Sing Sing: El arte salvando vidas
Hay películas que cuentan con ciertas características y una sencillez que las hace brillar de manera única. Logran comunicar su mensaje al público de forma clara y efectiva, conectando profundamente con la audiencia. Sing Sing pertenece a esta categoría, una cinta que, aunque no es una obra maestra, tiene un mensaje claro y cumple su objetivo sin complicaciones, aprovechando al máximo sus cualidades.
Basada en el programa real de rehabilitación a través de las artes en la prisión de máxima seguridad de Sing Sing, la película se centra en un grupo de reclusos involucrados en la creación de espectáculos teatrales. Los dos personajes en los que recae la historia son Divine G (interpretado por Colman Domingo), fundador del programa y dramaturgo, así como actor estrella; y Divine Eye, un recluso agresivo que considera la actuación una actividad inútil, pero que se inscribe en el programa únicamente por “las ayudantes femeninas”.
Aunque sigue la trama clásica de dos visiones completamente opuestas de la vida (evidenciado incluso en sus sobrenombres casi idénticos), que chocan para después convertirse en aliados, lo que distingue a Sing Sing es cómo utiliza el arte como una llave. No solo muestra cómo los reclusos escapan de la realidad, sino también cómo se desarrollan de manera intrapersonal.
Este progreso no ocurre de golpe. Al principio, vemos a los dos Divine rivalizando, incluso por el género de la próxima obra y por el papel principal: una especie de Hamlet en una cómica odisea de viajes en el tiempo. A través de diferentes ejercicios teatrales que fomentan la introspección, la curiosidad y la reflexión interna, el carácter de Divine Eye evoluciona. Con el apoyo del grupo (y poco a poco de Divine G), pasamos de ver a un hombre parco e intransigente a uno con una mayor inteligencia emocional.
En este punto, Clarence Maclin, quien se interpreta a sí mismo en la cinta, brilla con una fuerza interpretativa que conecta al espectador con su historia. Sin embargo, esto es solo una parte de Sing Sing. En su segundo acto, la trama se centra en explorar el pasado de ambos y aunque su conflicto antecede a una salida algo abrupta, la manera en que estos eventos afectan a ambos le otorga a la cinta un toque más humano, alejándola de un enfoque idílico. Esto refuerza que, aunque encuentran en el teatro un vehículo de escape, la realidad sigue presente.
Otro aspecto destacable es cómo Sing Sing se aleja de los clichés del drama carcelario. El director evita temas comunes como la violencia, los abusos policiales o las jerarquías dentro de la prisión, y aunque algunos podrían considerar esto un defecto, es una decisión acertada que respeta el tono y el enfoque central: un drama más liviano con tendencias hacia la no ficción, centrado en resaltar los beneficios del arte en el desarrollo personal.
Dos elementos técnicos destacan en Sing Sing: la fotografía, que por momentos recuerda a un documental con tomas en cámara en mano, y las actuaciones, que son impresionantes. Muchos de los personajes se interpretan a sí mismos, lo que genera una sensación de falso documental. Es interesante que el director nunca establece una distorsión entre ficción y realidad, logrando un equilibrio entre ambas (incluso nunca utiliza ni en los créditos, ni leyendas alguna advertencia)
En cuanto a las actuaciones, destacan tres interpretaciones principales: Clarence Divine Eye, quien lleva gran parte del peso de la película; Paul Raci, quien aprovecha sus pocos minutos en pantalla para brillar; y por supuesto Colman Domingo, que demuestra ser uno de los mejores actores de los últimos años. Su papel, que requiere dos matices diferentes, lo convierte en el conductor emocional de Sing Sing. Su inclusión en esta temporada de premios es más que merecida, y no sería descabellado pensar en un triunfo en los Oscar.
Calificación
- Dirección: 2.9
- Guion: 2.4
- Actuaciones: 2.0
- Extras: 0.5
Calificación final: 7.8
Sing Sing, aunque puede considerarse una obra simple, sobresale gracias a los pequeños detalles, el poder de las actuaciones y el corazón que imprime en su desarrollo. Es una película empática y entretenida que cumple tratar con sensibilidad humana su tema central. Es una reflexión fílmica sobre las segundas oportunidades y un testimonio poderoso de cómo el arte puede salvar vidas. Por el corazón con el que nos habla el director, resulta imposible permanecer indiferente al ver cómo la belleza de la expresión abstracta transforma una vida.