Thunderbolts: My Little Pony versión Marvel
Para nadie es un secreto que el MCU ha perdido tanto el factor sorpresa como el entretenimiento al que solía asociarse desde Endgame. Desde hace varios años que la saga anda corriendo como pollo sin cabeza, metiendo ideas sin fundamentos y lanzando pasteles a pared con tal de averiguar cuál se queda pegado. Desde un multiverso que nunca fue aprovechado hasta un nuevo elenco de personajes que a nadie le importan o son meras excusas para meter agenda progre. De ahí que un proyecto como “Thunderbolts” no sólo pasará desapercibido a pesar de ser un cierre decente para la Fase 5 (“Deadpool y Wolverine” prefiero contarla como película de los X-Men de la FOX), sino que es la prueba de que este universo ya no genera emoción.
Por un lado, se agradece que Thunderbolts quiera contar una historia más aterrizada en la realidad y suba la intensidad con un enfoque más humano, sin pretensiones, discursos progresistas ni inclusión forzada. Además, opta por usar efectos prácticos con tal de que las escenas de acción sean más creíbles y relega a los efectos por computadora a momentos importantes. De ahí que sorprenda un poco la dirección de Jake Schreier (que nos trajo la bonita “Robot and Frank”), fuera de su zona de confort y con un enfoque más propio de una película indie.
A pesar de esto, Thunderbolts sigue cayendo en la trampa de continuar una narrativa ya conocida por todos a la que se apega al pie de la letra, lo que reduce su capacidad de sorpresa. Por más que quiera presentar un mundo donde los Vengadores ya no existen y la humanidad debe buscar alternativas de defensa contra peligros externos, la sensación de peligro no se siente porque no se arriesga lo suficiente. Quiere ser oscura sin profundizar en la sombra de sus personajes, quiere ser profunda sin incomodar, quiere intimidar sin matar a nadie y quiere ser diferente sin dejar de seguir el manual de siempre.
Esto también afecta a la temática principal. En un intento por ser más madura, la superficialidad con la que trata la salud mental y la depresión no permite ahondar en el tema, de modo que todo se queda en un comentario poco sustentado y encarnado en un villano que, aunque cobra forma conforme avanza la trama y tiene un diseño intimidante en el clímax (aplausos para Marvel por mostrar una de las formas más aterradoras de morir), los guionistas pronto notaron que el personaje está roto y es prácticamente invencible. De modo que, al darse cuenta de que estaban en un camino sin salida, no tuvieron otra opción más que recurrir a vencerlo con el poder de la amistad (no bromeo, casi parece sacado de un episodio de “My Little Pony”).
Los miembros de este equipo improvisado no tienen química ni carisma y sus interacciones son forzadas (quitando al Soldado del Invierno, uno de los pocos sobrevivientes del elenco original y probando que Sebastian Stan es inmune a los cambios), pero gracias al compromiso de Florence Pugh, Yelena ya puede considerarse como el mejor personaje de Thunderbolts. De los demás no hay mucho que decir, puesto que el resto del equipo está casi de relleno, la transformación de Bob en Sentry se arruina por lo ya mencionado y Julia Louis-Dreyfuss, más que ser una mente calculadora, se asemeja más a una madrastra malvada que te regaña por no limpiar tu cuarto.
Podría decirse que a Thunderbolts quizás se le encomienda un propósito demasiado humilde y modesto para lo que es: una versión casera de “Suicide Squad” que pudo haberse rodado con mucho menos presupuesto. También recupera algunos puntos con respecto a sus proyectos anteriores, pero no puede evitar denotar un desgaste recalcado en la fórmula de la que no quiere desprenderse por miedo a la recepción en la taquilla.
Thunderbolts no rompe el molde ni trasgrede su narrativa, pero el vacío existencial que emana en general la convierten en otro olvidable producto del montón a corto plazo. Si Marvel quiere madurar, debe empezar a parar de fingir madurez y asumir riesgos. Y limitándome sólo a Disney, basta con ver la división televisiva: no es posible que “The Ghost and Molly McGee”, una caricatura para niños, supiera tratar el tema de la depresión con mayor respeto y madurez que esta película.