The Eyes of Tammy Faye: Polémica biopic que exclama ¡Aleluya!
Hay un comportamiento (que en lo particular llamaría “síndrome”) dentro de la crítica donde es muy común perder la objetividad o capacidad de análisis frente a una cinta que de manera polémica aborda ciertos temas que trasgreden la memoria social, ideologías, cultos o incluso los dogmas de cierto grupo de individuos. Esto se acrecienta en medida que la muestra de la población sea más grande, siendo este caso en particular, todo el público estadounidense que estuvo a la merced de uno de los casos más sonados de estafa televisiva y espiritual; y si a esto le agregamos que fue “en el nombre de Dios”, incluso puede parecer hasta lógico que cierto sector pierda la objetividad para sepultar un producto con un vulgar y burdo “No me gustó”.
Un poco de contexto histórico. Tamara Faye y Jim Bakker, fueron un par de evangelistas que desde mediados de los 70 y hasta finales de los 80, tuvieron uno de los programas de televisión con mayor rating en la historia, un reallity cómico, mágico, musical y evangélico que conformó el mayor valor del llamado PTL Club, conglomerado inmobiliario y de entretenimiento que la sociedad estadounidense aceptó como una opción de ayuda religiosa para la comunidad e incluso para ciertas minorías que en ese momento la ignorante “Iglesia” no aceptaba (ni aún acepta) como parte de sus “feligreses”. El problema vino cuando el público descubrió que sus aportaciones al programa y al Club no solo se usaban para la manutención millonaria de los susodichos, sino para evadir impuestos, compras de lujo ridículas y lo peor de todo, para tapar ciertas conductas que no van “con la onda del Señor Dios”, lo cual incluso llevó a Bakker al encarcelamiento y excomulgación.
The Eyes of Tammy Faye es la nueva cinta del director Michael Showalter (que años antes nos sorprendía con una de las mejores tragicomedias de los últimos años “The Big Sick”), biopic centrada en la figura de la evangelista Tammy Faye, y la cual carga con cierto resentimiento social debido al proceso de humanización que carga el desarrollo del personaje, en lo que se convierte en una especie de redención póstuma (Faye falleció en 2007) y fílmica hacia esta polémica figura ¿Es esto un impedimento? Visto desde el lenguaje cinematográfico, no debería serlo, pero el mencionado síndrome hace que la crítica la tilde de “amable”, “artificial”, “falsa” o “decepcionante” cuando su construcción y narrativa son exactamente lo contrario.
Showalter consigue no solo una excelente biopic (dadas las concesiones y fragilidades del rubro), sino también una de las mejores películas del año “bendecida” por una Jessica Chastain (una de las mejores actrices de su generación) que va que vuela por su primer Oscar. Hay varios puntos a destacar.
El primer ¡Aleluya! viene de parte del guion de la novata Abe Sylvia, la cual hace un reconocimiento psicológico del personaje desde su infancia hasta su crecimiento, caída y redención. Si bien posiciona a Faye como una heroína trágica, la manipulación “lastimera” alrededor de su figura se esfuma gracias a los claroscuros naturales que brinda el libreto y la propia evolución del personaje, siendo la más notoria “la inocencia”, “el fanatismo” y “el lujo”. Si bien algunos comportamientos rayan en lo “idiota”, lo interesante es ver que estas situaciones se abordan desde la perspectiva social, generacional y la aceptación religiosa de Faye, los cuales la llevan a aceptar la opresión de su propio círculo y matrimonio. Es notorio como el antagonismo recae en el encarcelado marido Jim Bakker (he aquí quizá cierta disparidad y sacrificio hacía la figura masculina para enaltecer y exhumar de sus pecados a la figura femenina), sin embargo la cinta no recala en sus hechos y astutamente se adhiere a su propio título, llevando la narración desde la mirada, las emociones y los sentimientos de Faye ante su éxito e inminente caída.
Showalter hace una conexión soberbia con el guion al establecer esa mirada, centrándose en Faye pero ayudando a enriquecer su compleja y pintoresca personalidad gracias a su entorno y las manipulaciones masculinas de su matrimonio, sociedad y clero (¿O acaso olvidamos que la institución evangelista es en muchas ocasiones la cuna de misoginia y machismo por antonomasia?). Por tal razón ese “humanismo” se deriva de manera natural al mostrar a Faye como una víctima pero a la vez misma ejecutora de esa culpabilidad, pero con la apertura suficiente hacía otro tipo de “ideologías” religiosas, apoyando a la comunidad LGBT, a las minorías crecientes de aquella épica con el VIH (mismas que le causaron varias críticas en su momento) y quizá su estatuto emocional más interesante y bien construido por el film, donde la espiritualidad no es antónimo de la riqueza y/o la sexualidad.
Por otro lado la dirección de Showalter también ayuda a amedrentar la mayor debilidad del film, y esa es su amplia duración y por ende redundancia secuencial o narrativa en varios aspectos, por ejemplo en todo lo que engloba su tóxica relación y matrimonio con Bakker, o bien con ciertos montajes “musicales” que pudieron haberse reducido para otorgar mejor ritmo a la cinta. En este mismo contexto sorprende que la sub trama de la mafia institucional evangelista haya sido relegada a un tercer plano, quizá justificando que esta pertenecía más al perfil de Bakker , pero aun así recalando en la lucha emocional de Faye por apoyar sus ideologías minoristas.
El otro punto fuerte es la formidable interpretación de Jessica Chastain, la cual logra capturar la psicología, figura y esencia de Faye con gran sentimiento y emotividad. No solo Chastain permite a Andrew Garfield (que también da una buena actuación) crear una química creíble y conflictiva, sino también con su actuación hace que el ritmo no recaiga en interés a pesar de la intermitencia del relato en ciertos lapsos. Es un manjar verla en cada escena, y esto se ve reflejado con su emotiva y poderosa secuencia final (que por sí sola le debería dar el Oscar).
Es entendible el síndrome ¡Y es cierto! El relato es una redención “desde Los Ojos de Tammy Faye”, pero independiente a su polémica es inaudito como mucha crítica le ha dado la espalda a una biopic que trasgrede, critica y exhibe a uno de sus más gustados temas (la religión), sin dejar cien por ciento exhumada a esta extravagante y peculiar figura.
Con una buena dirección, un guion comprometido a crear una rica estructura y empatía y una actuación de ensueño para Chastain (la mejor de su carrera), no sean como la crítica resentida y denle una oportunidad meramente fílmica y narrativa a esta buena biopic.