Todos los incendios: Quémese después de ver
Los que ya me han leído desde hace tiempo saben que me gusta apoyar al cine mexicano, especialmente aquel que se aleja de los convencionalismos comerciales porque soy fiel creyente de que en este país hay mucho talento en el ámbito cinematográfico. Sin embargo, no todos los pasos son perfectos y hay obras como “Todos los incendios” (ópera prima de Mauricio Calderón) que se quedan cortas, no necesariamente porque estén mal filmadas, sino porque fallan en el aspecto más básico: el guion.
“Todos los incendios” es una película coming-of-age cuya historia habla de Bruno, un adolescente en plena etapa de la pubertad con tendencias a la piromanía, que abandona la Ciudad de México para ir al norte del país en busca de una chica que conoció en internet.
De entrada, el primer error de la película es revelar sus cartas demasiado rápido; todas las analogías o subtextos posibles alrededor de la piromanía de nuestro protagonista son mostrados en menos de 15 minutos: rebeldía, necesidad de llamar la atención debido a una figura paterna ausente, negación de la identidad, el despertar de la adolescencia representado en el fuego. La analogía o metáfora es sumamente obvia. Incluso el tema de la orientación sexual reprimida ya está incluido en esta porción de tiempo, y si alguien se le ocurre que la obsesión de Bruno tiene que ver con esto, no lo culpo, ya que la cinta no es sutil en ninguna de sus lecturas.
Entonces, como literal y metafóricamente el guionista y director han quemado casi todas sus naves al revelar todos los recovecos de personalidad de su protagonista, el segundo acto, donde Bruno busca a una chica que conoció por internet, se siente anticlimático porque ya no hay factor sorpresa. Añadan que, aunque tiene una buena fotografía, se siente demasiado contemplativa.
Las incoherencias narrativas de la cinta son completamente injustificadas (como el hecho de que la familia de la chica que conoce por internet acepte a Bruno sin ni siquiera preguntar de dónde salió, hasta el papá se lo lleve a jugar fútbol) y aunque indirectamente quieras justificarlas por las costumbres fuertes del modelo de familia tradicional, simplemente no hacen lógica con su contexto social. Añadan que el personaje de la chica es un símil del principal, notándose a kilómetros que padece la misma crisis de identidad y que eso se refleja en su piromanía. Por lo cual, el espectador solo ve dos caminos en el desenlace de este viaje: o terminan por hacer algo muy estúpido gracias a su filia o se aceptan tal y como son. Haciendo la película más predecible y aburrida.
Después de la fotografía, lo más destacable son las actuaciones de Natalia Quiroz y Sebastián Rojano, que intentan mantener la trama interesante, pero el guion no ayuda ni siquiera a los perfiles de sus personajes que, para colmo, tienen un desarrollo corto y simplista que hacen sentir que la película fácilmente pudo ser un cortometraje y se hubieran ahorrado tanta paja.
Añadiendo a esto, no soy de los que tienen problemas o se escandalizan si hay alguna analogía de crecimiento con respecto a algún trastorno mental, pero hay que tener cuidado de no romantizar el cuadro clínico y tampoco tratar los altibajos del crecer como una enfermedad, cosa que a veces la película pasa esa delgada línea.
CALIFICACIONES
Dirección: 2.0
Guión: 1.7
Actuaciones: 1.6
Extras: 0.5
Calificación: 5.8
Todos los incendios es el equivalente a hacer un viaje por carretera y quedarse sin gasolina apenas entrando a la autopista, una película gris cuya analogía es demasiado directa, poco cuidadosa en el desarrollo de sus personajes al punto de que dan ganas de decirle a estos adolescentes que mejor se quemen las nalgas. Una historia tan predecible como la noticia de que el fuego quema y, sobre todo, pasada de parsimonia al punto de que será igual de interesante que ver cómo el fuego termina por consumir una vela.
Quémese después de ver