Sinners: Del Blues Crepuscular al Negro Amanecer

Ryan Coogler (salvo el horrendo encargo que fue “Wakanda Forever”), se ha establecido como la mejor voz “negra” fílmica de su generación, lo cual no es para nada una etiqueta incorrecta, sino una honrosa bandera con la que se ha encargado de encausar un discurso racial que evita la mera victimización para explorar las causas y consecuencias socioculturales que han convertido a su raza en una mal llamada “minoría”.

Su proyecto más arriesgado a la fecha, Sinners también demuestra que Coogler es de los pocos cineastas en la actualidad que saben equilibrar el llamado de “cine de autor” con el buen entretenimiento comercial, ofreciendo no solo la mejor película hasta ahora de su buena, pero escaza filmografía, sino también un producto que bien podría calificar como “obra de culto” en los años venideros.

Sinners nos lleva al sur, a las comunidades negras y otras minorías en un incierto florecimiento; de ahí surge sus dos protagonistas, dos gemelos que regresan a su pueblo tras escapar del mando de Al Capone y de Chicago para establecer un negocio de licor y blues, siendo este último elemento la piedra angular de la narrativa y del que se desprenderá no solo una amenaza siniestra, sino también un terror repleto de folclor.

La influencia de Robert Rodríguez, de la corriente grindhouse y sobre todo la “Del Crepúsculo a Amanecer” no solo es notoria, sino muy obvia, sin embargo y a diferencia de aquella icónica cinta de los 90’s, Coogler no solo tendrá el valor de entretener, sino también de profundizar en su mensaje en lo que no es solo una analogía tremenda a la masacre del KKK y a la segregación racial del “no blanco” en todas sus formas (negra, irlandesa, asiática, india), sino también un himno de amor a los orígenes del blues y de aquel “bluesista” clásico (póngale usted el nombre que quiera) y la lucha de este en contra de sus propias condiciones socio raciales.

El principal valor de Sinners es el equilibrio entre su mezcla de géneros, algo muy propio de la corriente “grindhouse”. Coogler no salta del uno al otro, sino que, como una buena banda de blues, va agregando instrumentos y sonidos a su composición hasta llegar a una exquisita, sangrienta y pintoresca fusión en el que todos se sienten que deben de estar ahí para llegar al clímax de su improvisación. Así mismo, esta miscelánea se traslada también al juego de razas en pantalla, y como a través de ellas la cinta se convierte en un manifiesto profundo sobre la opresión del “blanco” y el verdadero significado de la libertad por parte de estas.

El elemento terror en Sinners no es nada aleatorio, sino que se da a través del llamado que reciben los espíritus malignos de parte de las almas puras, pero sobre todo de aquellos “genios” musicales que, con su nato talento, llaman a una congregación a regocijarse en su música. Es aquí donde Coogler imprime excelentes momentos de tensión y suspenso que se apoyan con ciertos elementos surreales y folclóricos que conectan pasado, presente y futuro de su raza, dando al vampirismo uno de sus giros fílmicos más creativos de los últimos años, estableciéndolos más allá de una amenaza, como una salida hacía la verdadera libertad de la raza negra en retribución al exterminio en torno al KKK (genial como el líder y villano principal es proveniente de otra raza migrante oprimida, la irlandesa).

Así pues, no son los vampiros los que arraigan de manera total el término “Pecadores”, sino todos. Sinners escapa de la manipulación al dotar de estructuras y trasfondos claroscuros a todos sus personajes estableciendo que, a pesar de la innegable violencia y cacería del blanco, toda la amalgama de razas sembró pecados e historias para forjar sus destinos. Algo sumamente reflexivo y de una determinación narrativa constante a través de todo el relato y que se ve ensalzada a través de la música, un elemento que acompaña las motivaciones de todos sus personajes y que a la vez es sinónimo tanto de pecado, sexo y vicios, como de liberación, pureza y luz. El blues por supuesto, como verdadero protagonista, es el que luchará prevalecer a través de todas estas contrariedades, dando pie a dos escenas post créditos que funcionan como epílogo y que redondean el amor por el género musical

A pesar de todas estas virtudes, Sinners comete un par de pecados, ambos caprichos evidentes del autor. En primer lugar, aunque hay un hilo cómico e incomodo que da una naturalidad formidable al relato, sin embargo es en el momento del encierro cuando se pierde un poco de dicha espontaneidad al forzar el “comedy relief” y ejercer ciertas explicaciones ante situaciones que no necesitan una explicación (como el vampirismo, por ejemplo); el otro pecado se agradece en cuanto a su forma de ejecución y se entiende que la raza negra y que Coogler tengan su venganza personal y retribución ante el KKK, una escena de acción sobresaliente y necesaria más para el alma del director que para el relato.

La parte actoral de Sinners se encuentra solventada gracias al gran carisma y presencia que Michael B. Jordan provee con su doble papel. El fetiche de Coogler es capaz de echarse el relato al hombro, sin cameos o mucha presencia mediática de por medio. Destacan también el veterano Delroy Lindo y Hailee Steinfeld, que logra una química tremenda y sexual con Jordan en algo que se nota posiblemente haya traspasado la pantalla. Mención especial para el villano de Jack O’Connell, tétrico hijo de puta que con su banyo, mensaje libertario y pasos irlandeses dan mucha notoriedad al líder de la secta de sangre

Sinners es un “Del Crepúsculo al Amanecer” 1000 veces mejorada, con un eficaz trasfondo y desarrollo de personajes, un violento entretenimiento, pero sobre todo una construcción reflexiva sobre el folclor del sur. Ryan Coogler hace su película más arriesgada y entretenida a la fecha, una combinación de géneros (suspenso, horror, vampirismo y hasta musical) muy en el tono de la corriente “grindhouse”. Es sucia, improvisada, pasional y profunda, como cualquier buen blues.

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Acerca del autor

El Fett   @El_Fett   cinescopia.com

El más realista y cabrón crítico de cine que pueda existir. Ente sin misericordia que tiene el halago de transmitir a los mortales su sentir y sabiduría en el mejor recinto sobre el séptimo arte. Cinéfilo de corazón y crítico crudo por vocación. Alter ego del Licenciado en mercadotecnia y RRPP Oscar M Rodríguez (FB) Sigueme en twitter @El_Fett


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