Sting: Una araña sólo sabe hacer dos cosas, comer y matar.
Pensar en películas protagonizadas por seres de ocho patas nos remite inevitablemente a esas realizaciones al estilo de serie B, donde los bichos en cuestión son descomunales amenazas para el planeta, ya que se vuelven más altos que un edificio y sus ataques son feroces y mortíferos, arrasando a sus paso con lo que se encuentran. Cintas como ‘Taratula’ (1955), ‘The Giant Spider Invasion’ (1975) o ‘Eight Legged Freaks’ (2002) son ejemplos idóneos de cómo, cuando se trata de asustar utilizando arácnidos, muchas veces se enfocan en la fobia natural hacia ellos, haciendo de lado las perspectivas de algo más realista o mejor detallado.
Hoy tenemos en cartelera un filme más que posee a este animalito como eje central, aunque su forma de abordarlo dista de los antes mencionados. ‘Sting’ nos cuenta la vida de Charlotte (Alyla Browne), una preadolescente que pasa su tiempo libre dibujando y creando cómics junto a su padrastro Ethan (Ryan Corr). En una de sus múltiples aventuras por el edificio en el que habita descubre a una pequeña araña sobre su brazo, a la que decide nombrar Sting y cuidar cual mascota, alimentándola con cucarachas que han infestado el lugar. La situación comenzará a complicarse a la vez que Charlotte se dé cuenta de que el crecimiento de Sting es inusual… tanto como para poner en peligro a su propia familia.
Aunque en la sinopsis pareciera que ‘Sting’ pertenece al gremio de criaturas gigantes que acometen contra la humanidad, lo llevado a cabo por su director, el australiano Kiah Roache-Turner, se diferencia gracias a las elecciones con las que desarrolla el guión que él mismo escribió. La primera que se destaca tiene que ver los tamaños en que nos muestra la evolución de Sting, ya que estos nunca exceden al grado de sentirse ridículos o innecesarios: miden lo justo para permanecer dentro de lo creíble y aún así causar horror. Lo ejecutado por W?t? Workshop es de la calidad comprobada de la compañía, y contribuye a que los efectos prácticos sean los que prevalezcan como prioridad en la imagen de la criatura.
Y es que ese es otro acierto de ‘Sting’: El cineasta consigue un balance ideal a la hora de entrelazar los momentos de CGI con la utilería que remite a largometrajes antiguos. Roache-Turner, fiel a la inspiración que le provocaron íconos del entretenimiento como el Alien de Ridely Scott, la espacial araña de Stephen King en ‘It’ y la referenciada espada mortal de ‘El Hobbit’, enaltece lo aprendido por sus predecesores para entregar un trabajo que ocupa sombras, trasfondos, escenarios claustrofóbicos y planos especiales en pro de minimizar en la medida de lo posible la siempre invasiva tecnología.
Filmada en Australia a principios del 2023, ‘Sting’ cumple su propósito de entretener y asustar a los espectadores, además de incluir un par de escenas cómicas que complementan adecuadamente la labor, y hasta entreteje una subtrama dramática en torno a las relaciones consanguíneas. Sobra decir que funciona también para perpetuar la aversión por estos entes, que corona con una frase digna de ser recordada: “No creo que las arañas sean buenas mascotas. Las arañas no tienen la capacidad de amar. Una araña sólo sabe hacer dos cosas, y esas son comer y matar.”