Sorda: La necesidad de ser escuchado
En los últimos años, ¿cuántos retratos inclusivos para grupos minoritarios hemos tenido? Ahora, ¿cuántos han sido escritos desde la naturalidad y no desde la condescendencia? Y es que, cuando se tocan este tipo de temas, no se trata solo de hablar de ellos para obtener la estrellita de tolerancia, sino de entender (desde la empatía y no desde el privilegio), las complejidades de ser parte de este grupo que por años fue excluido y que, poco a poco, va encontrando espacios de apertura. El resultado serán retratos que dignifiquen más a los individuos y dejen de lado la indulgencia mal enfocada. Eva Libertad logra el cometido de llevar este mensaje empático a través de su película Sorda.

Sorda sigue la maternidad de Ángela, una mujer con pérdida de audición que debe enfrentarse a los miedos comunes de esta etapa, así como a los retos en la comunicación y el vínculo con su hija recién nacida.
El primer acierto de Eva es nunca darle a Sorda un enfoque meramente centrado en la capacidad diferente de Ángela, sino en las vicisitudes alrededor de la maternidad y los cambios que atravesará con su pareja oyente, Héctor. Si bien parte de estos conflictos derivan de la audición, no es el foco principal, pues se escribe desde la naturalidad de la transformación que implica ser madre. La sordera es solo un factor. De esta manera, la directora establece un puente empático orgánico a través de situaciones que cualquier pareja puede vivir tras la llegada de un nuevo ser.

La mayor cualidad del guion radica en eliminar esa aura cuasi divina y maniquea con la que, lamentablemente, suele retratarse a las personas con discapacidad, para en su lugar dotarlas de una personalidad creíble, mostrando tanto las virtudes como los defectos de su protagonista. Se la humaniza al grado de retratarla como una madre común viviendo el inicio de una etapa hermosa, pero también de mucha transformación.
Ahora bien, tampoco es que Sorda ignore el tema de la disminución auditiva. De manera didáctica, muestra las formas en que Ángela se comunica con su entorno, revelando la rutina y la vida previamente establecida en el prólogo, que (por obvias razones) se transforma tras la llegada de un bebé. Se remarca así el distintivo de que Ángela vivirá una etapa ya de por sí complicada, pero que adquiere un grado mayor de dificultad debido a los mecanismos poco incluyentes que existen a nivel social para apoyar a las madres sordas, especialmente en la comunicación con el recién nacido, donde el sonido suele ser la única vía de contacto entre padres e hijos.

Otro punto fuerte de Sorda recae en el desarrollo de la relación que vive con su pareja. En una escena se muestra la química fuerte que tienen, para que, a raíz del nacimiento, observemos cómo su vínculo cambia poco a poco, marcando diferencias en los espacios donde ambos se sienten más cómodos, especialmente Ángela, quien empieza a sentirse desplazada y busca un lugar seguro en su círculo de amigos semejantes a ella. Lo increíble al plantear el conflicto es la perspectiva imparcial: si bien Ángela tiene motivos válidos, su esposo Héctor —quien, en parte, se ha dedicado a cuidar de su hija y velar por el bienestar de su cónyuge— también tiene puntos comprensibles. No existen maniqueísmos en la historia: simplemente son dos individuos viviendo la transición que implica tener un hijo y que buscan amor, comprensión, colaboración y, por supuesto, ser escuchados en su espacio más seguro.
El conflicto de Sorda se desarrolla de manera progresiva, escalando en intensidad tanto con su pareja como con el bebé, gracias a una cámara que inserta ambas perspectivas: la de los oyentes, a través del sonido, y la de Ángela, mediante la gestualidad de la actriz y una fotografía que, a través de primeros planos, remarca sus expresiones.

Sorda así llega a un punto de ebullición donde lanza todos sus recursos técnicos, logrando un retrato de la empatía apoyado por una excelente transición de sucesos para encontrarnos con un cierre emotivo que eleva aún más el mensaje principal de la cinta.
Si se nota un retrato tan cercano y fluido, se debe principalmente a que la directora Eva Libertad ha vivido de cerca estas situaciones. Su hermana, Miriam Garlo, protagonista de Sorda, perdió el 70 % de su capacidad auditiva y, a los 30 años, tuvo que aprender el lenguaje de señas. Esa experiencia, sumada al trabajo de investigación realizado con madres sordas, se convierte en un factor esencial para una historia que se siente auténtica y que viene del corazón. Cabe resaltar la actuación de Miriam, una de las más destacadas del cine europeo actual.

Calificaciones
Guion: 3.0
Dirección: 3.1
Actuaciones: 1.9
Extras: 0.5
Calificación final: 8.5
Sorda no solo es un retrato inclusivo sobre la necesidad de abrir más espacios para que las personas con pérdida auditiva puedan vivir con la normalidad que merecen; también es una reflexión sobre los cambios que vive una mujer y una pareja al llegar a la maternidad: la necesidad de ser escuchados en etapas de cambio radical, y el esfuerzo por adaptarse sin rendirse.

Eva Libertad da un abrazo al corazón, demostrando que el cine también puede ser una herramienta poderosa de empatía. Mientras exista ese enfoque y se abra un megáfono para escuchar aquellas voces que quizá no han tenido espacio, cada historia valdrá la pena ser contada.
1 Comment
A mi el acto final si que me partio, especialmente por el uso del audio para meternos en el rol del personaje principal, algo que hicieron genialmente en la primera temporada de Solo Asesinatos en el Edificio, pero lo multiplicaron por diez, realmente te metes en el mundo de ella y la soledad que siente con su discapacidad, me hizo pensar en mi esposa que, aunque tiene otra discapacidad, me hace consciente que es dificil meterse en ese mundo…