Timothy Dalton: Un Galés al servicio de su Majestad
Queridos lectores, hoy Cinescopia dedica en su cumpleaños un brindis con Vodka Martini (agitado no revuelto) a Timothy Dalton, uno de los seis afortunados actores que han interpretado al espía más famoso del celuloide.
Tras el anuncio realizado por Roger Moore durante el estreno de En la mira de los asesinos (1985), en el que la estrella británica dejaba en claro que no volvería a interpretar el personaje que lo consagró como uno de los héroes de acción más populares del séptimo arte, la incertidumbre se apoderó de los fanáticos quienes no veían a un candidato idóneo para reemplazarlo.
Fue entonces que Metro Goldwyn Mayer desvió la mirada hacia un actor irlandés de nombre Pierce Brosnan quien gracias a la serie de televisión Remington Steel en los Estados Unidos comenzaba a gozar de gran popularidad.
Los compromisos laborales impidieron a Brosnan apropiarse del papel y Albert Broccoli productor ejecutivo, recordó que en 1969 un actor con formación teatral se presentó a una audición para ocupar el espacio que Sean Connery dejaría vacante. Sin embargo, a los 25 años, Timothy Dalton resultaba muy joven para dicha responsabilidad. Casi dos décadas después, el destino lo pondría al Servicio Secreto de su Majestad.
La elección no era muy convincente. Timothy Dalton gozaba del reconocimiento de la crítica teatral y televisiva, pero era prácticamente un desconocido fuera del Reino Unido. Siendo honestos, nadie lo recordaba como el príncipe Barin en Flash Gordon (1980) y mucho menos como el rey de Francia en El león en invierno (1968). Acostumbrado a la disciplina impuesta por el teatro clásico, el oriundo de Gales leyó todos los libros del novelista Ian Fleming a fin de parecerse lo más posible al personaje literario.
En 007 Su nombre es peligro (1987), la actuación del debutante dio como resultado un James Bond duro, frío y calculador más parecido a Sean Connery en las primeras entregas de la franquicia, que a Roger Moore en las últimas. La actitud un tanto enfadada de Dalton desde la secuencia inicial en donde pronuncia con desgano la conocida frase “My name is Bond, James Bond”, fue reprobada por algunos fanáticos. Sin embargo, la trama permite entrever una evolución en el personaje, un tipo cansado de obedecer órdenes, que cuestiona la autoridad de M y que confiesa por primera vez que si lo retiraran del servicio secreto le harían un favor. En ese afán por imprimir mayor sobriedad, se omite un elemento imprescindible de la exitosa fórmula, James Bond es ante todo un seductor y su magnetismo sexual es un símbolo del poderío británico. Timothy Dalton, de aspecto atractivo a secas, no convence en ese rubro, ni siquiera se esfuerza demasiado por hacerlo – bueno, una insípida Myriam D´Abo tampoco representa una gran motivación – y contrario a sus predecesores, quienes aprovechaban cualquier lugar y ocasión para poner en práctica su maestría en las artes amorosas, Dalton apenas da un par de inocentes besos a la chica en la rueda de la fortuna. Dato curioso, no hay chica bond mala. Con un agente tan poco fogoso ¿Para qué?
007 Su nombre es peligro, fue la última aventura del agente secreto ubicada en el contexto de la Guerra Fría. Las relaciones entre los estadounidenses y los soviéticos eran cada vez más estrechas, situación que se vio reflejada en la pantalla especificando que los villanos eran desertores de la KGB. Al final tan amigos como siempre (o mejor dicho, como nunca). Los enemigos que los defensores del imperialismo pro yanqui combatieron por años, pasaron a formar parte del bando de los “buenos”. El mundo estaba cambiando y la siguiente película nos depararía una sorpresa.
Licencia para matar (1989) significó un parte-aguas en la franquicia. El espía renuncia y planea una venganza implacable al estilo de Yojimbo (1961) en contra de una banda de narcotraficantes después de que estos usaran como carnada para tiburones a su entrañable amigo Felix Leiter. Timothy Dalton se nota más cómodo que en su primera aparición y aunque es cierto que la historia permite momentos más graciosos, ninguno de ellos es propiciado por él como sucedía en el caso de Roger Moore. Es la primera vez que nuestro héroe en la escena final termina francamente maltrecho y desaliñado, estado en que no volveríamos a verlo hasta la etapa Daniel Craig.
Tomado en cuenta para interpretar el rol por tercera ocasión en la película Goldeneye (1995), Timothy Dalton de cincuenta años declinó la oferta al considerar que habían pasado demasiado tiempo desde la última aventura del 007. En la actualidad podemos seguir disfrutando su histrionismo en la serie de televisión Penny Dreadful.