Solaris: “El planeta donde las pesadillas se hacen realidad”
Mi nombre para ustedes es ‘Ed Sunderland’ alias que nace del apellido del protagonista de uno de mis títulos de terror favoritos de todos los tiempos (James Sunderland de Silent Hill 2) y de una abreviación de mi verdadero nombre. Como Edgar Rodríguez, mi amor por el cine nace, al igual que muchos, después de ver la obra maestra de ciencia ficción A Clockwork Orange de Stanley Kubrick, y poco después, nace a mi conocimiento este espacio tras toparme con un TOP del ya mencionado género hecho por el buen cazarrecompenzas que ahora me está dando la oportunidad de escribir en Cinescopia. Entre muchas otras fuentes y medios, una raíz fundamental de mis humildes conocimientos cinematográficos provienen de las redacciones de El Fett y de Alex Waters, y las posturas tan distintas que ambos autores tenían la mayoría de los casos también ha contribuido a formarme mi propio criterio y a valorar los distintos puntos de vista que se puedan tener sobre una película.
Estos factores han influido en que mi primera contribución a este espacio sea el análisis a una obra de ciencia ficción que no haya sido muy mencionada aquí, en este caso Solaris, la obra más conocida de Andréi Tarkovsky:
Cualquier persona familiarizada con la filmografía del maestro ruso la concebiría sensatamente como la obra más débil por parte de su autor, y para asimilar esa posición correctamente, es necesario saber las circunstancias dentro de la concepción del proyecto. Con esta película, Tarkovsky quería despegarse de los convencionalismos del género de la ciencia ficción para presentar su poesía visual sin los límites de un relato clasificable. No fue sino debido a un capricho por parte del autor de la novela homónima en la cual se basa el guion de esta película, Stanislav Lem, que los elementos que sitúan su premisa dentro de un escenario futurista tomaron presencia dentro del resultado final.
La historia sigue a Chris Kelvin, destacado psicólogo que tras una reunión en casa de su padre con un par de compañeros cosmonautas es enviado a una estación que orbita dentro del misterioso planeta Solaris, con la misión de determinar si las condiciones de las exploraciones llevadas a cabo pueden seguir, o deberían detenerse.
“La Solarística” se encarga de experimentar las condiciones del planeta, y los efectos que su océano pueda llegar a tener en los seres humanos. De los tres científicos que dirigían la estación inicialmente, uno de ellos se ha suicidado debido a una fuerte depresión (su muerte queda en circunstancias muy inconclusas), y los dos científicos restantes, el Dr. Snaut y Sartorius, le explican que los problemas se presentaron después de someter el océano de Solaris a una fuerte carga de rayos X, y a partir de entonces se han materializado las proyecciones de la mente de las personas que se ubiquen cerca de su atmósfera. Tras diversas y fugaces visiones que acontecen mientras Kelvin analiza el mal estado tanto de la estación como de sus tripulantes, aparece una materialización de Hari, su difunta esposa, que le hará replantearse los objetivos de su misión y podría suponer un enorme cambio en el futuro del planeta Solaris.
Como se podría deducir, esta es una película llena de metáforas y simbolismos, sin embargo, y a diferencia de obras póstumas del propio Tarkovsky, aquí el ritmo lento y contemplativo que tanto favoreció a su trabajo posterior se siente forzado en la mayoría de sus secuencias, quizás por ese ya mencionado impedimento de estar apegado a un género, lo cual acaba haciendo que la inclusión de ciertas secuencias perjudique bastante la cinta si es vista como un resultado completo, obviando sus intenciones expresivas a través de un montaje cuyo papel acaba sintiéndose meramente como un aspecto funcional más que un instrumento que esculpa el tiempo.
Pero a pesar de un manejo de cámaras muy ajeno al estilo de su director, por momentos esa potente fotografía toma presencia, haciendo que a nivel meramente estético, Solaris sí sea uno de los estandartes del género dentro del cine.
También es necesario resaltar dentro de los méritos el como la sutileza comunicativa no desaparece del todo a pesar de estos fallos, constantemente comparada con el clímax de Stanley Kubrick, 2001: A Space Odyssey, si bien en términos de calidad general, la obra de Andréi Tarkovsky no está a la altura, los múltiples matices comunicativos e interpretativos de Solaris si lo están, aunque estos sean diametrales en su enfoque.
