Suspiria: Un suspiro de aburrimiento y pretensión
Hay una responsabilidad o al menos una expectativa que siempre genera un remake, especialmente si está basada en una obra considerada de culto, siendo si dicha versión logrará igualar a su original o incluso superarla a través de una identidad propia. Dicho esto, no se busca ver a la película con ojos comparativos en toda ocasión, sino darle la oportunidad de crear su propia huella brindando una grata experiencia distinta.
La nueva versión de la homónima de 1977 (dirigida por Dario Argento), Suspiria, es la historia de una bailarina americana que viaja a Berlín para estudiar danza en una de las escuelas más prestigiosas del mundo. Pronto descubrirá que la directora artística Madame Blanc y la academia tienen implicación son una serie de eventos sospechosos alrededor de un asesinato.
A través de sus 152 minutos de duración (sí, dos horas y media), Luca Guadagnino busca darle a la historia su propia esencia, algo que consigue haciendo a la danza su protagonista y en la que lentamente iremos descubriendo los misterios que encierra. Por su parte, su hábil fotografía cumple el papel de conservar el toque del director italiano, siendo esta tanto dinámica como artística, pudiendo incluso fascinar a uno que otro ingenuo espectador.
El problema nace cuando el suspenso que se sugiere no se siente como tal, revelando de forma rápida (y sobre explicando) algunos elementos que pudieron ser mejor aprovechados; además de eso, comenzamos a ser parte de situaciones extensas de las que buscamos lleguen a un punto que jamás se aproxima. Esto la convierte en una película en la que pasados 40 minutos apenas tenemos un momento “sobrenatural” que busca incitarnos a un terror que se siente tardío y que continúa siendo insuficiente hasta el final. Todo esto acompañado de un soundtrack bastante desafortunado que no parece encajar del todo con naturaleza de la cinta.
Las incoherencias se rebelan en cada oportunidad para terminar creando más morbo que horror, en un relato eterno en el que contar los minutos para el desenlace se hace una costumbre. Aún así se agradece la falta de sucesos que busquen la broma fácil para la audiencia, siendo las escenas grotescas las que logran algunas risas incómodas lejos de crear alguna incógnita. Las actrices no se notan del todo aprovechadas, excepto por Tilda Swinton que se desafía al interpretar un papel masculino, mientras que en el otro parece haberse encasillado en ese tipo de personajes enigmáticos, y en este caso particular, poco carismático.
Una película sin alma, así es como terminaría de describir la nueva Suspiria, un intento fallido de recrear una historia con más presupuesto y mejores efectos. No recomendable para los más sensibles, pero en general, para nadie que guste del verdadero terror que casi siempre se encuentra en clásicos del siglo pasado.