The Surfer: En el mar, la vida ya no es sabrosa

Existe una película de 1968 llamada The Swimmer, protagonizada por un siempre excelso Burt Lancaster, y que narra como un hombre va recorriendo todas las piscinas de una zona residencial reencontrándose tras mucho tiempo con sus vecinos. Tanto el origen, como pasado y objetivo del nadador y su loca empresa son inciertos, sin embargo, tanto director como actor dan un certero y trágico giro de tuerca en su final que no solo deja helado al espectador, sino que también retrata de manera muy cruenta la crisis de la mediana edad y las decisiones de algunos hombres en dicha etapa que los llevan a perder todo.

The Surfer claramente mama muchísimo de aquella cinta, pero es gracias tanto a sus aciertos como a sus pretenciosos errores donde encuentra de manera irónica el valor para confrontar al espectador con una buena dosis de creatividad argumental en torno a la crisis adulta y paternal.

Es importante advertir que The Surfer es una película propositivamente engañosa, siempre en la búsqueda de confundir y que salta de la psique de su personaje a lo real y viceversa con demasiada frecuencia; sin embargo, hay dos recursos que la vuelven adictiva y que, a pesar del abuso de ciertos elementos surrealistas la convierten en una odisea dolorosa y disfrutable: El primero es Nicolas Cage, que interpreta a un hombre que, en su regreso a su pueblo natal en Australia para comprar una casa a la orilla de la playa y así asegurar un mejor futuro para él y su familia, se encuentra con que una secta de surfistas que imposibilitará su objetivo; el segundo es su metáfora existencialista sobre la pérdida y la crisis de mediana de edad, elemento que su director, Lorcan Finnegan, usará para alterar la percepción de la realidad y con ella lograr internar a la audiencia en la degradación de su protagonista en un viaje de no retorno.

El precio de dejarte llevar por esta genialmente frustrante narrativa es alto, pues The Surfer no se respeta ni así misma. Finnegan sugiere un giro de tuerca que nunca llegará, una analogía que tampoco se cumplirá, y una redención paternal incompleta. En cambio, la sorpresa llegará desde lo menos obvio, pero también desde lo más siniestro, pues la vuelta de su narrativa nos lleva de una intensa sesión terapéutica a un thriller sobre sectas con una fuerte crítica social y hacía la gentrificación. Lorcan materializa el terror dejando de lado toda la deconstrucción emocional de su personaje, pero lo justifica desde un tono de horror psicológico y “comunitario” que en efecto destruye a su protagonista física y mentalmente.

Quizá sea el mismo calor, la piel roja sudorosa y con arena, los piquetes de mosquito, la caca del perro maloliente y la carne de Cage infectándose lo que al final nos lleve a aceptar lo que The Surfer nos da, un cambio radical de narrativa que si bien es decepcionante, es también refrescante, como darse un chapuzón en agua fría tras estar en un insoportable calor de más de 40 grados, analogía que se cumple no solo a través de una excelente fotografía y maquillaje, sino también gracias a su claustrofóbica experiencia, y es que a pesar de estar en una playa, Lorcan logra encerrarnos en un pequeño estacionamiento, un carro y una playa de connotaciones infernales, un sitio varado en el tiempo donde la nostalgia te quiere destruir.

Esta mitad sueño, mitad horror materializado, es coronado por un exasperante y genial actuación de Nicolas Cage como “The Surfer”, y es que quizá no haya otro mejor actor en la actualidad en manifestar la locura y la degradación emocional, un experto en surreales crisis adultas y con una capacidad tan grotesca como formidable para llevar los cambios físicos y mentales al extremo. Lo acompaña un no menos excelente, Julian McMahon, que logra lo que será uno de los mejores villanos del año.

Mención honorífica para su diseño de producción y su música, con colores alegres, pasteles y rojizos, y notas tan amigables y playeras que se contraponen y crean el mismo lío, dualidad y confusión que su narrativa en cuestión.

The Surfer es una película que, a pesar de todos sus fallos, se le agradece su cinismo y desfachatez en una era en donde todos son remakes, secuelas, precuelas y/o argumentos reciclados. El elemento Nicolas Cage sin duda ensalza su propuesta, así como el suspenso constante de un Lorcan Finnegan que ha convertido a la playa, un destino paradisiaco y símbolo de la paz y la calma, en un hervidero de tensión y estrés, repleto de ansiedades, crisis adultas y sectas extremistas.

No se desesperen con ella y déjense llevar por su machucada narrativa, que al final tendrán una agridulce, pero refrescante compensación

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Acerca del autor

El Fett   @El_Fett   cinescopia.com

El más realista y cabrón crítico de cine que pueda existir. Ente sin misericordia que tiene el halago de transmitir a los mortales su sentir y sabiduría en el mejor recinto sobre el séptimo arte. Cinéfilo de corazón y crítico crudo por vocación. Alter ego del Licenciado en mercadotecnia y RRPP Oscar M Rodríguez (FB) Sigueme en twitter @El_Fett


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