2001 exploraba el siguiente paso de la humanidad dentro de su evolución, irónicamente deshumanizando cualquier relación que se pueda tener con o hacia sus personajes y tomando como prioridad la naturaleza evolutiva de las inteligencias artificiales, retratando este elemento en particular con una obsesiva frialdad casi predictiva. Solaris, por otra parte, hace algo totalmente opuesto, pero que en palabras de su director, tiene como prioridad un concepto igual de significativo:
“[…] la gente que estaba perdida en el cosmos y obligada, le gustara o no, a adquirir y dominar una forma de conocimiento. La infinita búsqueda de conocimiento del hombre, que le fue dada gratuitamente, es una fuente de gran tensión porque trae con ella una constante ansiedad, desgracia, pena y decepción, ya que la verdad final nunca puede conocerse. Más aún, al hombre se la ha dado una conciencia por la que será atormentado cuando sus acciones infrinjan la ley moral, y en ese sentido hasta la conciencia involucra un elemento de tragedia. Los personajes de Solaris estaban perseguidos por decepciones y a la salida que les ofrecimos fue bastante ilusoria. Consistía en los sueños, en la oportunidad de reconocer sus propias raíces […]”
Solaris podría entonces simbolizar una representación física de la mente, cuyo denso y vasto océano no es más que un reflejo de la ambición de la humanidad por tener un conocimiento ilimitado, pero que tras su percepción se vuelve más clara, altera sus movimientos y empieza a generar islas, islas que nos recuerdan el cómo nuestros conocimientos pueden tener un límite al igual que ese océano, esa es la devastadora revelación que el personaje acaba confrontando en el giro final de la película (que obliga a un segundo visionado para comprender la profundidad de su mensaje completamente).El engrandecimiento de estos conceptos se los otorgan unos cuantos elementos intertextuales (como una composición de Bach y una pintura de Bruegel) que no logran evocar ese sentido de trascendencia con la magnitud necesaria, y los obtusos momentos de su aparición pueden sentirse más como un capricho artístico que como una herramienta interpretativa. Al no dar una noción verdadera a su ambición más grandilocuente, también se podría abordar la película como una deconstrucción sobre el propio concepto de la naturaleza de los sentimientos proyectado a través del propio Kelvin, el cual al estar expuesto ante sus memorias, se le presenta la oportunidad de repetirlas, y se da cuenta del como esa oportunidad acaba mermando su humanidad, la película es una constante reflexión sobre el cómo nuestra consciencia está definida principalmente por el cómo cargamos con el arrepentimiento hacia nuestros actos, y nuestra individualidad podría depender de un rechazo hacia nuestros conceptos personales de devaluación moral (es dentro de esta perspectiva que el genio de su realizador se logra mostrar).
Otro aspecto interesante es como en todos los matices temáticos de la obra se nota la prioridad por darle un rol fundamental al personaje de Hari, casi se podría decir que ella tiene un significado espiritual, un recordatorio que visto desde un punto de vista ambiguamente religioso significaría un milagro, pero que también podría tomar un tinte psicoanalítico que represente el cómo lo que tanto nos hace falta tenga un significado y valor distinto para nuestro subconsciente del que realmente aparenta (esta interpretación se refuerza por la significación de la madre de Chris Kelvin durante la película, en especial durante el tercer acto).
Se puede llegar a la conclusión de que al clasificar a esta película dentro de un panorama generalizado, sería dentro de la delgada línea que divide la forma del contenido como prioridad sin explotar ninguno de estos dos aspectos en todo su potencial, irónicamente, de ser colocada dentro de la ficción científica, la obra menos refinada de Andréi Tarkovsky acaba siendo una que el 90% de las obras de su respectivo género no llegan ni a tocar, incluso hasta hoy en día.
3 Comments
Estimadísmo Ed, bienvenido a bordo. Mire que iniciar hablando de un referente tan grande como lo es Tarkovsky no cualquiera. Un honor contar con su visión en Cinescopia.
Bienvenido mi estimado! Ahora si que mil gracias por este post que Tarkovsky es un tema de respeto que como usted bien dice poco hemos remembrado. Una leyenda que cayó en peculiar anonimato incluso para los circulos de arte o independientes no cree?
Saludos!