Sound of Freedom: El hombre que vio lo peor de Internet

“Un regalo del Señor son los hijos, recompensa, el fruto de las entrañas. Como flechas en manos del guerrero son los hijos de la juventud”. Salmo 127:3-4

No recuerdo cuando fue la última vez que un drama causó tanto revuelo en el mundo, en especial uno de bajo presupuesto y que tratara un tema tan delicado. Es por eso que, cuánto más altas las expectativas, más precaución hay que tener con el resultado final (y todavía más cuando el director es Alejandro Monteverde, quién entregó la asquerosa “Little Boy”). Catalogada como “la película prohibida que nadie quiere que veas”, la realidad es que “Sound of Freedom”, si bien no es revolucionaria, es lo suficientemente convincente para que al menos asegure plantar su mensaje principal en la mente del espectador.

Hay que dejar en claro algo: no es la primera película que usa la trata de personas como el eje principal (ya lo habían hecho obras como “Trade”, “By the Grace of God”, “Taken”, “Blanquita” y “Spotlight” con anterioridad). Sin embargo, y más allá de las controversias relacionadas a la producción (su supuesta censura, su veracidad, el paradero de Fabián Marta luego de su arresto, su estancia en el infierno de desarrollo, el mero hecho de que sea una cinta estadounidense [que sabemos no tienen el mejor trato con los inmigrantes]), es realmente efectiva por lo incómoda y directa que puede ser al exponer un mal dentro de la sociedad, uno en el que todos, desde los altos mandos hasta el ciudadano común, deberían estar universalmente de acuerdo en que es malo. A fin de cuentas, esta es sólo una muestra ficticia de cuán complejo y miserable es el mundo en realidad, sobre todo cuando se trata de los riesgos y sacrificios personales que implican un trabajo como el de Tim Ballard.

Una de las mayores preocupaciones era que fuera a suavizar el tema, no explorarlo a profundidad o que sólo lo usara para causar shock, pero Monteverde sale bien librado en todos estos aspectos. La historia va directo al grano y la dirección no se anda con reparos, mantiene un ritmo estable y va yendo de menos a más conforme se cumple un nuevo objetivo en la misión (resaltando la negociación y obtención de información y los compromisos a alcanzar por el bien común). Si bien la fotografía puede ser muy básica, no hay alguna toma que esté fuera de lugar, aprovecha bien el ajustado presupuesto y se ve mucho mejor que películas que cuadruplican su monto. Puede que se le vean las costuras con respecto a saber qué fue real, pero la mayoría de los cambios tienen sentido en el contexto de la narrativa, resultando en escenas que sacan la frustración y el enojo por no poder ayudar a las víctimas.

Jim Caviezel hace una de sus mejores actuaciones al personificar a Tim Ballard en cuerpo y alma. Lidia con el dolor de enfrentar el problema del tráfico infantil a diario, pero siempre trata de ocultarlo, dice mucho con un breve cambio de expresión y el movimiento de sus ojos. Bill Camp también aporta mucho como un antiguo miembro de un cártel que busca redimirse luego de un pasado tormentoso, usa el humo del cigarro y una actitud un tanto alivianada para evitar que los oscuros secretos que carga en su interior lo dañen más. No obstante, quienes merecen todas las alabanzas son los pequeños Cristal Aparicio y Lucas David Ávila, ya que es más que obvio que no es fácil para ellos (eso sí, los villanos están muy caricaturizados y no tienen matices). Para su fortuna, tampoco llega a los límites de aprovecharse del morbo por puro shock, jamás enseña el acto, pero tiene la sensibilidad y el juicio suficiente para que el espectador pueda insinuarlo.

No todo es perfecto, y es que pareciera que ser una cinta estadounidense es lo que evita que hubiera sido algo mucho más concreto. La misma dirección la vuelve muy melodramática, abusa de los clichés y se siente aleccionadora en el tema y sermoneadora en su mensaje de forma muy evidente. Asimismo, es inevitable pensar que, si cualquier otro país la hubiera producido, habría ido todavía más lejos, pues, aunque profundiza, convenientemente deja a las altas élites fuera del tema (recordemos que la cinta es de 2018, cuando el caso de Harvey Weinstein todavía estaba fresco y activo). Le falta credibilidad en la reflexión sobre el rol que deben tener los padres y familiares sobre estos temas y porque nunca hay que descuidar a los hijos.

Si bien la música es muy efectiva, también es manipuladora, apela demasiado a la emoción y a la lágrima fácil. No es que todo esto sea malo, pero no era necesario recalcarlo tan seguido. La edición en el último tercio podría haberse solucionado mejor.

Hay que agregar un inconveniente exterior que la película debe afrontar y la afecta directamente: el paso del tiempo. En nuestra sociedad actual, que nos ha malacostumbrado a vivir y consumir de manera más acelerada, cualquier obra, por muy buena que sea, corre el peligro de volverse intrascendente en poco tiempo. Después de todo, ¿qué te garantiza que tu obra no será olvidada a los 6 meses posteriores a su estreno? ¿qué te garantiza que se quedará en el inconsciente de la gente? De modo que, si esta película no da más de que hablar después de su estreno, acabará en el olvido colectivo como “Spotlight” (neta, ¿alguien se acuerda de esa película?). No es cuestión de ver una película o un video en Youtube y salir a hacer la revolución, es cuestión de dejar la semilla plantada, es cuestión de que el mensaje permanezca y se recuerde. Para cambiar, hay que saber.

Independientemente de la postura política, ideológica o religiosa de cada persona, es una cinta que da mucho de qué hablar. Es sincera, informativa, inspiradora y concientiza sobre uno de los horrores criminales más graves de nuestro tiempo, uno que Hollywood ha evitado en gran medida. Tiene varios errores y es mejorable, pero redime al director luego de su cochinada anterior. El epílogo que muestra los eventos reales confirma que esto no es una narrativa inventada con el cliché del salvador blanco. Una historia temáticamente atractiva que merece ser contada cuyo objetivo es ser pensada a fondo como un reflejo de nuestro mundo. Ahora, la verdadera pregunta es: ¿cuándo adaptarán el caso de Jeffrey Epstein y Ghislaine Maxwell?

P.D. No sé en otros países, pero en México hay una petición de Eduardo Verástegui a invitar a otras personas ver la película durante los créditos. Les aviso que, tan pronto aparezca el nombre del director, abandonen la sala. Se agradecen las intenciones, pero cualquier producto debe sostenerse por su cuenta y recibir ayuda del boca a boca y las recomendaciones tanto de la gente como de la crítica especializada, no de una obvia propaganda como ésta que la perjudica más de lo que le ayuda.

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Acerca del autor

Uriel Salvador     twitter.com/UrielSalvadorGS

Escritor, analista, crítico, gamer, investigador, actor (especializado en doblaje), fotógrafo. Pero ante todo, soy un amante del cine.


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