Springsteen: Deliver Me from Nowhere – No entendió a Springsteen, ni a la música.

Hay biopics que iluminan el alma de un artista, y luego está Springsteen: Deliver Me from Nowhere que parece más empeñada en hundirla.

La más reciente película de Scott Cooper, el mismo de Crazy Heart, aquella cinta que le valió un Oscar a Jeff Bridges, intenta acercarnos a Bruce Springsteen en su etapa más introspectiva: el proceso creativo detrás de Nebraska, aquel disco que fue un parteaguas en su carrera y que lo catapultó a la fama internacional, y quizá también su obra más sombría. Pero ese intento resulta más una larga sesión de terapia donde la música queda en segundo plano, sepultada por una pesada recurrencia de traumas paternales.

No es la primera biopic que se pudiera nombrar como “Daddy Issues: The movie” pero, durante dos horas, Springsteen: Deliver Me from Nowhere insiste en recordarnos que Bruce está triste, que su padre era distante y frío con él, que no lo abrazaba y que su infancia era un vil llano emocional, aunque como en la mayoría de los artistas, esas heridas al final se transforman en sus mejores obras, tal como lo hemos visto en otras biopics, la diferencia es que aquí no vemos esa catarsis ni esa creatividad explotando, aquí se vuelve mera melancolía. Sabemos que esa explosión existió y que fue real porque conocemos ese álbum de Springsteen y la repercusión que tuvo, pero alguien completamente ajeno a su música no va a descubrir nada de eso viendo esta película. Rocketman y Betterman por mencionar dos ejemplos recientes, lo supieron plantear de mucho mejor manera.

Cooper, que antes supo encontrar un buen equilibrio entre decadencia y redención en Crazy Heart, se pierde ahora en un retrato frío, con un ritmo muy débil, que confunde melancolía con falta de pulso. Y aunque Jeremy Allen White hace lo que puede con el material, porque si, su presencia tiene fuerza, el guion de Springsteen: Deliver Me from Nowhere nunca le permite trascender más allá de esa mirada taciturna y un silencio perpetuo.

El único que logra destacar es Jeremy Strong en un papel secundario con pocas pero contundentes apariciones llenas de profundidad, interpretando al manager y confidente de Springsteen, y aportando toda la calidez que el resto del filme parece haber olvidado. En él se puede ver la empatía y admiración hacia Bruce, pero al mismo tiempo como funge como su coach y socio (porque al final, el arte también es un negocio), siempre de manera persuasiva; cualidades que destacan precisamente porque todo alrededor carece de ellas.

Visualmente, eso sí, Springsteen: Deliver Me from Nowhere  tiene momentos rescatables. Las tomas en exteriores, ese aire de inicios de los 80’s con texturas polvorientas, logran evocarnos a un Estados Unidos cansado, a punto de reinventarse bajo la era Reagan. Pero esos aspectos solo son destellos en una historia que nunca termina de encontrar el alma que busca retratar.

Y es una lástima, porque el contexto era oro puro: Nebraska fue una obra sobre el desencanto americano, una respuesta a la euforia vacía del sueño nacional. Springsteen, con una grabadora casera y su voz desgarrada, capturó la soledad de aquellos que no tenían voz. Springsteen: Deliver Me from Nowhere, en cambio, se queda mirando ese vacío, pero nunca lo comprende. Puede ser que los más fieles fans de The boss le tomen cariño o, por el contrario, los decepcione al no ver al personaje que admiran bien planteado; sin embargo, lo que es un hecho es que esta película para quienes no sean fans difícilmente los acercará a la música del de Nueva Jersey.

En definitiva, Springsteen: Deliver Me from Nowhere quiso capturar un retrato íntimo del artista, pero terminó solo mostrándonos una postal gris de su tristeza. Y en ese intento de explicarnos al hombre detrás de la música, olvidó lo más importante: dejar que la música hablara por él.

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Acerca del autor

Clementine   @@lupistruphis  

Escéptica ante todo, pero con una gran curiosidad. Amante del café y del aroma a libros viejos. Nostálgica e idealista sin remedio. Alguna vez de niña me llevaron al cine, y siempre vuelvo a él porque siempre me salva.


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