Sirat: El Salario del Miedo 2025

Oficialmente las ganadoras y nominadas de los festivales comienzan a llegar a cartelera para levantar lo que ha sido un año asqueroso para el cine (el peor de lo que va de la década). En este caso, una de las que más ruido ha hecho es “Sirat” de Oliver Laxe, una propuesta atrevida que representará a España en la próxima competencia por el Oscar, y que aun así no se ha salvado de controversia por parte de algunos sectores.

La premisa de Sirat es prometedora: un padre y su hijo viajan a una rave (fiesta de música electrónica realizada en lugares alejados al aire libre) ubicada en las montañas del sur de Marruecos en busca de su hija y hermana desaparecida meses atrás. Una historia sencilla que se sustenta a base de imágenes con un nivel de estética y texturas impresionante, pero hay un truco escondido en este recurso. La búsqueda de la joven es en realidad un MacGuffin que cambia el argumento hacia algo más duro que pone a la insatisfacción y la tragedia como el verdadero enfoque de la historia. Hay momentos crueles que parecen diseñados para incomodar, pero justo ahí radica su virtud: obligar al espectador a no perder de vista lo que está pasando.

La banda sonora y el apartado de sonido son de los puntos más fuertes de Sirat, ya que invitan al viaje interior y al trance que supone el uso de alucinógenos en las fiestas rave que, junto a la fotografía, crea esa ilusión de estar perdido en un lugar desconocido. Esto da pauta a escenas como el perro drogado con LSD o los bailes psicodélicos que inicialmente pueden verse ridículas o fuera de lugar, pero cobran un sentido perverso una vez que se entiende el contexto en dónde sucede la historia. Pronto el absurdo ya no cumple el objetivo de entretener o aligerar la narrativa, sino incomodar y convertirse en un relato trágico y maravillosamente tenso y sensorial.

A medida que avanza la historia, el director aprovecha el escenario desértico y hace más incierto el recorrido hasta que comienza a ser un peligro más en la travesía, dotándolo de un suspenso con alta adrenalina que por momentos recuerda al trabajo de Gus Van Sant, a la saga “Mad Max” o al clásico “El Salario del Miedo”.

Pasando a la polémica, no es coincidencia que Sirat esté ambientada en Marruecos, ya que en un punto los personajes deben atravesar la frontera para llegar a Mauritania. El detalle es que ambos países árabes no comparten frontera… hasta que se toma en cuenta el territorio del Sahara Occidental. Es aquí donde han surgido las controversias al argumentar que esto es un panfleto político que aboga por la independencia y el reconocimiento oficial de este territorio. Además, muchas de las decisiones tomadas por los personajes hacen que se vea como una historia con una postura profundamente conservadora y moralista (y siendo franco, por momentos cae en el morbo y el sensacionalismo estético o contemplativo). Pero más allá de si tienen razón o no, lo cierto es que la metáfora del entorno social cobra relevancia al encarar de frente el vacío político, humano y existencial del territorio en disputa. De ahí que la escena más fuerte y memorable de la película sea protagonizada por el hijo no es una casualidad y deje traumado a más de uno, mientras que el clímax, con más de 20 minutos de tensión, sea una prueba de resistencia al límite.

Los actores en su mayoría son no profesionales, lo que ayuda a que Sirat se sienta más natural. El único profesional y conocido del reparto es Sergi López, que interpreta al padre, un hombre amoroso, pero también negligente y torpe que en el afán por apegarse a las reglas y proteger a los demás terminará sellando su destino (no por nada él es técnicamente el responsable de la escena más dura antes mencionada).

La convivencia entre todos los personajes da pauta a muchos cuestionamientos filosóficos sobre el destino, la interacción humana, el karma y la amabilidad, factores que encierran la tragedia reflejada: la certeza de perder más de lo que se gana.

Más allá de la postura que cada uno tenga con la denuncia política implícita, lo que Laxe propone con Sirat es un viaje sensorial y áspero que devasta, pero también fascina por englobar el significado de buscar, no sólo a un familiar perdido, sino también un lugar dónde vivir o un sentido a la existencia. Pero a la vez que es necesario aceptar la propia realidad, negarla o vivir siempre en modo búsqueda te dejará con mucho menos de lo que tenías. Culminando con un final ambiguo, es una obra que definitivamente dividirá opiniones, pero que no deja a nadie indiferente y que no hay nada que un vaso de agua no pueda arreglar.

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Acerca del autor

Uriel Salvador     twitter.com/UrielSalvadorGS

Escritor, analista, crítico, gamer, investigador, actor (especializado en doblaje), fotógrafo. Pero ante todo, soy un amante del cine.


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