The Dressmaker: Western con aguja y vestidos
El término “adaptación” refiere a un conjunto de cambios que se realizan a una obra artística para ser desarrollada en otra plataforma distinta para la que fue creada. Pero he aquí un reto ¿Qué tal hacer una adaptación en el mismo medio bajo diferentes reglas dentro del mismo género? ¿Suena incluso absurdo no creen? En ese caso estaríamos hablando solo de un mal acostumbrado “remake” y por ende nuestro término se reduciría a una conjetura pretenciosa del director y/o guionista ¿O porque no? Una percepción sangrona del que simplemente escribe esta crítica.
Pues bien, ignoro si la adaptación que presencie fue propositiva o no, así como desconozco si la autora australiana de la novela The Dressmaker (Publicada en el año 2000), Rosalie Ham, conoció cierta obra de Clint Eastwood titulada High Plains Drifter (1973), pero el caso es que al parecer , con mucha “culpa” o mucha “ignorancia”, la película dirigida por Jocelyn Moorhouse, The Dressmaker (2015), es una fiel “adaptación” a aquel clásico western, respetando su atmosfera y desarrollo, pero haciendo ciertos cambios en su historia, tono narrativo y hasta en el agregado de ciertos rubros melodramáticos y de comedia que a través de un bizarro tratamiento y el equilibrio de sus elementos, otorgan sustancia a una obra muy rara, ciertamente divertida dentro de su extrañeza, pero no recomendable para todo público… una chick-flick western.
El argumento es simple como en todo western, en los años 50’s una exitosa modista de París regresa a su hogar en el pueblo de Dungatar, Australia con el objetivo de descubrir la verdad sobre su pasado, reconciliarse con su madre y vengarse de aquellos que la hicieron sufrir y por quienes fue obligada a abandonar el pueblo.
Dungatar es un pueblo olvidado por el tiempo, postrado entre su arena y suciedad como un pueblo salvaje, fantasma y sumido en sus absurdas costumbres e hipocresía. Aquí habitan un sinfín de pintorescos personajes; desde la madre excéntrica de la protagonista y el deportista galán y trabajador que se ganará su corazón, hasta las rivales bestias entre la sociedad femenina y la fuerza policial estelarizada por un sheriff travesti. Personajes medianamente definidos que comienzan esa perturbación inesperada de cambio de géneros, juego que si bien la directora sabe solventar durante todo el metraje, deja una estela de irregularidad narrativa que no será bien recibida por todos.
¿Comedia? ¿Melodrama? El primer acto transcurre con mucha soltura: los elementos, personajes y misterio de un supuesto asesinato infantil, de desvelan mientras una gloriosa Kate Winslet da cátedra de talento, presencia y belleza en pantalla.
El problema se da en el segundo acto, donde se despliega el desarrollo y revelación del conflicto representado en una serie de infortunios tan trágicos que el espectador puede sentirse desconcertado y confundido ¿Hacia a donde va esto? La comedia sucumbe para dar paso a una tragicomedia romántica. Aquí se denota si bien no la pérdida de dirección por parte de la cineasta, si un giro de contexto en forma de un chiste de géneros que la misma fuente original y adaptación implica. A pesar de esta desgracia en tono y ritmo, el relato se revela por fin hacia su final como lo que es… una venganza, un western, una pistolera con arma de aguja y telas que comienza a deshacerse de manera muy peculiar de sus enemigos, uno a uno, sin piedad, sin remordimiento, dejando y enterrando todo lo que alguna vez valió la pena y expiando su halo de culpabilidad.
Si usted tuvo la oportunidad de apreciar la mencionada High Plains Drifter podrá deducir su final, viendo en la correcta interpretación de Winslet a una figura forastera y errante del western muy singular, muy insólita… The Dressmaker
De entre el reparto resalta Hugo Weaving en un papel homosexual que no le es ajeno, una cautivadora Judy Davis y hasta un Liam Hemsworth que si bien se presenta como el eterno cliché romántico, no se siente incómodo y hasta sorprende siendo el nexo del cambio narrativo definitorio
Una cinta que es recomendable no por su calidad, sino por su especia; una pieza exótica y experimento que se mueve entre 4 géneros, pero que al final basa sus cimientos en un western, uno con falda, vestido, glamour, aguja, color, hipocresía, venganza, sangre y fuego… mucho fuego.