The Outrun: Diario de una Alcohólica Anónima
Antes, una película podía disfrutarse sin importar los gustos porque el guion intentaba abarcar a todo público, persiguiendo la calidad en su narrativa y no importando tu género, clase social y/o corrección. Ahora es diferente, pues parece que los directores y escritores actuales hacen películas cuyo disfrute dependa de los gustos, el bagaje cultural y la experiencia de cada uno. Si bien no son malas per se (al menos gran parte), en la mayoría de los casos lo más probable es que no las volvamos a ver de nuevo (y difícilmente las recomendaríamos). Y este es el caso de la nueva película protagonizada por Saoirse Ronan “The Outrun”, que dista de ser mala, pero es muy dependiente de la interpretación personal de cada persona para poder conectar con ella.
A primera vista “The Outrun” no es diferente de otras historias sobre superación personal, por lo que para poder distinguirla, la directora Nora Fingscheidt decidió editarla de manera no lineal, de modo que todos los eventos por los que pasa la protagonista (su caída en el alcoholismo y la drogadicción, su vida en una granja en Orkney, su trabajo en Londres como observadora de aves, su relación con su padre bipolar y su madre religiosa, su ingreso a rehabilitación y posterior recuperación) están colocados al azar. Y es aquí donde la película tiene el mayor fallo, pues al igual que “Challengers” y “We Live in Time”, esta oscilación entre pasado y presente disipa el arco emocional y complica el entendimiento de su situación. Debido a que la colocación de los flashbacks no tiene un orden establecido, es más difícil entablar alguna relación con el personaje de Ronan porque no está del todo claro cómo está procesando el entorno alrededor.
“The Outrun” podría explicar esta decisión narrativa como un enfoque similar a la memoria, de recordar momentos clave y pegarlos en un diario para leerlos luego. La idea no suena descabellada (es entendible al ser una adaptación de la autobiografía de Amy Liptrot), e incluso se agradece el uso de diferentes tomas y el cambio en el color del cabello para expresar el estado de ánimo de Rona como una especie de hilo conductor. El problema es que, aunque está llena de momentos emotivos, no son tan impactantes como deberían porque los cortes se vuelven repentinos, puede pasar del baile en una disco o de mostrar su trabajo registrando los sonidos de las aves a visitar a su familia en la granja o sentada en la terapia de rehabilitación. Estos continuos saltos impiden que cada escena tenga el desarrollo debido y profundice en las temáticas principales, causando que estos puntos cruciales estén apresurados y se sientan superficiales.
El tono observador y contemplativo similar al de una investigación de campo permite captar cada movimiento corporal y expresión facial de Saoirse Ronan, quien entrega una actuación tan natural y comprometida que se siente muy fiel a los síntomas que presenta el alcoholismo. Hay que agregar que la fotografía y el sonido complementan juegan un papel importante al retratar la belleza de Orkney y el caos del Londres como parte de la vida, y cuando las piezas embonan, la honestidad y compasión que transmiten las principales ideas funcionan. “The Outrun” es otro claro ejemplo de un proyecto donde las actuaciones elevan la película.
Si conecta con “The Outrun”, encontrarás una historia introspectiva sobre el desafío que implica reponerse a una adicción, cómo los recuerdos dejan huella en la memoria y cómo las acciones del pasado definen el presente y el futuro.
Se aprecia el intento en “The Outrun” de entregar algo diferente en términos de fórmula de género, incluso se agradece que no sucumba al melodrama cuando fácilmente pudo haberlo hecho, pero la falta de originalidad en su narrativa y una estructura algo predecible perjudican el mensaje sobre el origen y las soluciones de una recuperación, haciéndola una película competente, pero más del montón. Saoirse no tiene nada de qué preocuparse, es sólo otra prueba que es una de las mejores actrices de su generación.