Sound of Metal: Los sonidos del silencio
Opera prima de Darius Marder y acarreando una de las mejores críticas colectivas del 2020 desde su estreno en el Festival de Toronto (del 2019), quizá la razón del por qué estemos ante una de las más poderosas películas del año se deba a que el autor de esta historia es Derek Cianfrance, uno de los cineastas americanos más destacados en cuanto al neorrealismo y claramente influenciado por el dogma danés.
Al parecer Marder captó en su guion y dirección la esencia a la perfección de este relato y su corriente, y es que Sound of Metal es una pieza sin concesión que requiere del espectador un compromiso empático en este torbellino de emociones, sentimientos y angustias, frente a un baterista de una banda de metalcore que pierde su audición de un día para otro. El reto es complejo, pero al igual que el protagonista la recompensa (en esta caso fílmica) será más que enriquecedora.
Marder abre con una secuencia tan apabullante como simbólica, donde su distractor título se hace presente por una sola ocasión para desaparecer de un instante a otro. Este impacto narrativo que no permite ningún duelo, hace que de inmediato la conexión con el protagonista sea íntima, pues como él hemos experimentado un estado de shock y sin lugar a una degradación progresiva de su sordera. Obviamente el problema se acrecienta con el contexto, pues estamos hablando de alguien que vive por y para la música, dentro de una gira con el amor de su vida e integrante de su dúo, y en donde ambos han dejado comportamientos auto destructivos complejos (adicción a drogas e intentos de suicidio) a partir de su relación y compromiso hacía con la música. La realidad es una hija de puta, y este suceso de nuevo hará cambiar radicalmente sus caminos si es que ambos no quieren regresar a la senda de la destrucción.
El principal valor del film radica precisamente en la falta de sonido, y por ende en la falta de diálogos. Es impresionante, y aunque ya hare mención de las increíbles actuaciones, como Ahmed y Cooke pueden comunicar en dicho primer acto su trágico pasado y trasfondo, así como su perfecto complemento y amor a través de las puras miradas, haciendo comunión con un guion que nos lleva de manera perfecta hacía ese “nuevo cambio”.
En su acto intermedio, Sound of Metal corre el riesgo de convertirse en una pieza de mensaje “institucional” hacía una “discapacidad” ¿pero que creen? La odisea de este Homero en este guion no tiene cabida para sentimentalismos baratos, sino para situaciones emocionales complejas que le permiten su crecimiento, pero también su separación de este, su nuevo grupo, por el arraigo a su amor y la promesa de volver “completo”. Para terminar este ágil recorrido (hay momentos brillantes dentro de este silencioso y armonioso campamento), es impresionante la secuencia previa a su tercer acto, y donde un impresionante Paul Raci (lo siento Baron Cohen, lo siento Frank Langella, aquí está el Oscar y muchos otros premios a mejor actor de reparto del 2020) menciona que su entorno no es para quién piense que la sordera es un tipo de discapacidad, una desgarradora escena que da un catedrático pincelazo narrativo al recorrido y desarrollo de su personaje hasta ese momento.
Para el tercer acto se respira más allá de una tensión obvia y apremiante, se siente un cambio; algo no anda bien en el arraigo del pasado, y es que al parecer la pérdida de la escucha ha logrado una maduración, una transformación en aquellos trágicos y conmovedores amantes del que ya no habrá vuelta atrás ¿o sí? La conjugación en este momento del romance y de una médula “coming of age” nos toma por sorpresa, pero también nos vuelve a desgarrar el corazón, en esta ocasión con algunas palabras o diálogos de las que hubiéramos querido prescindir o no escuchar.
En este punto sobra decir que las actuaciones de Riz Ahmed y Olivia Cooke (junto a Raci) son lo mejor del año, logrando proyectar el mencionado torbellino de sensaciones que van cambiando en este también paso de la adolescencia a la adultez.
Para el final, director y actor se encuentran en perfecta simbiosis, y aunque el espectador sabe cómo simbólicamente acabará su relato (aquí es cuando su acto introductorio se eleva y toma significado), es glorioso ver la manera visual y auditiva en el que por fin se da esa paz, ese sonido del silencio. Disponible en prime, señoras y señores, estamos ante la que según su servidor y hasta ahora, es la segunda mejor película del año (y es que ese primer puesto es reservado para Wolfwalkers)