The Killer: El empleado estrella de Netflix
El caso de “The Killer” es muy contrastante. Al ser un “David Fincher”, sus estándares narrativos quedan muy por debajo al compararlo con sus mejores obras (Zodiac, Fight Club, Se7en, entre otras), sin embargo, al compararla con el contenido de Netflix, la cinta guarda una patente mística muy distintiva que la eleva muy por encima de la mayoría de los incipientes thrillers del servicio streaming. Al cohesionar estos dos panoramas es inevitable sentir que “The Killer” es un producto por encima de la media, entretenido, con poderosas secuencias y con esos rasgos de frialdad y deshumanización tan propios de los personajes de Fincher, pero al mismo tiempo también es una decepción por su episódica simplicidad, por su pretensión estructural y sobre todo por lo predecible que resulta.
Fincher se ha “netflixionado”. Al ser obligado a abandonar “Mindhunter”, sus productos robóticos, la soporífera “Mank” y “The Killer” le han mantenido en un limbo de cuestionable calidad convirtiéndose en “uno más”, sacándolo de su respetable estatus como uno de los mejores cineastas alrededor del thriller para ofrecerle un confort por debajo de su nivel.
Si un nuevo usuario de Fincher o de Netflix viera esta cinta, percibiría de manera obvia que se encuentra ante un producto diferente y con una impresión técnica y narrativa que no es acorde al mediocre estándar del canal. Sin un viejo usuario de Fincher (o del cine en general) viera esta cinta, percibiría de manera obvia no solo lo convencional que es, sino también que David no solo se ayudó de su experiencia “videoclipera”, sino también de claras referencias al cine noir europeo, en especial a lo hecho por Jean-Pierre Melville, y en específico con “El Samurái”.
La estructura episódica juega tanto a favor como en contra. La división por capítulos provee dinamismo tanto a la trama como a su unidimensional personaje, obteniendo una misión y otro protagónico por cada episodio en lo que se vuelve una narrativa a base de “niveles”, como si un videojuego tratara. No esta nada mal dados los valores de calidad en los que puede incurrir Fincher a la hora de encausar un par de excelentes momentos de tensión y escenas de acción, pero como toda cinta con esta estructura, siempre habrá capítulos buenos y otros no tan buenos. La mala noticia es que Fincher se guarda los no tan buenos para el final, quitando la revulsión de su acción y de cierta manera lo interesantemente complicado que propone su mensaje principal: “lo metódico que es ser un asesino serial”.
Así pues, los cuatro primeros episodios que comprenden: una misión fallida, las consecuencias, la búsqueda de los responsables y la eliminación del primero de ellos, conllevan un camino de un antihéroe que, bajo un peculiar mantra, avanza sin emociones y con la más cruda frialdad hacía su objetivo. Es aquí donde “The Killer” ve sus mejores momentos, y en donde incluso amenaza con darnos algo más, un toque, giro final o ese concepto reflexivo tan propio de su filmografía. Pero no llegará, puesto que no existe. Los últimos dos capítulos son redundantes, faltos de emoción y apoyados más en diálogos vacíos (y en un “cameo” estelar) que pretenden dar una inequívoca profundidad a un personaje que no la tiene.
Quizá esa pretensión estructural a la que me refiero se ejemplifique mejor desde su recurso más obvio y peor montado: la narración, la constante “voz off” que se repite y que no abona a dar mayor dimensión a su personaje. Es entendible que Fincher haya usado este recurso, dados los orígenes del relato (novela gráfica de culto), para abordar el “mantra” del asesino, sin embargo, un solo “quote” no es suficiente para emprender una voz que prácticamente narra lo que se está viendo durante todo el filme. Si bien al principio luce como algo interior que nos inmiscuirá en las emociones y motivaciones del personaje, conforme avanzan los capítulos notamos que no hay emoción o motivación más allá de la venganza. No es que la estructura del personaje sea errónea, pero ¿para que intentar de dar profundidad a un personaje que no la tiene? Un claro error de adaptación.
Esto recuerda al caso de dos cintas. La primera, “El Samurái” de Melville (1967), la más clara referencia de “The Killer” y en donde el asesino es ajeno a cualquier diálogo, dejando entrever su metódico proceso a través de la imagen, del ritmo maestro de su director y la gran actuación de Alain Delon; la segunda es “Blade Runner” (1982), un caso en donde el ego del actor (Harrison Ford) logró que el primer corte de la cinta se proyectara con una voz off similar a la de este caso, para después incurrir en un “corte del director” que, sin la narración, proyectaba incluso una mejor profundidad del personaje principal ¿Será que The Killer sería mejor sin la “voz”? Muy posiblemente.
En la cuestión actoral, Michael Fassbender cumple y hace lo propio, luciéndose durante los primeros capítulos, pero también sufriendo el destino de su guion y dirección en los últimos, sin nada ya que aportar a un relato fugaz, de buen dinamismo, pero al final intrascendente. Entre los secundarios se encuentran Arliss Howard y Tilda Swinton, esta última aludiendo a su sobrevaloración con una pequeña aparición que cualquier actriz pudo haber hecho, pero que al tratarse de ella y su distintiva figura física, sus fans se desviven en inflarla y aplaudirle hasta cuando se echa un pedo. Correcta y ya.
The Killer pudiera ser una película alucinante para los que están acostumbrados a que el cine solo se ve en Netflix. Algo que de cierta forma se agradece para que así ese público explore un poco más allá de las mediocridades del streaming. Pero The Killer también pasará a la filmografía de Fincher como su “menos mejor”, ciertamente entretenida, con algunos valores que resaltar, pero olvidable ¿Quién sabe? Puede que mejore si sacaran un “Director´s Cut” sin la voz off (que en lo personal, casi se los puedo asegurar).