísimos diálogos que enmarcan momentos sublimes, casi irreales, que dotan al filme de un altísimo grado de intimidad e invitan a saborear cada escena como un fino postre. Todas las piezas encajan a la perfección. Mención aparte merece la escena en que Sissy (Carey Mulligan) su hermana, quien busca una oportunidad de triunfo como cantante en Nueva York, ofrece una deliciosa, íntima y dolorosa interpretación de New York, New York.
El único (y quizá muy importante) punto débil de la película ha sido su promoción, venderla como una cinta erótica es un gran desacierto ya que quien busca desnudos a la menor provocación se sentirá muy decepcionado, Shame es una apuesta seria que versa sobre la deshumanización de la sociedad y que carecerá de sentido para quien, como la película misma plantea, busque el placer efímero. Shame provoca preguntas realmente importantes en la cabeza que obligan la reflexión, una muestra honesta de hacer arte.
Una cinta dolorosa y fascinante que muestra a un Fassbender en desnudo frontal, vacío, adicto, hoja al viento; a un Fassbender extraordinario.
3 Comments
Estimado, el primer parrafo de esta reseña es, definitivamente, de antologia.
Felicidades.
Don Maxler, muy halagado que le haya gustado, comentarios como ése motivan a continuar intentando hacer bien las cosas. Muchas gracias.