Shirley, Visiones de una realidad: Una película sólo para Hopperianos
Ese afán de escapar de la cartelera comercial no siempre llega a buen término, y no porque la cartelera alternativa no tenga buenas opciones, la cosa es que el común denominador de las películas de los últimos años es que son buenas por partes. De hecho, esa ha sido mi meta con el cine contemporáneo, ese que cada día se aleja más del maravilloso cine de antaño, siempre, siempre de los siempre trato de salir del cine con “algo”, algo que rescate a la película de ir directo al canal del desagüe. No siempre lo consigo y termino por mandar al caño directo y sin escalas a películas que ni las palomitas valieron, como es el caso de Ciudades de Papel el último bodrio que se atravesó en mi camino.
Shirley, visiones de una realidad vs Ciudades de papel, es la contienda más estúpida que se me ha ocurrido en la vida, y la nota no va por ahí, pero bueno, son lo último que he visto (después de la grata sorpresa de Ant Man), así que traigo los cables cruzados con una y con otra. ¡Al grano!
Shirley es de esas películas de tarea que ningún arquitecto, dibujante, fotógrafo, videoartista y/o pintor se debe perder, porque sólo alguien con esas características artísticas corriendo por su sangre la puede elevar al punto que su director pretendía llevarla. Su belleza estética es impresionante, sobre todo si usted es fan de Edward Hopper y del interiorismo gringo.
Me es obligado reconocer que esa belleza geométrica que encierra a la soledad absoluta mezclada con el aire poético de Emily Dickinson y la filosofía de Platón, no es todo lo bueno que tiene la película. Deutsch tuvo a bien llevarnos a través de trece obras hopperianas en una historia que se narra con voz en off y que ocurre en un mes de agosto de, al menos, treinta años de historia. Shirley (Stephanie Cumming) una actriz que se rehúsa a ser encasillada en el papel de esposa sumisa con un marido ausente (Cristoph Bach) combina su voz en solitario con un programa radiofónico en donde “veremos” pasar su vida al parejo de la revolución cubana, la guerra fría y su cacería de brujas Macarthiana, el asesinato de Trotski y el inolvidable discurso de Martin Luther King.
Un formato interesante, una fotografía deliciosa e impactante, trece pinturas cobran vida, pero una vida vacía que no hace más que ver pasar el tiempo por la ventana. Colores que atraen y la belleza atemporal de Stephanie Cumming, todo esto debería de ser suficiente para hacerla una gran película, sin embargo resulta una película difícil de ver, lenta…plana. Como bien lo dijo el poeta José José “la belleza cansa”. Quiero pensar que la culpa la tiene el guion, que también tiene la firma de Deutsch, un poco de chispa, un poco de osadía le hubiera sentado muy bien.
No sé si alguna vez se estrenó en México, no recuerdo haberla visto en la cartelera comercial, es una película austriaca del 2013 que formó parte del ciclo de cine europeo del Cineforo de la Universidad de Guadalajara, pero si quiere caer en la belleza hipnótica del arte Hopperiano seguramente la encontrará en línea, olvídese de las palomitas, pero pida su café cargado.
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