The Power of the Dog: La deconstrucción de “El Hombre”
El colmillo de esta fiera llamada “Jane Campion” es largo, fino y afilado. Desde el minuto uno su mordedura narrativa se incrusta lentamente en la carne: primero saboreando su entorno, oliendo el aroma y escuchando el crujido de la piel, para después y de manera súbita apretar las mandíbulas para encajarle todos los dientes a su presa; la sensación de dolor es más bien una sorpresa, un impacto que irá poco a poco adormeciendo la zona afectada en una extraña sensación entre tensión y éxtasis mientras la fiera deja de apretar y de manera lenta pero precisa, casi mórbida, el espectador y víctima se adentra en un estado de paz, liberación y gozo, no por su libertad, sino por conocer el propósito de aquella herida.
Así como su título, The Power of the Dog se encuentra repleta de simbolismos narrativos, visuales y auditivos que hipnotizan de manera inmediata al espectador. La primera arma es su hermosa fotografía, erigiéndose como una de las mejores películas de los últimos años en captar no solo el ambiente del “salvaje oeste americano”, sino en usar dicho elemento para encaminar su desarrollo de personajes, historia y mismo giro de tuerca. Campion y su poderosa dirección, utiliza a la vez todos los sonidos e imágenes para enriquecer a sus personajes y su relato, creando un ambiente tan tenso como “accidentalmente” erótico a lo largo de todo el film: el silbido, el banjo, las espuelas, el mugir de las vacas, el viento, el choque de las botellas, el fuego, el tejer de una cuerda, el cuero del caballo, todos ellos se combinan con una onírica banda sonora (notarán de inmediato que pertenece a Jonny Greenwood) para convertirse en reforzadores de la psicología y emociones de sus personajes, creando un ambiente que se nos irá revelando como “psicosexual” y lleno de pequeñas pistas mórbidas que apuntan hacía su principal objetivo.
No me atrevería ni siquiera a intentar de revelar sus verdaderas intenciones (o su giro), pero para su análisis si es importante no catalogar a esto como un western. Campion usa dicho entorno, pero se aleja completamente del estilo y estándares de aquel género para crear un punzante drama que disecciona el arquetipo masculino del “cowboy”, llevándolo a terrenos que aunque ya explorados por el cine, logran una complejidad psicológica – emocional tan perfectamente estructurada que el espectador se torna incapaz de no ser partícipe de esta “deconstrucción”. Así pues, usando no uno, sino un par de elementos distractores (mcguffin’s), tales como la relación e interacción fraternal así como el asomo de un “engañoso” thriller relacional a raíz del casamiento de uno de ellos, Campion se exhibe como una catedrática de la dirección al encausar y enmarcar sus “trampas” hacía un mismo contexto, que recae en el increíble desarrollo de su protagonista y “antihéroe” interpretado de manera soberbia por Benedict Cumberbacht (en lo que significa la mejor actuación de su carrera).
En torno a las actuaciones, el tema del casting resulta más que preciso, dejando que la naturalidad de los 4 ejes actorales se adueñe de la pantalla. El guion por supuesto es la base de dicho desempeño, pues pareciera que la propia Campion (que firma también la adaptación) no tiene tiempo ni diálogos que perder en cada una de sus interacciones, haciendo lo necesario y suficiente para que todos resalten con el excelente trasfondo que se les provee. Cabe recalcar que estos desempeños son complementados por el mismo entorno, haciendo que los elementos y acciones del “ranchero” (Benedict Cumberbacht), su hermano “acaudalado y conservador” (Jesse Plemons), la esposa alcohólica de este (Kirsten Dunst), y el hijo homosexual de esta (Kodi Smit-McPhee) tengan una repercusión simbólica y narrativa en la historia.
Por otro lado y en su propositiva ambigüedad, Campion trastabilla hacía el final del fin. En un clímax proverbial en donde todos los sentidos y su entorno recrean una interacción tan tensa como erótica (incluso por momentos perturbadora), la directora da un rotundo punto final tanto al elemento “paterno filial” como a la propia deconstrucción de la masculinidad del cowboy (a través de una silla de montar y un “legendario jinete” ¡Maestra!), sin embargo es en el epílogo del donde dicha incertidumbre no solo es propia de la narración, sino del ritmo y su cuestionable terminación, a pesar de que este incurre en una oscura pero a la vez esperanzadora “plano y secuencia” donde la audiencia tomará su propia decisión sobre el “cómo” tomar aquella herida infringida desde el primer minuto.
Muy cerca de su obra maestra “El Piano”, Jane Campion vuelve poderosa y enseñando esos largos y bellos colmillos. En su propia línea “filial”, nos vuelve a sorprender rompiendo mitos y arquetipos de una época y un entorno tan hermosos como tenebrosos gracias a la imposición costumbrista de la sociedad. The Power of the Dog no solo esconde un mensaje complejo que nos mantendrá analizando tanto su historia, condiciones y personajes, sino que también es uno de los mejores ejemplos actuales audio visuales sobre el que significa una poderosa dirección.
4 Comments
He oído muchos buenos comentarios sobre la película, pero, por lo que dicen, La mano de Dios y The card counter son incluso mejores!
Por cierto, en qué plataforma está The power of the Dog?
Habiendo visto ya The Card Counter, en lo personal le puedo afirmar (y casi asegurar) que la de Campion es mejor.
La puede buscar en fmovies
Aunque concuerdo con mucho de lo que ha dicho (y hasta me ha ayudado a ver cosas que no capté de inmediato), me pareció bastante lenta y confusa en algunas partes.
¿En mi Top del 2021? Sí. ¿De las mejores del año? Sí. ¿La mejor? A mi gusto, no. Pero es una buena película que vale la pena verse.
Totalmente de acuerdo estimado. Para mi si es la mejor del año. Un 4.5